Sigue la ter-r-r-ible duda
Revista Siempre
Guadalajara.- Allá en tiempos de la postguerra, cuando el tonto de los relatos jocosos era esa rara mezcla entre ruso y alemán, se contaba el chiste de aquel que tenía sospechas de la fidelidad de su esposa y, “para quitarse la terrrible duda” de encima, decidió un día disfrazarse y seguirla.
En efecto, al pardear, la mujer se dirigió a un departamento en el centro, abrió con una llave y fue recibida por un apuesto caballero. Una vez que ella traspasó la puerta, el marido se abalanzó sobre el ojo de la cerradura, pero pudo ver muy poco, porque dentro de la habitación apagaron la luz. El ruso-alemán, entonces, se retiró furioso diciendo: “Voy a seguir con la terrrible duda”.
Así estamos en México después de las elecciones de 2006. El desaseo y los enredos del IFE no dejaron convencido más que al que tenía muchas ganas de convencerse de que Felipe Calderón había ganado a la buena. Luego sobrevino la desafortunada intervención del Trife y esa declaración final de que la conducta del presidente Vicente Fox había estado a punto de provocar que se anulara el resultado. Nunca se nos explicó, por cierto, qué marcó la diferencia para que el hecho no se diera, cuando en los comicios anteriores de Colima, por mucho menos, el gobernador fue causante de que sí se tuvieran que repetir.
Sobrevino, luego de muchos avatares, la proyección de aquella película titulada El fraude que, de un modo o de otro, se convirtió en un documento que no ha sido desautorizado con argumentos que contrarresten los del propio filme. Del lado de la contraparte no ha habido más que silencio.
También, ya lleva varias semanas en las librerías, con buen éxito de venta y de lectura, 2006: hablan las actas, el libro de José Antonio Crespo, un acucioso investigador de la política mexicana contemporánea, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y de una institución muy respetable, como es el CIDE.
Asimismo, ha tenido mucha resonancia en los medios masivos de comunicación y está haciendo mella en el ánimo de la gente.
El hombre no toma partido y se abstiene incluso de manifestar muchas de las cosas que se pueden intuir de su investigación, concretándose a lo que de ella se obtiene de manera inequívoca: en suma, en la mitad de las actas revisadas hay muchos votos perdidos más que la diferencia total a favor del candidato al que se le dio el triunfo, lo cual quiere decir que, o aparecían los votos y se sabía a favor de quién fueron, o la decisión debía de haberse dejado en suspenso y, probablemente, organizar otra elección.
De esta manera, aquello que dijimos en su momento de que era prudente contar otra vez para dejar las cosas claras, vuelve a cobrar vigencia. De otra manera, nos pasa exactamente igual que al ruso-alemán: sigue la terrrible duda...
Guadalajara.- Allá en tiempos de la postguerra, cuando el tonto de los relatos jocosos era esa rara mezcla entre ruso y alemán, se contaba el chiste de aquel que tenía sospechas de la fidelidad de su esposa y, “para quitarse la terrrible duda” de encima, decidió un día disfrazarse y seguirla.
En efecto, al pardear, la mujer se dirigió a un departamento en el centro, abrió con una llave y fue recibida por un apuesto caballero. Una vez que ella traspasó la puerta, el marido se abalanzó sobre el ojo de la cerradura, pero pudo ver muy poco, porque dentro de la habitación apagaron la luz. El ruso-alemán, entonces, se retiró furioso diciendo: “Voy a seguir con la terrrible duda”.
Así estamos en México después de las elecciones de 2006. El desaseo y los enredos del IFE no dejaron convencido más que al que tenía muchas ganas de convencerse de que Felipe Calderón había ganado a la buena. Luego sobrevino la desafortunada intervención del Trife y esa declaración final de que la conducta del presidente Vicente Fox había estado a punto de provocar que se anulara el resultado. Nunca se nos explicó, por cierto, qué marcó la diferencia para que el hecho no se diera, cuando en los comicios anteriores de Colima, por mucho menos, el gobernador fue causante de que sí se tuvieran que repetir.
Sobrevino, luego de muchos avatares, la proyección de aquella película titulada El fraude que, de un modo o de otro, se convirtió en un documento que no ha sido desautorizado con argumentos que contrarresten los del propio filme. Del lado de la contraparte no ha habido más que silencio.
También, ya lleva varias semanas en las librerías, con buen éxito de venta y de lectura, 2006: hablan las actas, el libro de José Antonio Crespo, un acucioso investigador de la política mexicana contemporánea, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y de una institución muy respetable, como es el CIDE.
Asimismo, ha tenido mucha resonancia en los medios masivos de comunicación y está haciendo mella en el ánimo de la gente.
El hombre no toma partido y se abstiene incluso de manifestar muchas de las cosas que se pueden intuir de su investigación, concretándose a lo que de ella se obtiene de manera inequívoca: en suma, en la mitad de las actas revisadas hay muchos votos perdidos más que la diferencia total a favor del candidato al que se le dio el triunfo, lo cual quiere decir que, o aparecían los votos y se sabía a favor de quién fueron, o la decisión debía de haberse dejado en suspenso y, probablemente, organizar otra elección.
De esta manera, aquello que dijimos en su momento de que era prudente contar otra vez para dejar las cosas claras, vuelve a cobrar vigencia. De otra manera, nos pasa exactamente igual que al ruso-alemán: sigue la terrrible duda...