Calderón ... No nos conoce a los mexicanos

Revista Siempre / Jorge Carrillo Olea

Falta de cálculo, de perspectiva, sensibilidad, recelo o completa ignorancia sobre la complejidad del mexicano en la psicología de sus motivaciones. Eso demostró Calderón con el nombramiento de Múrrino, el que levantó el rechazo más escandaloso de los últimos tiempos y que, conocido el carácter colérico e intolerante de los dos, anticipa muchos enfrentamientos.

No calculó Calderón el costo de agraviar a un amplio sector de la opinión pública, que es capaz de sentir una íntima satisfacción porque el alcalde de Los Angeles sea de origen mexicano, como lo fue un alcalde de San Antonio, o un precandidato presidencial, Richard son, gobernador de Arizona, pero que esa sociedad es xenofobita a morir y es de igual manera paranoica en sus relaciones con lo extranjero. El malinchismo es parte de la bandera nacional, lo es tanto que hemos inventado el término para sentenciar a todo el que se entienda bien o admire algo foráneo.

De Mouriño, su oriundez nos ha herido más que la ignorancia sobre su responsabilidad y su total inexperiencia. Tal ha sido el “agravio” que pasó inadvertido el nombramiento de otro ignorante, Patrón, el ex gobernador de Yucatán a un puesto que ni por el nombre conoce, procurador del Medio Ambiente.

Es muy delicada la insensibilidad del Presidente sobre nuestros rasgos psicológicos, sobre nuestra idiosincrasia. Se traduce que está gobernando a un pueblo que no conoce.

Pero hay algo más grave en la reacción pública ante el nombramiento. Con excepciones, ha nublado el panorama del análisis y la prognosis de carácter político, económico y social. Calderón refuerza su derechismo y todo lo que con ello viene. Simpatía para los Estados Unidos, proclividad a la apertura del sector energético, revisión de los principios laborales, intolerancia social, privilegios para el empresariado pesado, para los gobernadores procedentes de su partido, una selección de candidatos duros para las próximas elecciones, que mejoren la presencia del PAN en el Congreso, simpatía y tolerancia para la beligerante Iglesia católica que ahora verá más próxima la reforma de los artículos tercero y 30 constitucionales y mil cosas más.

Hay que explorar más a fondo la personalidad e ideología de Mouriño. No se le anticipa como un panista doctrinal, seguramente su ilustración política no está mucho más allá que la de su antecesor, que no era un panista ideológicamente sólido sino un simple cristero. Hay que esperar, un poco, pero hay que esperar. Mientras el joven se transparenta, en un deseo apartidista, hay que desearle lo mejor para con los más altos intereses de este sufrido México.