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martes, 5 de agosto de 2008

La farsa y el hambre

Revista Proceso

De diciembre a estas fechas, en la casa de la otomí Lucía Casiano Puertas los 15 integrantes de su familia se volvieron vegetarianos: cero carnes, nada frito y sólo tacos de vegetales.

El mismo cambio de dieta viven los vecinos de Lucía en Acahualco, Estado de México; otomíes de la periferia de Toluca; nahuas de Malinalco y sus alrededores; purépechas de Paracho, Michoacán; chontales de Centla, Tabasco, agricultores del norte de Veracruz y numerosos campesinos de la defeña colonia Santa Fe, entre otros, publica Proceso en su edición 1657.

“Dejamos de comer carne, aceite, arroz, pan, leche, porque todo está re caro. A veces comíamos un pollito en retazo. Ya no, porque está a 22 pesos. Ahora gastamos más y comemos menos. Los precios subieron pero lo que ganamos quedó igual, no alcanza”, explica Lucía –mirada seria, aretes rojos de fantasía, mandil completo como vestido– durante un encuentro de indígenas realizado en la Casa del Agrarista del Distrito Federal.

El menú de Lucía y sus hijos, nueras, yernos y nietos que habitan su domicilio consiste en quelites, huizaches, quentales, cenizos, malvas, sanguinarias, acelgas, espinacas, calabazas, papas y frijoles.

Se trata de un vegetarianismo que excluye, desde luego, productos como los hongos –que cuestan 70 pesos el kilo–, y que a Lucía la mantiene en un estado de alerta porque los precios cambian de la noche a la mañana.

“Cocinamos sin aceite; todas las cosas hervidas… Y como que no se llena uno… Por eso rematamos en las tortillas con sal y, si tenemos, una salsita, pa’l estómago”, dice rodeada de una decena de mujeres que asienten ante sus palabras, sobre todo cuando recuerda que el aceite costaba 12, subió al doble y llegó a valer el triple.

Porque, afirma, “este señor presidente subió todo”.

En lo que va del gobierno de Felipe Calderón, advierten investigadores consultados por Proceso, los más pobres de México han perdido el 45 por ciento de su poder de compra. Por lo demás, una parte de los recursos oficiales destinados a paliar el hambre no está llegando a su destino