La realidad, canija que es
María Teresa Jardí
Los países como las personas, a veces, se tornan en mejores y otras en espacios o seres irreconocibles. A veces pasa, incluso, con los familiares más cercanos y con el país donde se vive y eso es lo que ha sucedido con México o quizá, lo que sucede es que siempre fueron así, las personas y los países, y algunos quisimos verlos como lo que no estaban destinados a ser y la realidad, canija que es, acabó por abrirnos los ojos de manera, a veces, terriblemente dolorosa.
Llevo años escuchando que estoy equivocada cuando digo lo que veo venir, que no es el momento de actuar, que hay que tener tranquilidad, que hay que saber esperar, que la paciencia es una virtud y la indignación un defecto, etc.
Por estos días, curiosamente he recibido llamadas y correos de los más inteligentes, azorados, por fin, por lo que les han dicho, otros, que viene. Un amigo me decía que le habían susurrado que, a partir de enero, se iba a militarizar el país. Alguno de ellos, de los que no quisieron antes escuchar, incluso nos envió un generoso y agradecible regalo para que no pasáramos la Navidad tan pobres. Otros, incluso familiares, siguen tirando a la basura todo lo que escribo y lo que escriben otros que también les envío. No quieren enterarse de lo que ya está aquí y piensan que comprando, comprando, comprando, como les indica la telebasura que hagan, las cosas van a seguir siempre bien para ellos.
Claro también están los pensantes que, como yo, vieron siempre lo que venía y lo denunciaron, y no se asombran y buscan, con otros, también pensantes, cómo enfrentarlo. Son los menos, pero son aquellos con los que se van haciendo más grandes cada día los afectos y los que generan la esperanza de que, pese a todo, el otro mundo posible puede construirse incluso en México.
Algo similar es lo que ocurre con López Obrador incluso con los miembros de su propio partido, los que, además, necesitan los votos del movimiento ciudadano, seguidor de AMLO, inclusive para prevalecer como partido.
Los clasemedieros intelectuales a modo del sistema pagan desplegados porque "se les cancela el derecho de comparar a AMLO con Chávez", mientras Chávez, a quien los intelectuales a modo mexicanos le dan risa, concretiza la hazaña de la entrega de rehenes a pesar de la oposición del colombiano Uribe, otro a modo, como FeCal, del imperio yanqui.
No es un Chávez AMLO. Ojalá y lo fuera. No, no es un Chávez y quién sabe si tenga madera para convertirse en el conductor que el país necesita. AMLO se equivocó al no llamar a tomar puentes cuando se nos imponía a un usurpador legalizando el fraude y a la vista están ya, incluso, para los que se niegan a ver las consecuencias que vienen.
Por querer quedar bien con los corruptos empresarios, se cegó AMLO en el momento justo de tomar decisiones valientes de cara a no hacer vivir al pueblo la militarización que se avecina, como regalo de un año que pinta para ser, en todos sentidos, nefasto para los mexicanos.
No es que enero vaya a ser un mes negro para los mexicanos. Para México vienen muchos años negrísimos:
de represión y más pobreza para millones y más corrupción e impunidad para las mafias gobernantes.
Y, sí, Marx, más vigente que nunca, probará nuevamente que tenía razón en lo de que: las propias contradicciones del sistema son las que acaban con el sistema. Y, sí, efectivamente, también se anuncia que lo que viene es el principio del fin del imperio yanqui, pero a un costo altísimo, por culpa de loas imperdonables apátridas tecnócratas neoliberales, que el pueblo mexicano no tenía por que padecer.
Ni Guantánamo es suficientemente malo para que paguen ahí por sus graves crímenes Salinas, Zedillo, Fox y Calderón.
Los países como las personas, a veces, se tornan en mejores y otras en espacios o seres irreconocibles. A veces pasa, incluso, con los familiares más cercanos y con el país donde se vive y eso es lo que ha sucedido con México o quizá, lo que sucede es que siempre fueron así, las personas y los países, y algunos quisimos verlos como lo que no estaban destinados a ser y la realidad, canija que es, acabó por abrirnos los ojos de manera, a veces, terriblemente dolorosa.
Llevo años escuchando que estoy equivocada cuando digo lo que veo venir, que no es el momento de actuar, que hay que tener tranquilidad, que hay que saber esperar, que la paciencia es una virtud y la indignación un defecto, etc.
Por estos días, curiosamente he recibido llamadas y correos de los más inteligentes, azorados, por fin, por lo que les han dicho, otros, que viene. Un amigo me decía que le habían susurrado que, a partir de enero, se iba a militarizar el país. Alguno de ellos, de los que no quisieron antes escuchar, incluso nos envió un generoso y agradecible regalo para que no pasáramos la Navidad tan pobres. Otros, incluso familiares, siguen tirando a la basura todo lo que escribo y lo que escriben otros que también les envío. No quieren enterarse de lo que ya está aquí y piensan que comprando, comprando, comprando, como les indica la telebasura que hagan, las cosas van a seguir siempre bien para ellos.
Claro también están los pensantes que, como yo, vieron siempre lo que venía y lo denunciaron, y no se asombran y buscan, con otros, también pensantes, cómo enfrentarlo. Son los menos, pero son aquellos con los que se van haciendo más grandes cada día los afectos y los que generan la esperanza de que, pese a todo, el otro mundo posible puede construirse incluso en México.
Algo similar es lo que ocurre con López Obrador incluso con los miembros de su propio partido, los que, además, necesitan los votos del movimiento ciudadano, seguidor de AMLO, inclusive para prevalecer como partido.
Los clasemedieros intelectuales a modo del sistema pagan desplegados porque "se les cancela el derecho de comparar a AMLO con Chávez", mientras Chávez, a quien los intelectuales a modo mexicanos le dan risa, concretiza la hazaña de la entrega de rehenes a pesar de la oposición del colombiano Uribe, otro a modo, como FeCal, del imperio yanqui.
No es un Chávez AMLO. Ojalá y lo fuera. No, no es un Chávez y quién sabe si tenga madera para convertirse en el conductor que el país necesita. AMLO se equivocó al no llamar a tomar puentes cuando se nos imponía a un usurpador legalizando el fraude y a la vista están ya, incluso, para los que se niegan a ver las consecuencias que vienen.
Por querer quedar bien con los corruptos empresarios, se cegó AMLO en el momento justo de tomar decisiones valientes de cara a no hacer vivir al pueblo la militarización que se avecina, como regalo de un año que pinta para ser, en todos sentidos, nefasto para los mexicanos.
No es que enero vaya a ser un mes negro para los mexicanos. Para México vienen muchos años negrísimos:
de represión y más pobreza para millones y más corrupción e impunidad para las mafias gobernantes.
Y, sí, Marx, más vigente que nunca, probará nuevamente que tenía razón en lo de que: las propias contradicciones del sistema son las que acaban con el sistema. Y, sí, efectivamente, también se anuncia que lo que viene es el principio del fin del imperio yanqui, pero a un costo altísimo, por culpa de loas imperdonables apátridas tecnócratas neoliberales, que el pueblo mexicano no tenía por que padecer.
Ni Guantánamo es suficientemente malo para que paguen ahí por sus graves crímenes Salinas, Zedillo, Fox y Calderón.