Un año de gobierno inocuo

Gris, inerte e ineficaz

Se cumple un año que debió ser de proyectos transformadores y nuevas formas de gobernar. No, fue un año de más de lo mismo; nada más que más de lo mismo ya no funciona. El mundo es otro. Lo que fue quizá bueno ayer, ciertamente hoy no encuentra espacio. Se demandan nuevos métodos para identificar nuevos horizontes; propios del mundo actual y el previsible; nuevas fórmulas e instrumentos y no lo rutinario, divagante, e intrascendente que es lo que se está viendo.

Es tal la falta de innovación, de imaginación y creatividad que en otras palabras, la gente dice que parece un gobierno del pasado no lo dice en sentido peyorativo, lo dice asociando las formas presentes con las del pasado; con cualquier valor que tuvieran, pero sugiriendo falta de actualidad y visión de futuro. Un gobierno que está inaugurando un siglo, sin nuevas y arrobadoras ideas, es por decir lo menos un gobierno que haciendo esfuerzos evidentes y alcanzando ciertos logros deja una cauda gris, inerte, ineficaz, resultado, más que de falta de entrega, lo es de falta de conocimiento, de experiencia y capacidad de sumar.

Se hablaba en el pasado inmediato de “el gobierno del cambio”. Sí, ha habido cambio, nada más que para mal. Ninguna innovación; menos agilidad gubernamental; mayor y escandalosa impune corrupción, a cargo del mismísimo presidente Fox y su mujer; vergüenzas internacionales.

Pocas veces el entorno internacional nos ha sido tan favorable, dicho esto en el nuevo ambiente que nos ha traído el siglo XXI, los arribos de capital son mayúsculos gracias a los precios del petróleo y a las remesas dolorosas de los emigrados.

Paralelamente nunca ha habido el nivel de desempleo que se registra; lo poco remunerador de los salarios de la clase trabajadora; la pésima calidad de los servicios públicos, principalmente educación, salud y seguridad y a cambio de esto se nos presume que nunca la macroeconomía ha tenido una posición tan sólida, gracias a las inimaginables reservas y a la estabilidad monetaria. Es dinero bajo el colchón con una mesa vacía.

De todo esto surge un fenómeno que debiera angustiarnos: la falta de cohesión social. Hasta hace pocos años existía y era de gran solidez. Era una cohesión horizontal donde los empeños de una comunidad eran enfrentados solidariamente por dicha comunidad. Era una cohesión vertical porque se respetaba y admiraba a las diferentes estructuras con responsabilidades de conducción; desde el líder comunitario, autoridades intermedias y hasta el Presidente de la República. Ello ha desaparecido. Hay una disgregación social y la autoridad, hasta el Presidente de la República, es motivo de mofas y vejámenes. En vez de altitud de miras, todos contra todos nos tiramos bajo la línea de flotación.

Es un imperativo hacer una revisión honesta de la situación; tan imperativo como llamar a los mejores hombres de México a colaborar con una nueva visión de país. Hace falta un proyecto innovador que ponga las cosas en su lugar y sea una plataforma para la reconstrucción nacional.

Urge el diseño y cimentación de una nueva patria que se aleje del vulgar cotilleo en que vivimos y tenga la calidad visionaria de nuestros fundadores. Es oportuno releer Los Sentimientos de la Nación.