Cinismo monstruoso

Raúl Cremoux

La reunión de los principalísimos responsables de la falta de seguridad en el país resultó un bofetón para todos los gobernados.

Asistieron a confesar que no han hecho su trabajo. Uno tras otro reconocieron su desdén por la suerte de quienes les pagan y a quienes tienen en evidente abandono. Lo peor radicó en dos amplias esferas: una es la que conlleva la simulación. Autopromover constantemente la idea de que son próceres.

La otra, suponer que todos, incluso los más modestos obreros y campesinos somos responsables de que nos asalten, secuestren y maten. Por ello, sus planes y programas son repeticiones de lo que se nos ha venido diciendo en los últimos años, desde que Zedillo lanzó su fracasada “Cruzada contra el crimen”.

No es cierto, en nosotros los gobernados no cabe responsabilidad ninguna. Somos la carne de cañón y no sus beneficiarios. En ellos, las autoridades, está todo el peso de la culpa. No han sabido ni querido proteger a la sociedad.

Aún más, lo más odioso e imperdonable es que sean los policías —y ahora los militares— los que planean, comandan y realizan los peores crímenes. El enemigo convive con ellos, se nutre de ellos, son ellos.

El colmo, ante las sentidas impugnaciones del padre de una víctima, ante las palabras de una mujer de la sociedad civil que promueve la reunión, los aplausos se vuelcan como queriendo premiarlos. Las expresiones de esas dos personas, las únicas sin puesto público, fueron las más claras y determinantes: estamos hartos de los escasísimos resultados entregados por este y los anteriores gobiernos federales y locales.

La novedad, la única presentada por los oficiales, fue poner fechas para cumplir, aunque sea a medias, con sus tareas; misma novedad que no indica cuál será la sanción en caso de incumplimiento.

¿Qué recursos tenemos los potencialmente asaltados, robados, secuestrados ante la negligencia tan probada con que pueden responder las autoridades encargadas de hacer frente al crimen?

Ninguno, salvo mostrar nuestra impotencia y rabia.

Desde tiempo atrás fuimos expoliados por los gobernantes que no entendieron porque así les convenía que son pagados por nuestro trabajo en forma de impuestos; desde tiempo atrás fuimos abandonados a nuestra suerte. Y ahora, con cinismo monstruoso, somos martirizados por las fuerzas que debiendo protegernos, se afanan en humillarnos. Incluso los hay que, en forma grotesca, quieren montarse sobre el oportunismo del dolor ajeno para tratar de argumentar aceptan el reto de hacer su deber.

¿No se dan cuenta que si ahora los protege el cargo y sus beneficios, mañana estarán ellos y sus familias tan expuestos como lo estamos ahora los gobernados?