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jueves, 27 de diciembre de 2007

Los políticos causan risa

El Universal

Durante 2007 los políticos se pintaron con sus propias palabras. Hubo quienes cayeron en desatinos, enojos e insultos y, los menos, llegaron a perder el estilo

Los políticos dieron a los gobernados de qué reír en 2007, con sus dichos y sus actos, sus desatinos y enojos, sus insultos y el estilo perdido frente a los electores.

El desquite popular de reír a costa de personajes públicos se expresó cada día en reacción a las anécdotas que difundían los diversos medios periodísticos.

Del pasado que no se ha ido queda la frase escrita a este diario por la ex primera dama Marta Sahagún, que dibujó sonrisas de la clase media: “Mi familia era y es acomodada”.

Se pintaron con sus propias palabras, como el secretario de Salud, José Ángel Córdova, quien justificó que él y sus colegas del gabinete pernoctaran en la zona de desastre de Tabasco, en hoteles de superlujo, como se publicó en estas páginas: “La verdad es que es bastante agotador todo lo que se ha tenido que hacer”.

Los pensadores simplificaron sus pensamientos con metáforas fáciles, como el secretario general del PRD, José Guadalupe Acosta Naranjo, quien sobre la suerte del IFE, disertó:

“No vayamos a salir como dijo ‘El Perro’ Bermúdez (cronista de futbol), con un tirititito de Consejo General”.

Como en pocos años, los políticos vieron amenazada su bis cómica por la presencia de delincuentes locuaces o singulares.

De hecho, la frase del año se la llevó el chino Zhenli Ye Gon, quien dijo que Javier Lozano, antes de ser secretario del Trabajo, le llevó a esconder los más de 200 millones de dólares en billetes, con la amenaza de “copelas o cuello”. El relato fantástico arrancaba lágrimas de hilaridad.

El público mexicano vio pasar en los espacios de los medios periodísticos personajes reales, que superaron a las novelas, como La Reina del Pacífico, Sandra Ávila Beltrán, una mujer atractiva, desenfadada, protagonista de una vida casi mítica.

La arena política volvió por sus fueros, cuando al parecer el delito los desplazaba de la atención general: El presidente del gobierno legítimo le corrigió la plana a los de casa, por moderados que “no son más que conservadores más despiertos”. Alejandro Encinas, aspirante a la dirigencia del PRD fue más allá, y los calificó de simples “modositos”.

De ese flanco izquierdo de la vida pública, emanó la anécdota de la visita de Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del DF, a San Juan Ixtayopan (escenario de los linchamientos de noviembre de 2004), donde su esposa Mariagna Prats dio la nota.

Fueron diez minutos de euforia ante los micrófonos, en aquel barrio, donde dijo que Ebrard, “a parte de que es jefe de Gobierno, es mi amor”.

Los apuros en la izquierda estuvieron en la boca del diputado Javier González Garza y de la presidenta de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta (PRD).

González Garza aclaró a Andrés Manuel López Obrador —exigente de que votaran contra el gasolinazo— que su bancada “tenía los pantalones bien puestos, igual que los calzoncillos”.

Zavaleta, sobreviviente de una lluvia de fuego amigo, por no haber abominado al presidente Felipe Calderón, mató el ataque con una breve contraofensiva: “Gritan como si fuera la mujer de su casa”.

Aunque había historias como para no extrañar al ex jefe del Ejecutivo, Vicente Fox apareció en una memorable gira por Estados Unidos, en la que afinó su estilo personal.

“¿Qué pasó con la camioneta Hummer?”, le preguntó la periodista de CNN en español, Claudia Palacios.

Fox la salvó de su error:

“Fíjate cómo te han engañado a ti también, esa camioneta es del Estado Mayor Presidencial”.

Días antes, una persona le gritó:

“¡Fox, regresa lo que te robaste!”

A los periodistas les aclaró que “no es mío ese rancho; no son mías esas propiedades; no son mías esas cabañas en esos terrenos”.

El senador Manlio Fabio Beltrones (PRI) encontró una explicación al acertijo: “Hay que cercar el rancho y dejar adentro a los locos”.

Si los niños y los borrachos dicen siempre la verdad, esa máxima se puede aplicar a lo que ocurrió entre la presidenta del magisterio, Elba Esther Gordillo, y una niña que se negó a ser abrazada por la mujer más poderosa del país, el 21 de mayo, en Tonatico, México.

Cuando parecía que de risas y sorpresas el país estaba saciado, la opinión pública escuchó a uno de los hombres más serios hablar con el lenguaje más bajo que haya.

Y es que el ministro de la Suprema Corte, Genaro Góngora Pimentel, dramatizó su argumento en contra del gobernador de Puebla, Mario Marín, al leer textual el famoso diálogo del gobernante con Kamel Nacif, con las groserías de la versión original, la de “mi góber precioso, mi héroe chingaos”, en la que el poblano dijo: “ayer acabé de darle un pinche coscorrón a esta vieja cabrona”.