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lunes, 10 de diciembre de 2007

Justicia preciosa (Primera de dos partes)

soledad jarquín edgar

Guadalajara, Jal., 10 de diciembre (apro-cimac).- El mismo día en que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) exculpó al gobernador de Puebla, Mario Marín, de haber violado las garantías individuales de Lydia Cacho, durante su detención y traslado desde Cancún, Quintana Roo, a la capital poblana, en diciembre de 2005, la periodista recibió una llamada telefónica de una de las víctimas de Jean Succar Kuri, quien, entre lágrimas, le espetó: “¡Por nuestra culpa te van a matar; te dije que no nos ayudaras!”.

El golpe secó de las palabras de la joven de 15 años de edad, caló hondo en el ánimo de Cacho que, sin saber qué decir, dejó escapar su impotencia y explotó en llanto.

Del otro lado del teléfono, la adolescente buscaba respuestas a lo que había pasado en la Corte. “Yo ya no quiero estar viva”, le dijo la joven a una frágil Lydia Cacho.

En vísperas de que se cumplan dos años de lo que ella misma define “secuestro disfrazado” y sus secuelas --torturas psicológicas, amenazas de violación y acoso por parte de policías judiciales de Puebla que la trasladaron, por carretera, a Puebla, en un viaje de casi 22 horas--, la autora del libro Los demonios del edén habla de la pesadilla que vivió durante todo ese tiempo.

--¿En estos dos años, confiabas en que habría justicia? –se le pregunta.

--Sí, por supuesto. Por eso escribí Memorias de una infamia. Fue todo un experimento reportear mi propio caso y entender el sufrimiento de las víctimas de este problema, porque a lo que te lleva el aparato de justicia penal en México es a un estado de indefensión, de miedo, una especie de `Síndrome de Estocolmo` con la Procuraduría General de la República.

Añade:

“A pesar del conocimiento y la educación emocional que tengo, hubo días cuando en la PGR me descubría suplicando con lágrimas que, por favor, hicieran algo, cuando tenían todos los elementos de prueba. Escuchaba y creía en las promesas de la fiscal Alicia Elena Pérez Duarte y de José Luis Santiago Vasconcelos, subprocurador Jurídico y de Asuntos Internacionales de la PGR, y del propio procurador Eduardo Medina Mora.

“Y cuando salía del juzgado, mis abogados también se emocionaban y decíamos que, a lo mejor, sí iban a hacer algo…Pero pasaban uno o dos meses y robaban las pruebas y llorábamos. Decíamos: no vamos a darnos por vencidos. Luego, nos volvían a llamar para hacernos creer que algo funcionaría…”.

Sigue la periodista:

“Lo mismo fue sucediendo con la Corte. El 27 de noviembre, las ministras Margarita Luna y Olga Sánchez Cordero engañaron al país, porque en todos los medios se decía que la Corte iba contra Marín. Los indicios eran que teníamos seis votos y, de pronto, ¿qué sucedió? ¿Qué hilos se jalaron del martes, a las 2:30 horas, al jueves, a las 2:30, para que esas ministras dijeran que no hubo violaciones graves a mis derechos constitucionales?”.

Frente a la premisa de que los demonios andan sueltos, que el dinosaurio sigue ahí y que el monstruo es polimorfo, Lydia explica lo que, a su juicio, pasó:

--Hemos obtenido alguna información de quienes estuvieron cabildeando con los ministros de la Corte: sistemáticamente Manuel Barttlet Díaz, Emilio Gamboa Patrón, Miguel Ángel Yunes, Mario Marín, los abogados de Kamel Nacif, Manlio Fabio Beltrones… Me parece que estos son los nombres más importantes.

“También sabemos de reuniones del presidente del PAN (Manuel Espino) con todos los ministros. En alguna de estas sesiones se tocó mi caso, y hay dos versiones de los panistas de Puebla, a quienes he pedido que salgan a los medios, en lugar de decirlo off the record”.

Se trata, dice, de una “transacción política”, en la que se negoció el triunfo de Felipe Calderón con “carro completo” en Puebla. Luego, señala, en las elecciones locales, se dio el triunfo priista de la misma manera, con “carro completo”.

Agrega: “Pueden haber llegado recomendaciones, incluso, desde la Presidencia. No podemos olvidar que hay asesores, abogados de Los Pinos, que fueron abogados de Marín, entre ellos Julio Esponda, quien formó parte del pequeño grupo en la campaña de Felipe Calderón”.

Lydia Cacho es periodista, feminista y autora de Los demonios del edén, libro que documenta la existencia de una red de pederastia, con base en testimonios de mujeres jóvenes que fueron abusadas sexualmente en su infancia por el pederasta y pornógrafo Jean Succar Kuri, preso actualmente en el penal federal del Altiplano.

En nuevo libro, Memoria de una infamia, la también corresponsal de la agencia de noticias Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC) e integrante de la Red de Periodistas México, Centroamérica y el Caribe, sostiene sus premisas, y cuenta que, “cuando era niña, mi madre me decía que la verdad es mucho más ligera que la mentira, porque la mentira siempre cae por su propio peso”.