INTINERARIO POLITICO
Ricardo Alemán
La marcha, pulso de la realidad
Se trata de la primera "prueba dura" que deberá enfrentar la naciente administración federal
E l presidente Felipe Calderón enfrentará hoy la primera reacción laboral, campesina y social de repudio a las decisiones iniciales de su administración, que mostraron la severa incapacidad del nuevo gobierno para prever y contener una escalada de precios en productos básicos, sobre todo el de la tortilla, que golpeó con severidad los bolsillos de los que menos tienen.
En el fondo, se trata de la primera "prueba dura" que deberá enfrentar la naciente administración federal, ya que no les falta razón a los líderes obreros, campesinos y sociales que convocaron a la movilización -y sobre todo a sus respectivos agremiados y convocados-, porque el disparo en el precio de básicos, como el maíz y la tortilla, y la respuesta social confirmaron que más allá de la legalidad que acompaña al gobierno de Calderón es urgente la legitimidad de acertadas acciones de gobierno.
La movilización social preparada para hoy, y el acierto mostrado por sus organizadores al despojarla del pretendido contenido político, es un notable éxito de los sectores obrero y campesino que -más allá de los intereses político-partidistas- marcará el renacimiento de la fuerza social real en el ejercicio de presión, diálogo, negociación y acuerdo con el gobierno federal. La marcha que llegará hoy al zócalo permitirá establecer un canal de comunicación, de interlocución auténtica entre la organizaciones sociales y los poderes del Estado, más allá de partidos políticos, de rencillas electorales y venganzas de poder.
Por eso se debe reconocer que en buena hora los organizadores de la marcha hayan decidido que el señor López Obrador, su claque partidista y sus intereses políticos hayan quedado al margen de una movilización social que no requiere intermediarios, de conductores o tripulantes incómodos. Y es que se trata de eso, de una protesta social, de trabajadores, campesinos y sociedad en general, por los errores cometidos por un gobierno que no quiere ver más interlocutor que los partidos políticos.
Y no resultó fácil para el grueso de los organizadores y sus liderazgos sacudirse la presión de los políticos y los partidos que por todos los medios intentaron tripular la marcha, apropiarse de la inconformidad social y capitalizar la movilización. Fue evidente para todos que el ex candidato López Obrador envió a sus negociadores para convencer a los líderes de que él debía ser el conducto de la protesta, el orador central y, por supuesto, el líder de la movilización.
Y no faltaron los que creyeron que ese era el camino correcto, los que pretendieron entregar a López Obrador "en charola de plata" ese filón político para engordar la guerra personal del ex candidato con el Presidente. Pero al final de cuentas privó la sensatez entre la mayoría de los líderes obreros y campesinos. La marcha será una movilización social de repudio a los errores cometidos por el nuevo gobierno en materia económica, de rechazo a la incapacidad mostrada por el gabinete presidencial y, especialmente, una saludable señal del renacimiento de los verdaderos anticuerpos sociales, las organizaciones laborales y del campo.
¿Por qué López Obrador y sus aliados partidistas no decidieron convocar, por su cuenta, a una manifestación como la de hoy? La respuesta pareciera elemental: porque los bonos del otrora líder indestructible de la izquierda, del poderoso ex candidato presidencial, están en uno de sus niveles más bajos. Pero también se debe preguntar en sentido contrario. ¿Por qué López Obrador y sus partidos hicieron todo lo posible para apoderarse del liderazgo de esa protesta? La respuesta, en este caso, no es elemental.
Resulta que al concluir el proceso electoral del pasado 2 de julio y luego de la agotadora etapa postelectoral, un importante sector de sindicatos y organizaciones sociales realizaron un examen mínimo de autocrítica sobre lo ocurrido en la pasada elección. Llegaron a una primera conclusión: que en otros procesos electorales, pero sobre todo en el de 2006, sus liderazgos y su capacidad de movilización habían sido engullidos por los partidos políticos, puestos al servicio de los intereses de liderazgos políticos que sólo buscaban el voto, pero poco o nada les interesaban las reivindicaciones laborales de los trabajadores del campo y la ciudad.
No es una mera casualidad que a manera de un primer ensayo para recuperar sus anticuerpos sociales, liderazgos como los de la UNT, entre otros, hayan reaccionado más rápido que los partidos políticos y sus líderes, con una verdadera organización y con un planteamiento de fondo que presentarán al gobierno federal: el de modificar aspectos básicos de la política económica que afectan directamente a esos sectores sociales. En pocas palabras, se propusieron que los poderes del Estado vieran la realidad, pulsaran la situación real de los trabajadores no a través de los partidos políticos, sino de la movilización social. Por eso dijeron "no a los protagonismos políticos". Por lo pronto, más allá de rencores políticos y partidistas, hoy todos estamos convocados a la marcha.
Se trata de la primera "prueba dura" que deberá enfrentar la naciente administración federal
E l presidente Felipe Calderón enfrentará hoy la primera reacción laboral, campesina y social de repudio a las decisiones iniciales de su administración, que mostraron la severa incapacidad del nuevo gobierno para prever y contener una escalada de precios en productos básicos, sobre todo el de la tortilla, que golpeó con severidad los bolsillos de los que menos tienen.
En el fondo, se trata de la primera "prueba dura" que deberá enfrentar la naciente administración federal, ya que no les falta razón a los líderes obreros, campesinos y sociales que convocaron a la movilización -y sobre todo a sus respectivos agremiados y convocados-, porque el disparo en el precio de básicos, como el maíz y la tortilla, y la respuesta social confirmaron que más allá de la legalidad que acompaña al gobierno de Calderón es urgente la legitimidad de acertadas acciones de gobierno.
La movilización social preparada para hoy, y el acierto mostrado por sus organizadores al despojarla del pretendido contenido político, es un notable éxito de los sectores obrero y campesino que -más allá de los intereses político-partidistas- marcará el renacimiento de la fuerza social real en el ejercicio de presión, diálogo, negociación y acuerdo con el gobierno federal. La marcha que llegará hoy al zócalo permitirá establecer un canal de comunicación, de interlocución auténtica entre la organizaciones sociales y los poderes del Estado, más allá de partidos políticos, de rencillas electorales y venganzas de poder.
Por eso se debe reconocer que en buena hora los organizadores de la marcha hayan decidido que el señor López Obrador, su claque partidista y sus intereses políticos hayan quedado al margen de una movilización social que no requiere intermediarios, de conductores o tripulantes incómodos. Y es que se trata de eso, de una protesta social, de trabajadores, campesinos y sociedad en general, por los errores cometidos por un gobierno que no quiere ver más interlocutor que los partidos políticos.
Y no resultó fácil para el grueso de los organizadores y sus liderazgos sacudirse la presión de los políticos y los partidos que por todos los medios intentaron tripular la marcha, apropiarse de la inconformidad social y capitalizar la movilización. Fue evidente para todos que el ex candidato López Obrador envió a sus negociadores para convencer a los líderes de que él debía ser el conducto de la protesta, el orador central y, por supuesto, el líder de la movilización.
Y no faltaron los que creyeron que ese era el camino correcto, los que pretendieron entregar a López Obrador "en charola de plata" ese filón político para engordar la guerra personal del ex candidato con el Presidente. Pero al final de cuentas privó la sensatez entre la mayoría de los líderes obreros y campesinos. La marcha será una movilización social de repudio a los errores cometidos por el nuevo gobierno en materia económica, de rechazo a la incapacidad mostrada por el gabinete presidencial y, especialmente, una saludable señal del renacimiento de los verdaderos anticuerpos sociales, las organizaciones laborales y del campo.
¿Por qué López Obrador y sus aliados partidistas no decidieron convocar, por su cuenta, a una manifestación como la de hoy? La respuesta pareciera elemental: porque los bonos del otrora líder indestructible de la izquierda, del poderoso ex candidato presidencial, están en uno de sus niveles más bajos. Pero también se debe preguntar en sentido contrario. ¿Por qué López Obrador y sus partidos hicieron todo lo posible para apoderarse del liderazgo de esa protesta? La respuesta, en este caso, no es elemental.
Resulta que al concluir el proceso electoral del pasado 2 de julio y luego de la agotadora etapa postelectoral, un importante sector de sindicatos y organizaciones sociales realizaron un examen mínimo de autocrítica sobre lo ocurrido en la pasada elección. Llegaron a una primera conclusión: que en otros procesos electorales, pero sobre todo en el de 2006, sus liderazgos y su capacidad de movilización habían sido engullidos por los partidos políticos, puestos al servicio de los intereses de liderazgos políticos que sólo buscaban el voto, pero poco o nada les interesaban las reivindicaciones laborales de los trabajadores del campo y la ciudad.
No es una mera casualidad que a manera de un primer ensayo para recuperar sus anticuerpos sociales, liderazgos como los de la UNT, entre otros, hayan reaccionado más rápido que los partidos políticos y sus líderes, con una verdadera organización y con un planteamiento de fondo que presentarán al gobierno federal: el de modificar aspectos básicos de la política económica que afectan directamente a esos sectores sociales. En pocas palabras, se propusieron que los poderes del Estado vieran la realidad, pulsaran la situación real de los trabajadores no a través de los partidos políticos, sino de la movilización social. Por eso dijeron "no a los protagonismos políticos". Por lo pronto, más allá de rencores políticos y partidistas, hoy todos estamos convocados a la marcha.