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lunes, 10 de diciembre de 2007

Ni regalado

Ni en su casa lo quieren

Tristemente para él, al igual que el ex presidente Vicente Fox, Luis Carlos Ugalde Ramírez pasará a la historia como uno de los funcionarios más torpes que ha sufrido el país, al grado que, el próximo 13 de diciembre, cuando se consume su derrocamiento como cabeza del Instituto Federal Electoral (IFE), se irá convertido en un fiambre político.

Sobre Ugalde pesa el estigma, ni más ni menos, de haber propiciado las sospechas sobre la limpieza de la elección presidencial del 2 de julio del 2006, o, de plano, de haber actuado en complicidad para alterar sus resultados; con el consecuente descrédito del actual Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, a quien 15 millones de mexicanos, por lo menos, más el ex candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, consideran un usurpador, a pesar de la reciente jubilosa celebración de su primer año de gobierno.

A Ugalde también se le debe el haber convertido al IFE --un organismo otrora vital para la democracia y que pertenecía a los ciudadanos-- en un espantajo al que cualquiera pudo desdeñar, como lo hizo el propio Fox al volcar, sin ningún freno, a todo el aparato del Estado para manipular las intenciones electorales.

Siempre errado

A pesar de sus títulos del Instituto Tecnológico de México (ITAM) y de la Universidad de Columbia, y de su amplia carrera como docente e investigador en prestigiadas instituciones educativas en la Ciudad de México, Monterrey, Harvard y Georgetown, Ugalde se hizo cargo del IFE, en octubre de 2003; sin anteponer la dignidad, primero, a su presunta imposición por parte de la profesora Elba Esther Gordillo y, luego, al uso maquiavélico que habría hecho de él la misma poderosa mujer, quien, con toda libertad, supuestamente metió también la cola y el trinche en el proceso electoral del año pasado.

Sumada a aquella primera caída de bruces, el propio Ufraude, como hoy lo llama el infalible pueblo, se echó sobre la espalda una muy larga y pesada cadena de errores que lo marcaron como un torpe full time.

Los principales errores fueron:

·Haber, primero, negado un pasado priísta y, después, haberlo aceptado.

·Asegurar que las elecciones del 2006 estaban blindadas.

·Hacerse de la vista gorda ante las intervenciones de Vicente Fox en la contienda, argumentando la carencia de leyes claras para actuar.

·Permitir la campaña de denostación contra Andrés Manuel López Obrador.

·Ser omiso ante la injerencia ilegal y sucia de los empresarios.

·Hincarse ante la presión de los poderes fácticos, como el PRI acusó, para tolerar la andanada de un grupo de gobernadores contra Roberto Madrazo y para evitar que López Obrador ganara.

·Trabajar en la elección, como él mismo lo aceptó el 1 de noviembre de 2006, con un Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) basura.

·No precisar, el 2 de julio de 2006, los datos duros que estaba arrojando el conteo rápido de los comicios, en lugar de alentar un sospechoso "empate técnico".

·Permitir, de nuevo, la intervención de Fox, con su mensaje a los candidatos a apegarse a la legalidad, la misma noche del 2 de julio.

·No parar, el 3 de julio, las declaraciones triunfalistas de Felipe Calderón en la televisión.

·Permitir la cargada política de Roberto Campa, candidato del Panal, anticipando el triunfo de Calderón.

·Dar, el 6 de julio, un cómputo final, declarando a Calderón presidente electo, arrebatando esa atribución al Tribunal Electoral.

·Defender, "como perro", su permanencia en el IFE, en lugar del proceso electoral, de apoyar la regeneración del pacto político roto en el 2006 y de impulsar mejores reglas y apuntalar las atribuciones de esa institución.

·Haberse aliado con las televisoras para impugnar la reforma electoral y defenestrar al Congreso.

Su legado

Junto a todo lo anterior, Ugalde deja una herencia que más tarde que temprano traerá consecuencias graves a los mexicanos: por su culpa y sus errores, la renovación forzada del Consejo del IFE se convirtió en un burdo reparto de cuotas partidistas que, de entrada, han invalidado ya a esa institución y, lo peor, desde ahora han hecho polvo la próxima elección presidencial.

Ugalde dice que a su salida del IFE volverá a la academia; pero si todo esto es lo que él quería, ¡felicitaciones! Logró su propósito: convertirse en un hombre al que nadie respeta o quiere... ni regalado.