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lunes, 2 de junio de 2008

Lenguaje caricaturesco

Realidad de cada día

A lo largo y ancho del área hispanohablante, proliferan hoy los políticos, periodistas, líderes y todos los que levantan la voz para que se les oiga que, al dirigirse a un colectivo de distinto sexo, marcan machaconamente la distinción entre los géneros masculino y femenino. Como si de un tiempo a esta parte el uso del plural masculino para referirse a ambos géneros fuera una muestra de discriminación sexual, sexista o de sexo.

E insisten en el señalamiento de compañeros y compañeras, amigas y amigos, ciudadanos y ciudadanas, alumnas y alumnos, reafirmando con ello su incondicional oposición al sexismo, que como saben, es la discriminación de personas en razón de su sexo.

Pero lo que está ocurriendo es que se está mezclando el sexo con el género.

El género es una categoría gramatical; el sexo es una condición orgánica. El género se refiere a las palabras; el sexo a las personas, animales y plantas.

Y el hecho de referirse a personas de distinto sexo con el género masculino no es sino una fórmula lingüística empleada a lo largo de siglos, sin que nadie se haya rasgado las vestiduras al leerlo u oírlo; porque no pasa de ser eso, una norma lingüística.

Como norma es que los determinantes, es decir, artículos y adjetivos, cuando preceden a nombres de distinto género, vayan en masculino plural; por ejemplo los hombres y mujeres, varios hombres y mujeres, todos los hombres y mujeres.

El interés desmedido por parecer políticamente correcto, a veces convierte el lenguaje en caricaturesco.

La lucha contra el sexismo no se libra en el terreno de la gramática, sino en el de la realidad de cada día. El respeto a la igualdad de sexos es cuestión de actitudes y conductas, no de alterar reglas lingüísticas.