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jueves, 27 de diciembre de 2007

Historia de un crimen

Revista Proceso

COLIMA, Col., 26 de diciembre (apro).- El pasado 27 de octubre, Francisco Chamery Méndez, miembro del Supremo Consejo de la Gran Logia del Sutroeste, se despidió de sus amigos luego de haber presentado su novela, titulada Toño Latas, en la que denuncia cacicazgos y corrupción con el tráfico de tierras y recursos naturales en el ejido Plan de Méndez, en la zona de conflicto limítrofe entre Colima y Jalisco.

Eran casi las 11 de la noche, cuando subió a su camioneta y enfiló rumbo a su casa. Sin embargo, nunca llegó a su destino.

Su cadáver fue encontrado ocho días después, el 5 de noviembre, en un paraje cercano al poblado de Mazamitla, Jalisco, y su vehículo fue ubicado en Poza Rica, Veracruz.

La Procuraduría General de Justicia del Estado pronto dio con los presuntos responsables del crimen de Chamery Méndez: Telésforo Hernández Hernández y/o Francisco Cortés Atzim y su pareja, María del Rocío Martínez Elizondo, quienes, según la PGJE, cometieron el asesinato en venganza porque el escritor se había negado a pagarles algunos trabajos de costura que le hicieron.

Las autoridades un par de datos más: que los presuntos asesinos vaciaron la tarjeta de crédito que llevaba consigo su víctima y que, además, vendieron la camioneta, de ahí que ésta haya aparecido en Poza Rica. El pasado martes 18, un juez dictó orden de formal prisión a Telésforo Hernández Hernández y/o Francisco Cortés Atzim y María del Rocío Martínez Elizondo,.

La investigación del caso no satisfizo a compañeros de trabajo y amigos cercanos de Chamery.

Por ejemplo, el catedrático universitario, Ricardo Ante Villalobos, una de las últimas personas que vio con vida a Chamery, pone en duda el trabajo desarrollado por la procuraduría estatal, a partir de que, dice, la la investigación se dirigió sobre una línea nada más.

Apuntala su hipótesis con datos duros. Afirma que Chmery era cinta negra, el más alto grado en la disciplina de karate, por lo cual se le hace difícil suponer que dos personas lo hayan podido someter. “Para mí, eso es ilusorio. Creo que de menos fue golpeado, lo que me hace pensar que hubo más gente en su secuestro y asesinato, y que los detenidos, a final de cuentas, sólo fueron empleados de otros más poderosos que acabaron con su vida por haber afectado sus intereses”, dice.

Ante Villalobos, quien prestó su domicilio para la presentación del libro de su amigo aquel 27 de octubre, refiere, en entrevista, que Chamery era un hombre honesto. Por esa razón, le cuesta trabajo creer la versión de la procuraduría estatal de que debía dinero a sus victimarios.

Apunta: “A aquellos que tratan de ensuciar su nombre diciendo que no pagaba por un trabajo, les digo que no, que eso es ridículo”.

Sostiene que la muerte de Chamery está vinculada con sus actividades como luchador social. Recuerda que su amigo estorbaba a grandes intereses y, como ejemplo, menciona el papel que desempeñó en el conflicto limítrofe entre los estados de Colima y Jalisco, detrás del cual, subraya, están la disputa por 55% de las reservas probadas de mineral de hierro.

Originario de Uruapan, Michoacán, Francisco Chamery residía en Colima desde 1980, a donde llegó como delegado del Programa Nacional de Desarrollo Forestal, en el sexenio de la gobernadora Griselda Álvarez Ponce de León. Con título de maestro normalista, en 1972 se graduó como ingeniero agrónomo en la Universidad Autónoma Chapingo, especializándose en la protección de los bosques.

En 1990, dejó el servicio público e incursionó como empresario en el ramo de la construcción y compañías madereras. En esa actividad estuvo poco tiempo. Retirado de los negocios, empezó a escribir y fundó una empresa editorial denominada Lugachamery, a través de la cual publicó la tesis de filosofía de su hija Adriana, un ensayo histórico propio sobre las luchas liberales de occidente y su novela Toño Latas.

Según sus familiares y amigos, Chamery dejó dos libros inéditos: uno sobre Ramona Murguía, la mujer que asesinó al guerrillero Vicente el Indio Alonso, y otro llamado La espada del general, sobre la presencia de Lázaro Cárdenas en Colima, quien donó una espada a la logia de esta localidad.



“Si habla como pato…”

Miembro de la masonería desde hace casi 30 años, Chamery ocupó, dentro de la Logia Suroeste, a mediados de los noventas, el puesto de “Muy Respetable Gran Maestro” y, posteriormente, se incorporó al Supremo Consejo de esa organización en Colima.

Enrique Ceballos Ramos, fundador de la editorial independiente Tierra de Letras, otra de las personas que estuvieron en la presentación de la novela Toño Latas, coincide con Ricardo Ante en que no se puede descartar la posibilidad de que la muerte de Chamery esté relacionada con la denuncia que hizo en su libro.

“Reza el dicho que ‘si habla como pato y camina como pato, puede ser que sea pato’, y lo digo porque resulta extraño que su asesinato haya ocurrido precisamente en esta coyuntura, el mismo día que presenta el libro. A lo mejor hubo problemas de índole personal. Queda la posibilidad de seguir investigando”, indica.

A juicio de Valentín Arreola Mendoza, autor del prólogo de la novela de Chamery, el personaje central, Toño Latas, representa a un hombre “vengativo, tendencioso, corrupto, rencoroso, caprichoso, falaz, deshonesto”, que es el “jefe real, verídico y actual, que toma las decisiones más importantes en el ejido Plan de Méndez. Además, continúa con la descripción, compra voluntades en las altas esferas gubernamentales y es dueño casi absoluto de una zona rural, motivo en la actualidad de un grave conflicto de límites entre colimenses y jaliscienses”.

Añade que, a pesar de las condiciones sociales, económicas y políticas que prevalecen en la disputa territorial y que, según él, responden a turbios intereses empresariales, turísticos, mineros, industriales y comerciales, el autor de la novela “resalta un fenómeno latente aún en esta región del país: la supervivencia de los cacicazgos rurales, desgraciadamente nefastos para el progreso de la importante población marginada y empobrecida del municipio de Minatitlán”.

Ricardo Ante sostiene que la novela de Chamery tiene para esta región la importancia que tuvo la Rosa Blanca, de Bruno Traven, donde denunciaba a las compañías petroleras que despojaban de sus propiedades a los rancheros y se cometían crímenes.

“Hay algo irregular en la apropiación de los terrenos de los ejidatarios en Minatitlán, Plan de Méndez y Ayotitlán, donde, por medio de un comisariado ejidal apócrifo, consiguen actas de asambleas ejidales y en Jalisco se certifican como si fueran válidas: este personaje sí existe, y esto les da a los empresarios de la mina la posibilidad de irse quedando con las parcelas y explotarlas con pagos irrisorios para la gente”, menciona.

--¿A qué atribuye que la procuraduría se haya ido con la primera versión del crimen?

--Ellos están para resolver problemas y, en cuanto pueden, los echan fuera… Los problemas son una brasa para ellos y tratan de quitárselos de encima. No creo que nadie de la procuraduría, de los que llevan el caso, haya leído el libro; que el agente del Ministerio Público lo haya tomado en cuenta.

La familia de Francisco Chamery inicialmente pensó que su muerte estuvo relacionada con la publicación de su libro. Con el paso de los días, sin embargo, esa hipótesis ya quedó atrás. Adriana decidió dejar las cosas en paz, “dejar tranquilo todo”.

Es más, ya manifestaron su agradecimiento a la Procuraduría de Justicia y a los compañeros de su padre en la logia por el “apoyo incondicional”. “Creo que gracias a ellos se encontró a mi papá en el tiempo que se hizo”, dice.

Y explica: “Teníamos la incertidumbre de que no apareciera y de que nunca supiéramos dónde quedó. Entonces, la procuraduría hizo una gran labor, desde detener a las personas, saber quiénes son y que realmente les dijeran dónde estaba. Alguien nos decía que, desafortunadamente, no llegaron a tiempo de que estuviera vivo, pero al menos ya sabemos dónde está. Y se solucionó: están detenidas las personas que deben estarlo”.

La joven añade: “Si lo mataron por lo que escribió o por venganza, eso ya quedó atrás, lo preocupante es la violencia que impera hoy día”.

Adriana Chamery indica que seguramente su padre habría peleado porque se esclareciera un acontecimiento similar, pues “era combativo y no le gustaba dejarse. Pero mi mamá y mi hermano, quieren dejar tranquilo todo”.