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lunes, 2 de junio de 2008

¿De quién es el petróleo mexicano?

A sesenta años de la expropiación

Fue hace sesenta años. Ante la insolencia de las campañas petroleras de no aceptar el laudo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el conflicto laboral, el gobierno de Lázaro Cárdenas decretó la expropiación de los bienes de las empresas petroleras.

Aquella noche del 18 de marzo de 1938, en muchos lugares del mundo, los lectores de periódicos pedían mapas para saber dónde quedaba ese México que se había atrevido a expropiar los bienes petroleros protegidos por los gobiernos más poderosos de la Tierra.

Durante varios días, se hicieron aquí colectas en fábricas y sindicatos para ayudar a pagar la deuda petrolera y allá al Zócalo de la ciudad capital, iban mujeres a llevar sus joyas para que con ellas se pagara la deuda. Un día llegó un grupo de mujeres del mercado de la Merced con manojos de gallinas para ayudarle al general a cubrir la expropiación.

En su bendita ignorancia, no sabían que no bastaban todas las gallinas del mundo para pagar lo que aquéllos pedían, pero de todas maneras su actitud era más noble y más heroica que la de actuales funcionarios del gobierno que, hace cuatro años, hipotecaron el petróleo para sacar al país de una crisis que ellos mismos provocaron.

Hay una diferencia adicional: cuando Cárdenas expropió el petróleo, lo hizo a la luz del día, ante el rostro de toda la nación, de todo el planeta. En cambio, cuando éstos hipotecaron el petróleo lo hicieron a escondidas, allá en Washington, tratando de ocultarlo a todos los mexicanos.

Por eso, hoy que los estamos denunciando es para que estos tales nos respondan: ¿de quién es el petróleo mexicano: del gobierno americano o del pueblo mexicano?

Y esta es la razón por la cual lo preguntamos:

Fue hace trece años: el 21 de febrero de 1995. México había caído en la crisis más idiota de su historia. Se había endeudado con los financieros estadunidenses y cuando las deudas fueron mayores que la capacidad de pagarlas, se devaluó la moneda y hubo que pedir prestado a los americanos para poder pagarle a los americanos. Ese préstamo se llamó “el rescate”.

Para permitir que el FMI nos prestara dinero, el gobierno de Washington nos obligó a afirmar cuatro convenios económicos, ninguno de los cuales fue aprobado por el Senado de la República:

1. El Acuerdo Marco de Norteamérica, de abril de 1994, ocho meses antes de la crisis de diciembre. Su propósito era ayudar a la estabilización económica del país, en aquellos días de franca contracción, pero ocultada por una prensa cómplice de los adinerados que medraban grandes caudales de dinero.

2. El Acuerdo de Estabilización a Mediano Plazo, de febrero de 1995, con cinco años de vigencia. Ahí, este sexenio se compromete a que cuando México compre dólares con pesos, depositará una cantidad equivalente en el Banco de México. Por eso desde entonces este sexenio se niega a mover el tipo de cambio.

3. El Acuerdo de Garantías, del 21 de febrero, donde nos imponen las condiciones que deben tener los papeles y bonos que México expida para vender deuda en el mercado internacional. El Departamento del Tesoro le da el aval a México, de suerte que si este gobierno no paga lo que obtenga, ellos pagarían y, por ese compromiso, el Tesoro cobra una comisión de riesgo por prestarle su nombre a México.

Cuando más tarde, los “expertos” de la banca privada nos dijeron que México obtuvo capitales gracias a la confianza que tienen en el gobierno del doctor Zedillo, simplemente nos ocultan la humillación de que, allá lejos, nos están prestando porque el Departamento del Tesoro nos ha dado el aval.

4. El Acuerdo sobre Ingresos Petroleros, que establece un mecanismo para garantizar el aval que nos dio el Departamento del Tesoro. En ese acuerdo, Pemex acepta que los ingresos de las exportaciones de petróleo crudo, gas natural o derivados de petróleo, serán depositados en una cuenta bancaria de la Reserva Federal en Nueva York, desde donde podrán enviar a México esos ingresos por ventas, previa autorización del Departamento del Tesoro, sujeta a que México cumpla con los compromisos de pago de las deudas que le han autorizado.

5. Cinco días después, el malnacido de Michel Camdessus acepta la Carta de Intención del pobre gobierno mexicano y así comienzan a darnos dinero para que podamos pagar las deudas que tenemos con los especuladores americanos.

Pero ese acuerdo de ingresos es una hipoteca en los términos más humillantes: el petróleo es nuestro mientras permanezca en sus mantos. En cuanto Pemex lo saque del subsuelo para exportar, pertenece al gobierno de Estados Unidos.

En ese acuerdo, el presidente Clinton le impone a nuestro gobierno condiciones como éstas:

—Pemex entregó a la Corporación Suiza de Bancos cartas donde autoriza en forma irrevocable e incondicional que traslade a la cuenta del banco de Nueva York todos los ingresos que había o pudiera haber en la cuenta de Pemex en Suiza.

—El gobierno de Washington nos hipoteca no sólo a cuenta de los 18 mil millones de dólares —que el Departamento del Tesoro puso a disposición de nuestro país—, sino de cualquier cantidad que México pudiera obtener conforme a otros arreglos financieros (por ejemplo: los 22 millones que dijeron se habían obtenido de la banca privada europea). Es decir, la hipoteca sobre el petróleo, manejada por los americanos, no sólo garantiza lo que ellos nos prestaron sino lo que nos prestaron o pudieran prestar otros bancos.

Esto lo hicieron antes de saber a quiénes les pedirían dinero el gobierno zedillista, o sea que controlan el petróleo mexicano a pretexto de créditos que ellos no nos concedieron.

—En función de esos arreglos con terceros, la Reserva Federal, a su sola discreción, tomará todos los acuerdos apropiados para proteger los intereses de la tesorería en relación con algún pago no hecho en tiempo… ¡a cualquiera de los deudores de México!

—México el acuerdo permanezca en vigor, Pemex entregará a Washington, a más tardar 180 días después de cada año fiscal, los balances consolidados con todas sus subsidiarias, así como todos los “informes conducentes”. Ahí se incluyen los informes trimestrales con proyecciones de exportación de petróleo y sus derivados, el volumen de lo exportado, el monto de los pagos recibidos.

Pemex jura solemnemente que los informes no contienen errores ni omisiones y, a solicitud del Departamento del Tesoro, realizará a su costo, cuantas auditorías que allá le pidan.

—El acuerdo queda en vigor no sólo hasta que se paguen los créditos y avales concedidos por el Departamento del Tesoro a México, sino hasta que se paguen los créditos que, con participantes ajenos al convenio, haya obtenido México gracias al aval de los americanos.

Esto debemos denunciarlo porque aunque, el gobierno dice que con los pagos anticipados (pre-pagos) ya no debemos nada a Washington, seguimos comprometidos con los avales que nos dieron para otros créditos.

(Por eso es que el gobierno mexicano no me ha contestado, como senador de la República que soy, a la pregunta que hice sobre si el convenio sigue en vigor o no.

En caso afirmativo, significa que el petróleo sigue hipotecado, que es nuestro mientras no lo sacamos y de los americanos cuando logramos extraerlo).

Ahora que recordamos la fiesta de la dignidad nacional con la expropiación de las propiedades de las poderosas empresas extrajeras…

…Ahora que nuestros tecnócratas siguen empañados en extranjerizar a Pemex, después del ademán heroico de 1938…

…Ahora que en Pemex la dirección estratégica está en contratos a compañías extranjeras y se avergüenzan de los ingenieros petroleros mexicanos…

…El recordar la expropiación no sólo es una justicia histórica sino equivale a izar la bandera nacional.