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viernes, 7 de diciembre de 2007

Hechos que indignan

Jueves, 06 de Diciembre de 2007

El presidente Felipe Calderón se propone forjar un país idílico para el 2010. En su concepto, tanto en su acto de celebración en Palacio Nacional, como en su conferencia de prensa, ya está en camino de conseguirlo y así lo promueve. Sin embargo, parece engañarse a sí mismo y muy prematuro su optimismo, porque estamos todavía muy lejos de “la paz, la armonía, la justicia, la libertad y la igualdad” que compromete con su gestión. Por el contrario, desgraciadamente hay en el panorama demasiados sucesos de rencor, de odio, discriminación, corrupción, impunidad y la más profunda desigualdad socioeconómica. A cual más de tales acontecimientos, resultan oprobiosos, insoportables e indignantes.

A pesar de la temporada de reflexión y gran sensibilidad que se acerca, este parece el tiempo de los canallas; de los traidores; de las ratas que saltan del barco que se hunde; de los cobardes que se rinden y se humillan ante los poderosos; y de los traidores que echan de cabeza a sus preceptores intelectuales o económicos para salvar su inmundo pellejo, o incluso traicionan al país y a la mayoría de su gente. Los poderes político, económico y delincuencial cometen sus atrocidades y se mantienen impunes. Por eso, son muchas las razones y los motivos de preocupación y de coraje.

En su evento casi clandestino en Palacio Nacional, sin el pueblo, protegido por un amplio dispositivo de seguridad; con la ausencia de los dirigentes del PRI, de los gobernadores del PRD y en total 240 de sus invitados; sólo con su gabinete y los panistas, con un discurso de 32 minutos, Calderón “celebró” su primer año de gobierno. En él se congratuló de que los mexicanos se han sacudido creencias que los ataban al pasado, al lamento permanente y al resentimiento y contrastó la situación del 1 de diciembre de 2006, en que el país “vivía momentos difíciles y de gran incertidumbre”, hasta hoy en que el panorama es “verdaderamente distinto”.

En apenas su segunda conferencia de prensa ante los medios nacionales, el titular del Ejecutivo afirmó, con respecto al caso del ex presidente Fox, que “En mi gobierno en cumplimiento de la ley, no habrá excepciones en la aplicación de la ley y la justicia, pero tampoco juicios sumarios para satisfacción de revanchas políticas o de cualquier otra índole” y al hacer un balance de los logros alcanzados en el primer año de su gobierno, dijo que México ha iniciado un proceso de transformación que no debe detenerse.

En torno al caso de la periodista Lydia Cacho y el gobernador poblano, Mario Marín, el Primer Mandatario refrendó su respeto absoluto a la Suprema Corte y al Poder Legislativo, que tiene intervención en éste y en otros temas, pero “sin menoscabo de tener yo mi propia opinión personal, la cual me reservo para precisamente no lesionar una relación institucional y respetuosa entre poderes” y dijo que su deber es gobernar para todos los mexicanos sin distinción, al tiempo de precisar que no existe “moneda de cambio” alguna. No obstante, acotó que, en lo que toca a la Procuraduría General de la República , la instrucción que tiene es investigar y determinar las acciones y sanciones en el caso con “absoluta responsabilidad”. Es decir, las denuncias presentadas ante la PGR en el caso concreto de Lydia Cacho -puntualizó- “siguen su curso y están abiertas, habrán de resolverse conforme a la ley”.

De acuerdo, Calderón Hinojosa pretende que ha tenido avances: ha luchado contra la violencia y la delincuencia organizada; contra la corrupción y a favor del Estado de Derecho. Pero la verdad le ha faltado algo más de energía y aprovechamiento de su puesto privilegiado, para promover los cambios necesarios. De hecho, contra lo que dice el presidente, tenemos una lista de agravios indignantes. Está el caso de la extraña relación de Elba Esther Gordillo y el poder político.

El de la puesta en circulación del libro de Jorge Castañeda y Rubén Aguilar, ambos caracterizados en conjunto como “aventureros de la política” por Porfirio Muñoz Ledo, quien considera que “lo importante del libro La diferencia no es lo referente a mí, sino que todo es un conjunto de mentiras”. Además de calificar a Castañeda como “delator” de sus compañeros de izquierda. Mientras que, por nuestra parte, debemos subrayar que Aguilar Valenzuela es el asesor de las “estupideces programadas y sistemáticas” y a ambos hay que señalarlos como doblemente traidores. A Fox, porque hasta hoy lo echan de cabeza con objeto de salvar su imagen y al pueblo de México porque, conociendo su falta de pericia, no lo descubrieron en su momento y se mantuvieron recibiendo sus jugosos sueldos.

En el peor de los casos, como denuncia José Agustín Ortiz Pinchetti, ahora que confiesan que sí hubo complot (una actuación sistemática y concertada) su nueva infamia consiste en tratar de “lavar la cara de Fox”, encima de todo cobran por dar a conocer sus chismes y se las dan de escritores. La cuestión es que no tuvieron integridad como funcionarios, ni tienen dignidad como “intelectuales”: sabían perfectamente de la incapacidad de Fox y guardaron un interesado silencio.

También está la presentación (un privilegio o cierto de tipo de reconocimiento político) de un programa vital del gobierno, en el feudo de Ulises Ruiz. Y, por supuesto, la conclusión de que no se demostró la existencia de violación grave de derechos humanos de la periodista Lydia Cacho, en términos del Artículo 97 constitucional, que de alguna forma concede impunidad a Mario Marín y los demás involucrados y mantiene intocados los temas de la pederastia y la pornografía infantil. Todo lo cual es una miopía y un servicio, que quizá defiendan como involuntario, a intereses oscuros pero muy poderosos.

Es claro que el recuento debe incluir el sangriento asesinato (de seguro Usted vio las fotos que publica El Porvenir) del ex candidato opositor, Juan Antonio Guajardo Anzaldúa, que había denunciado la organización de unas narcoelecciones en Río Blanco, Tamaulipas. Los crímenes, con tortura y todas las agravantes (una en el quirófano, el otro secuestrado y por parte de sicarios profesionales), en contra de dos artistas del género grupero. La peculiar relación de odio, abuso y tolerancia, entre Manuel Espino y la Presidencia de la República (él confiesa que le tienen un “expediente negro” y por eso se rinde; la otra que lo compila, pero le perdona la vida y no lo consigna), donde el único interés es tomar el control del partido y no aplicar la justicia.

Y, por último, la paradójica convivencia del hombre más rico del mundo con las masas empobrecidas y marginadas, en el que quizá es el país más injusto y desigual del planeta. Para ir por buen camino, lo primero que debería hacer el presidente Felipe Calderón es terminar con estas fuentes de exasperación, de frustración y desesperanza.