Veneno Puro
Ecos de la Costa / Rafael Loret de Mola
Tras el sacudimiento político que significó la primera alternancia en 2000 fueron evidentes los reacomodos de los clanes financieros lo mismo que los de las bandas criminales. El entonces procurador, el general Rafael Macedo de la Concha, quien en su cargo anterior como procurador militar había soslayado los enlaces entre las mafias y los cuadros castrenses, explicó las dificultades por perseguir a los cabecillas de los grupos delictivos, sobre todo los “cárteles” en fase de expansión, dada la capacidad de los mismos por modificar las rutas vadeando con ello a sus supuestos perseguidores. Tal fue el argumento central para justificar la lenta reacción oficial ante el fenómeno.
Ocho años más tarde, en este 2008 en que las declaraciones gubernamentales rebosan optimismo, el fenómeno se extiende hacia otros continentes y amenaza a las naciones del primer mundo con tanta fuerza como la del terrorismo internacional. Los andares de los criminales han modificado objetivos y destinos para desviar hacia la Unión Europea a no pocas bandas y personajes con expedientes abiertos en los Estados Unidos, esto es descubiertos al fin después de haber medrado a sus anchas.
Desde 2007, los cuerpos de seguridad de España detectaron la arribazón de delincuentes con pasaportes venezolanos que utilizaban a México como trampolín para luego viajar con destino a Madrid y Barcelona, sobre todo. Al llegar a alguno de los aeropuertos de estas ciudades disponían de un croquis para poder introducirse ilegalmente a Europa a través de puertas y pasillos sin vigilancia lo que, sin duda, es prueba contundente de los alcances de la corrupción oficial.
En los meses recientes la oleada de delitos, sobre todo en España, ha disparado las alertas. Para quienes conocemos el modus operandis de las bandas mexicanas ha sido sencillo establecer la similitud de las rutinas, como los asaltos con violencia a casas habitación, amarrando con corbatas a las víctimas y amagando igualmente a sus hijos menores, o mediando los llamados “alunizajes” porque estrellan las “lunas” –esto es las vidrieras- de establecimientos comerciales impactándolas con vehículos todo terreno para proceder después a robar cuanto queda a su disposición. También han comenzado a darse secuestros exprés con idéntica metodología a la utilizada cotidianamente en nuestro país.
Esto es: en materia de exportaciones sólo nos faltaba el crimen. Y el renglón ha sido cubierto con singular eficiencia y excepcional impunidad. Porque si en España la opinión pública fustiga a los funcionarios aeroportuarios por descuidarse y permitir el paso franco de tan deleznables inmigrantes, igualmente deberían pedirse cuentas a las autoridades mexicanas incapaces de detectar a quienes usan la ruta por México seguros de no ser descubiertos o, peor aún, con garantías de transitar por nuestro territorio y salir del mismo sin el menor agobio. Igualmente cabría preguntar en donde están los radares estadounidenses para detectar a los facinerosos cuando están al alcance de los agentes norteamericanos.
El hecho es que, sobre suelo abonado, las bandas se desplazan con la mayor facilidad entre América y el viejo continente. Ya han aparecido incluso algunos “maras salvatruchas” en las poblaciones circundantes a Madrid en donde la inmigración ilegal se asienta con mayor facilidad ada la urgencia de mano de obra barata. De ello, claro, se aprovechan los facinerosos.
Pero, desde luego, lo más llamativo es la disponibilidad de pasaportes venezolanos, obtenidos en México, para iniciar los periplos hacia Europa. Esto significa que, debajo del agua, existe un notable contubernio para habilitarles de documentos falsos a pesar del supuesto “enfriamiento” en las relaciones bilaterales entre nuestro país y la nación sudamericana tras los torpes exabruptos entre el mesiánico Hugo Chávez y el locuaz Vicente Fox en 2005. ¿Meras coincidencias?
MIRADOR
El mayor número de inmigrantes hacia España procede de las costas de África, concretamente de Marruecos, y de Europa del este, específicamente de Rumania –una nación de raíces latinas recientemente incorporada a la Unión Europea a pesar de sus tremendas asimetrías económicas con los países líderes de la región-. Mas de un millón de personas de estas nacionalidades han logrado “colarse” sin mayores contratiempos –con no poca negligencia de los españoles que observan estos flujos como necesarios para cubrir las plazas duras que ya no quieren los hispanos-.
De inmediato aparecen los inmigrantes latinoamericanos con ecuatorianos, bolivarianos, peruanos, colombianos y ahora venezolanos, a la cabeza. Los mexicanos ni siquiera figuran en la relación considerándose que optan por el norte de sus fronteras para internarse a la nación más poderosa del planeta también para desempeñar tareas de difícil ejecución y con pésima paga. Por supuesto, se entiende que se han extremado las medidas de seguridad para intentar “filtrar” a los viajeros que llegan desde los países señalados si bien, a últimas fechas, también se han extendido hacia los procedentes de México.
Pero, ¿cómo es que pueden obtenerse fácilmente los pasaportes de Venezuela en México? Si bien en buen número puede tratarse de falsificaciones, el hecho es que se utiliza tales salvaconductos para vadear los filtros aduanales sobre suelo nacional. Ello demuestra, por supuesto, que las tensiones diplomáticas resultan un espléndido camuflaje que posibilita resguardos y operaciones subterráneas a vista y paciencia de las autoridades coludidas. No se requiere ser un experto para llegar a esta conclusión.
No puede soslayarse otro hecho notable: el interés de sendos gobiernos, el mexicano y el venezolano, por regularizar las deterioradas relaciones bilaterales en un momento en el que las tensiones continentales se extienden para beneplácito de quienes siempre pescan a río revuelto y luego esconcen las manos, disimulando. Tanto el señor Chávez como el señor Calderón han podido semblantearse a gusto, tratando de no agredirse verbalmente, aun cuando las andanadas verbales surgen del ex presidente Fox, obviamente aleccionado para servir de testaferro. Una perspectiva ideal, digo, para extender la vulnerabilidad de los pasos fronterizos a favor de los viajeros venezolanos. Y como Colombia tiene la fama de ser proveedor de cocaína se vuelca la atención hacia este derrotero.
En estas condiciones, la flexibilidad diplomática sirve de excelente escaparate o de gran cortina de humo para habilitar a las operaciones y los cargamentos humanos con destino a España en donde, claro, las semillas del mal se convierten en cosechas deplorables.
Nos queda clara, ante estas evidencias, la habilitación de los proyectos de inestabilidad. A diferencia de las fuentes terroristas, de las que se conocen cuadros y mandos, las bandas criminales operan sin exhibir a los beneficiarios superiores, a los grandes “capos” y padrinos con enorme capacidad para permanecer al margen y seguir maniobrando. Cada que les pisan los talones aparecen intermediarios que son juzgados como si fueran los verdaderos cabecillos que simplemente... cambian las rutas y alterar la geopolítica cuando llegan, como ahora en México, los tiempos del reacomodo. Todo lo demás, duele decirlo, es tenebrosa escenografía.
Pese a ello, el “descubrimiento” de los cuerpos policíacos ibéricos obliga a examinar perspectivas y detectar orígenes. No hacerlo y cruzarse de brazos sólo revelaría, como están dándose las cosas, una deplorable complicidad en los más altos niveles de la política vernácula. Además, claro, no falta mucho para que las malas cuentas las paguemos los mexicanos.
POLÉMICA
Por supuesto, el drama mayor tiene que ver con el tráfico de drogas. La pujante Unión Europea, con una moneda sólida que empieza a enfrentar los efectos recesivos estadounidenses, resulta un excepcional atractivo para los diseñadores de la geografía del crimen. Sobre todo por la amplitud de un mercado de consumo con muy alto poder adquisitivo. Por desgracia, el uso de estupefacientes es tan cotidiano en la región como el sexo y la promiscuidad. Y todo porque se ha confundido la libertad –de la que no se gozaba en España hace poco más de tres décadas-, con el “destape” y el desenfreno.
El campo es propicio, por tanto, para la expansión de los cárteles. Y éstos requieren, por supuesto, de las habituales cortinas de humo para proceder detrás de ella, en los sótanos de la vida institucional, sin ser molestados claro. Por ejemplo, desviar la atención hacia la propagación de los delitos comunes, mediando mafias de importación, es una fórmula que diluye cuanto se relaciona con la crecida imparable e incesante del consumo de drogas en distintos niveles de la sociedad. Ya ni siquiera existen restricciones para consumirla en los centros de desfogue nocturno en pleno auge de la tolerancia.
Los fenómenos se tocan. Y hay evidencias de ello que no pueden ocultarse más. ¿Llegaremos al punto de que la sociedad, a falta de gobierno, deba tomar provisiones incluso en contra de quienes alegan protegerla?
POR LAS ALCOBAS
La Expo de Sevilla, en los albores de la década de los noventa y cuando Barcelona se convertía igualmente en sede olímpica, concitó a la curiosidad universal. En la Isla de la Cartuja se construyeron espléndidos stands con representaciones de todo el mundo y exhibiciones de excepcional calidad.
Fue entonces cuando el presidente de Colombia pretendió iniciar una cruzada para desagraviar a la “coca”, tranquilizante y medicinal, separándola de la cocaína, la droga que requiere de un refinamiento especial para salir al mercado. Y decidió transportar, hacia la Expo, algunas plantas de coca para explicar las bondades de la misma ante el heterogéneo auditorio. Por supuesto, al detectarse el contenido de las maletas presidenciales, el mandatario fue detenido en la aduana española durante unas horas.
Más allá del incidente diplomático, que la prudencia del colombiano evitó pasara a mayores, lo notable fue la celeridad de las autoridades para descubrir el cargamento. ¿Sucedería lo mismo en la actualidad? Francamente, lo dudamos. ¿Qué ha cambiado entonces? Abundaremos.
Tras el sacudimiento político que significó la primera alternancia en 2000 fueron evidentes los reacomodos de los clanes financieros lo mismo que los de las bandas criminales. El entonces procurador, el general Rafael Macedo de la Concha, quien en su cargo anterior como procurador militar había soslayado los enlaces entre las mafias y los cuadros castrenses, explicó las dificultades por perseguir a los cabecillas de los grupos delictivos, sobre todo los “cárteles” en fase de expansión, dada la capacidad de los mismos por modificar las rutas vadeando con ello a sus supuestos perseguidores. Tal fue el argumento central para justificar la lenta reacción oficial ante el fenómeno.
Ocho años más tarde, en este 2008 en que las declaraciones gubernamentales rebosan optimismo, el fenómeno se extiende hacia otros continentes y amenaza a las naciones del primer mundo con tanta fuerza como la del terrorismo internacional. Los andares de los criminales han modificado objetivos y destinos para desviar hacia la Unión Europea a no pocas bandas y personajes con expedientes abiertos en los Estados Unidos, esto es descubiertos al fin después de haber medrado a sus anchas.
Desde 2007, los cuerpos de seguridad de España detectaron la arribazón de delincuentes con pasaportes venezolanos que utilizaban a México como trampolín para luego viajar con destino a Madrid y Barcelona, sobre todo. Al llegar a alguno de los aeropuertos de estas ciudades disponían de un croquis para poder introducirse ilegalmente a Europa a través de puertas y pasillos sin vigilancia lo que, sin duda, es prueba contundente de los alcances de la corrupción oficial.
En los meses recientes la oleada de delitos, sobre todo en España, ha disparado las alertas. Para quienes conocemos el modus operandis de las bandas mexicanas ha sido sencillo establecer la similitud de las rutinas, como los asaltos con violencia a casas habitación, amarrando con corbatas a las víctimas y amagando igualmente a sus hijos menores, o mediando los llamados “alunizajes” porque estrellan las “lunas” –esto es las vidrieras- de establecimientos comerciales impactándolas con vehículos todo terreno para proceder después a robar cuanto queda a su disposición. También han comenzado a darse secuestros exprés con idéntica metodología a la utilizada cotidianamente en nuestro país.
Esto es: en materia de exportaciones sólo nos faltaba el crimen. Y el renglón ha sido cubierto con singular eficiencia y excepcional impunidad. Porque si en España la opinión pública fustiga a los funcionarios aeroportuarios por descuidarse y permitir el paso franco de tan deleznables inmigrantes, igualmente deberían pedirse cuentas a las autoridades mexicanas incapaces de detectar a quienes usan la ruta por México seguros de no ser descubiertos o, peor aún, con garantías de transitar por nuestro territorio y salir del mismo sin el menor agobio. Igualmente cabría preguntar en donde están los radares estadounidenses para detectar a los facinerosos cuando están al alcance de los agentes norteamericanos.
El hecho es que, sobre suelo abonado, las bandas se desplazan con la mayor facilidad entre América y el viejo continente. Ya han aparecido incluso algunos “maras salvatruchas” en las poblaciones circundantes a Madrid en donde la inmigración ilegal se asienta con mayor facilidad ada la urgencia de mano de obra barata. De ello, claro, se aprovechan los facinerosos.
Pero, desde luego, lo más llamativo es la disponibilidad de pasaportes venezolanos, obtenidos en México, para iniciar los periplos hacia Europa. Esto significa que, debajo del agua, existe un notable contubernio para habilitarles de documentos falsos a pesar del supuesto “enfriamiento” en las relaciones bilaterales entre nuestro país y la nación sudamericana tras los torpes exabruptos entre el mesiánico Hugo Chávez y el locuaz Vicente Fox en 2005. ¿Meras coincidencias?
MIRADOR
El mayor número de inmigrantes hacia España procede de las costas de África, concretamente de Marruecos, y de Europa del este, específicamente de Rumania –una nación de raíces latinas recientemente incorporada a la Unión Europea a pesar de sus tremendas asimetrías económicas con los países líderes de la región-. Mas de un millón de personas de estas nacionalidades han logrado “colarse” sin mayores contratiempos –con no poca negligencia de los españoles que observan estos flujos como necesarios para cubrir las plazas duras que ya no quieren los hispanos-.
De inmediato aparecen los inmigrantes latinoamericanos con ecuatorianos, bolivarianos, peruanos, colombianos y ahora venezolanos, a la cabeza. Los mexicanos ni siquiera figuran en la relación considerándose que optan por el norte de sus fronteras para internarse a la nación más poderosa del planeta también para desempeñar tareas de difícil ejecución y con pésima paga. Por supuesto, se entiende que se han extremado las medidas de seguridad para intentar “filtrar” a los viajeros que llegan desde los países señalados si bien, a últimas fechas, también se han extendido hacia los procedentes de México.
Pero, ¿cómo es que pueden obtenerse fácilmente los pasaportes de Venezuela en México? Si bien en buen número puede tratarse de falsificaciones, el hecho es que se utiliza tales salvaconductos para vadear los filtros aduanales sobre suelo nacional. Ello demuestra, por supuesto, que las tensiones diplomáticas resultan un espléndido camuflaje que posibilita resguardos y operaciones subterráneas a vista y paciencia de las autoridades coludidas. No se requiere ser un experto para llegar a esta conclusión.
No puede soslayarse otro hecho notable: el interés de sendos gobiernos, el mexicano y el venezolano, por regularizar las deterioradas relaciones bilaterales en un momento en el que las tensiones continentales se extienden para beneplácito de quienes siempre pescan a río revuelto y luego esconcen las manos, disimulando. Tanto el señor Chávez como el señor Calderón han podido semblantearse a gusto, tratando de no agredirse verbalmente, aun cuando las andanadas verbales surgen del ex presidente Fox, obviamente aleccionado para servir de testaferro. Una perspectiva ideal, digo, para extender la vulnerabilidad de los pasos fronterizos a favor de los viajeros venezolanos. Y como Colombia tiene la fama de ser proveedor de cocaína se vuelca la atención hacia este derrotero.
En estas condiciones, la flexibilidad diplomática sirve de excelente escaparate o de gran cortina de humo para habilitar a las operaciones y los cargamentos humanos con destino a España en donde, claro, las semillas del mal se convierten en cosechas deplorables.
Nos queda clara, ante estas evidencias, la habilitación de los proyectos de inestabilidad. A diferencia de las fuentes terroristas, de las que se conocen cuadros y mandos, las bandas criminales operan sin exhibir a los beneficiarios superiores, a los grandes “capos” y padrinos con enorme capacidad para permanecer al margen y seguir maniobrando. Cada que les pisan los talones aparecen intermediarios que son juzgados como si fueran los verdaderos cabecillos que simplemente... cambian las rutas y alterar la geopolítica cuando llegan, como ahora en México, los tiempos del reacomodo. Todo lo demás, duele decirlo, es tenebrosa escenografía.
Pese a ello, el “descubrimiento” de los cuerpos policíacos ibéricos obliga a examinar perspectivas y detectar orígenes. No hacerlo y cruzarse de brazos sólo revelaría, como están dándose las cosas, una deplorable complicidad en los más altos niveles de la política vernácula. Además, claro, no falta mucho para que las malas cuentas las paguemos los mexicanos.
POLÉMICA
Por supuesto, el drama mayor tiene que ver con el tráfico de drogas. La pujante Unión Europea, con una moneda sólida que empieza a enfrentar los efectos recesivos estadounidenses, resulta un excepcional atractivo para los diseñadores de la geografía del crimen. Sobre todo por la amplitud de un mercado de consumo con muy alto poder adquisitivo. Por desgracia, el uso de estupefacientes es tan cotidiano en la región como el sexo y la promiscuidad. Y todo porque se ha confundido la libertad –de la que no se gozaba en España hace poco más de tres décadas-, con el “destape” y el desenfreno.
El campo es propicio, por tanto, para la expansión de los cárteles. Y éstos requieren, por supuesto, de las habituales cortinas de humo para proceder detrás de ella, en los sótanos de la vida institucional, sin ser molestados claro. Por ejemplo, desviar la atención hacia la propagación de los delitos comunes, mediando mafias de importación, es una fórmula que diluye cuanto se relaciona con la crecida imparable e incesante del consumo de drogas en distintos niveles de la sociedad. Ya ni siquiera existen restricciones para consumirla en los centros de desfogue nocturno en pleno auge de la tolerancia.
Los fenómenos se tocan. Y hay evidencias de ello que no pueden ocultarse más. ¿Llegaremos al punto de que la sociedad, a falta de gobierno, deba tomar provisiones incluso en contra de quienes alegan protegerla?
POR LAS ALCOBAS
La Expo de Sevilla, en los albores de la década de los noventa y cuando Barcelona se convertía igualmente en sede olímpica, concitó a la curiosidad universal. En la Isla de la Cartuja se construyeron espléndidos stands con representaciones de todo el mundo y exhibiciones de excepcional calidad.
Fue entonces cuando el presidente de Colombia pretendió iniciar una cruzada para desagraviar a la “coca”, tranquilizante y medicinal, separándola de la cocaína, la droga que requiere de un refinamiento especial para salir al mercado. Y decidió transportar, hacia la Expo, algunas plantas de coca para explicar las bondades de la misma ante el heterogéneo auditorio. Por supuesto, al detectarse el contenido de las maletas presidenciales, el mandatario fue detenido en la aduana española durante unas horas.
Más allá del incidente diplomático, que la prudencia del colombiano evitó pasara a mayores, lo notable fue la celeridad de las autoridades para descubrir el cargamento. ¿Sucedería lo mismo en la actualidad? Francamente, lo dudamos. ¿Qué ha cambiado entonces? Abundaremos.