Fox: el fracaso
Revista Siempre
La semana pasada, en Guanajuato, el dirigente nacional del PAN, Germán Martínez Cázares, ofreció guanajuatizar a México, en una reunión que significó un triunfo para los grupos foxistas y una derrota para los calderonistas.
Desde su llegada a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, Martínez Cázares emprendió la tarea de construir una fortaleza política que le permitiera a los calderonistas deslindarse del ex presidente Vicente Fox y del grupo que lo acompañó en el gobierno.
La fortaleza política no resistió la ofensiva de los grupos foxistas. Emprendieron una despiadada ofensiva encabezada por el ex dirigente nacional panista Manuel Espino Barrientos.
El objetivo del libro de Espino —Señal de alerta— y su peregrinar tuvo siempre el objetivo de obligar a los calderonistas a ceder espacios que durante más de 18 meses le negaron a los foxistas.
El lenguaje violento de Espino debió haber sido familiar para quienes conocen al ex dirigente panista. También debió ser familiar a quienes recuerdan el estilo provocador y arrogante del ex presidente Fox.
Espino fue el vocero. El instigador fue Fox. Por eso, el gran ganador de la reunión de la semana pasada en Guanajuato fue Fox.
La incorporación del ex presidente Fox a posiciones de decisión estratégica del PAN es, de alguna manera, la confesión de Martínez Cázares que ha perdido la batalla más importante, que le fue imposible mantener a raya al ex presidente y tuvo que ceder al burdo chantaje.
Razonable habría sido un gesto conciliatorio con la incorporación de foxistas a tareas del partido. Un razonable esfuerzo para fortalecer la unidad del partido, tan necesaria para enfrentar las elecciones de 2009.
La reaparición de Fox a tareas de partido no es muy alentador para la República ni para la política nacional; vamos, ni siquiera para el PAN, porque vendrá a crear peores turbulencias.
No pueden ignorar que en el imaginario popular existe la percepción de que los ex presidentes de la República poseen gran poder político. Tradicionalmente tienen influencia, pero no gran poder político, porque tenerlo significa convertirse en contrapeso y lastre para el Presidente de la República en turno.
Es difícil aceptar que un panista, miembro de la derecha liberal, como Martínez Cázares, haya cedido al chantaje de Espino y públicamente haya reconocido la derrota, pues la expresión de “hay que guanajuatizar a México” es la síntesis de ese reconocimiento.
Y el mensaje al panismo de que la derecha liberal del partido ha perdido. No frente a los doctrinarios, como alegan algunos. Bueno, ni siquiera frente a los panistas conservadores. Han perdido ante los “foxistas”, una amalgama perversa de visiones gerenciales en el gobierno y de intereses económicos a quienes sólo preocupa la preservación de sus privilegios.
La ineptitud de Martínez Cázares ha sacrificado el proyecto calderonista a los “foxistas”, cuya incapacidad resultó en una administración sexenal dislocada, derrochadora e irresponsable, carente de visión de Estado, en una parálisis de seis años que es el origen de los graves problemas que enfrenta el presidente Felipe Calderón.
Con su anuncio de la guanajuatización, Martínez Cázares ha entronizado de nuevo a Fox, le ha dado una plataforma desde la cual el ex presidente no resistirá la tentación de competir por la atención pública con el presidente Calderón. Además, legitima prácticas de gobierno no sólo deleznables, sino hasta abusivas que rayan en el autoritarismo.
El dirigente nacional del PAN ha perdido una batalla trascendental, no sólo para el presidente Calderón, trascendental para el rumbo de los asuntos de la nación, pues sus problemas de desigualdad y pobreza no podrán ser atendidos con eficacia, cuando los grupos dominantes en el partido en el poder y en el gobierno obedecen a visiones de un neoliberalismo que hasta en las naciones ricas ha perdido vigencia.
En aras de un eventual y hasta dudoso triunfo electoral en 2009, ha sacrificado Martínez Cázares la posibilidad de consolidar a su partido como una expresión de la derecha liberal y democrática de otras naciones.
Su ineptitud no sólo es una derrota del calderonismo; podría convertirse en una derrota de la nación.
La semana pasada, en Guanajuato, el dirigente nacional del PAN, Germán Martínez Cázares, ofreció guanajuatizar a México, en una reunión que significó un triunfo para los grupos foxistas y una derrota para los calderonistas.
Desde su llegada a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, Martínez Cázares emprendió la tarea de construir una fortaleza política que le permitiera a los calderonistas deslindarse del ex presidente Vicente Fox y del grupo que lo acompañó en el gobierno.
La fortaleza política no resistió la ofensiva de los grupos foxistas. Emprendieron una despiadada ofensiva encabezada por el ex dirigente nacional panista Manuel Espino Barrientos.
El objetivo del libro de Espino —Señal de alerta— y su peregrinar tuvo siempre el objetivo de obligar a los calderonistas a ceder espacios que durante más de 18 meses le negaron a los foxistas.
El lenguaje violento de Espino debió haber sido familiar para quienes conocen al ex dirigente panista. También debió ser familiar a quienes recuerdan el estilo provocador y arrogante del ex presidente Fox.
Espino fue el vocero. El instigador fue Fox. Por eso, el gran ganador de la reunión de la semana pasada en Guanajuato fue Fox.
La incorporación del ex presidente Fox a posiciones de decisión estratégica del PAN es, de alguna manera, la confesión de Martínez Cázares que ha perdido la batalla más importante, que le fue imposible mantener a raya al ex presidente y tuvo que ceder al burdo chantaje.
Razonable habría sido un gesto conciliatorio con la incorporación de foxistas a tareas del partido. Un razonable esfuerzo para fortalecer la unidad del partido, tan necesaria para enfrentar las elecciones de 2009.
La reaparición de Fox a tareas de partido no es muy alentador para la República ni para la política nacional; vamos, ni siquiera para el PAN, porque vendrá a crear peores turbulencias.
No pueden ignorar que en el imaginario popular existe la percepción de que los ex presidentes de la República poseen gran poder político. Tradicionalmente tienen influencia, pero no gran poder político, porque tenerlo significa convertirse en contrapeso y lastre para el Presidente de la República en turno.
Es difícil aceptar que un panista, miembro de la derecha liberal, como Martínez Cázares, haya cedido al chantaje de Espino y públicamente haya reconocido la derrota, pues la expresión de “hay que guanajuatizar a México” es la síntesis de ese reconocimiento.
Y el mensaje al panismo de que la derecha liberal del partido ha perdido. No frente a los doctrinarios, como alegan algunos. Bueno, ni siquiera frente a los panistas conservadores. Han perdido ante los “foxistas”, una amalgama perversa de visiones gerenciales en el gobierno y de intereses económicos a quienes sólo preocupa la preservación de sus privilegios.
La ineptitud de Martínez Cázares ha sacrificado el proyecto calderonista a los “foxistas”, cuya incapacidad resultó en una administración sexenal dislocada, derrochadora e irresponsable, carente de visión de Estado, en una parálisis de seis años que es el origen de los graves problemas que enfrenta el presidente Felipe Calderón.
Con su anuncio de la guanajuatización, Martínez Cázares ha entronizado de nuevo a Fox, le ha dado una plataforma desde la cual el ex presidente no resistirá la tentación de competir por la atención pública con el presidente Calderón. Además, legitima prácticas de gobierno no sólo deleznables, sino hasta abusivas que rayan en el autoritarismo.
El dirigente nacional del PAN ha perdido una batalla trascendental, no sólo para el presidente Calderón, trascendental para el rumbo de los asuntos de la nación, pues sus problemas de desigualdad y pobreza no podrán ser atendidos con eficacia, cuando los grupos dominantes en el partido en el poder y en el gobierno obedecen a visiones de un neoliberalismo que hasta en las naciones ricas ha perdido vigencia.
En aras de un eventual y hasta dudoso triunfo electoral en 2009, ha sacrificado Martínez Cázares la posibilidad de consolidar a su partido como una expresión de la derecha liberal y democrática de otras naciones.
Su ineptitud no sólo es una derrota del calderonismo; podría convertirse en una derrota de la nación.