UNA FUERTE DOSIS DE HIPOCRESIA DE LOS PANUCHOS
Por: Humberto Musacchio
La actividad política conlleva una fuerte dosis de hipocresía. Se dice una cosa y se hace otra, pues no suelen coincidir el discurso grato al orden y las realidades que condicionan la vida pública. Por citar un ejemplo, cualquier diputado, senador o líder partidario o sindical condena sin rodeos el consumo de drogas, pero ante las enfermedades derivadas del tabaquismo, nuestros parlamentarios suelen hacer mutis.
Todas las personas, hasta los diputados, saben que el consumo de tabaco es causa de cáncer, enfisema y otras patologías que le cuestan al país entre 20 mil y 30 mil millones de pesos cada año (la diferencia debe explicarla la Secretaría de Salud, fuente de ambas cifras). Pese a lo anterior, en el pasado periodo de sesiones los señores diputados optaron por no aumentar los gravámenes al tabaco, con lo que se obliga a los contribuyentes a pagar por el daño que causa el duopolio tabacalero.
Por supuesto, esos mismos legisladores suelen condenar con cara de circunstancias el consumo de drogas y mantienen en la ilegalidad sustancias como la marihuana o la cocaína, que hasta donde sabe no son tan dañinas como el tabaco o las bebidas alcohólicas, pese a que éstas le cuestan un dineral al Estado por ausentismo laboral, accidentes de tránsito y de trabajo, así como enfermedades derivadas de su consumo.
Permitir el libre consumo de tabaco o de alcohol, como la participación en los juegos de azar, corresponde a la esfera de las libertades del ciudadano. Si alguien se quiere suicidar fumando o emborrachándose es muy su derecho, pero quienes hacen negocio con esa adicción deben pagar al fisco los gastos sociales que ocasiona.
En el caso de los juegos de azar, hubo en el sexenio pasado una amplia discusión sobre ellos. Para entonces ya se podía apostar en México en los hipódromos y galgódromos, en los palenques y garitos de las ferias de pueblo. Incluso, el Estado se encargaba de una amplia gama de estas actividades, como los sorteos de la lotería, el melate, los pronósticos deportivos, raspaditos y otras fórmulas que dan cauce a la ludopatía.
Lo curioso es que la derecha, tradicionalmente opuesta a los juegos de azar, hoy se ha convertido en su promotora, primero con el reglamento de la Ley de Juegos y Sorteos que expidió Santiago Creel y hoy, cuando diputados y senadores del PAN defienden que la Secretaría de Gobernación siga emitiendo permisos para abrir y operar garitos. Es un caso típico de doble moral, una muestra más de la desvergüenza panista.