AL ESPURIO LE SIGUE LLOVIENDO EN SU MILPITA

Calderón y su Diálogo Bajo censura

Por Eduardo Ibarra Aguirre

Retrocedió el absolutismo presidencialista y su fastuoso ceremonial que nada tiene de republicano y menos aún de democrático, el primer sábado de septiembre en San Lázaro, a cambio de que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa entregara por escrito el I Informe de Gobierno al Congreso de la Unión en cuatro minutos y con un mensaje protocolario, pero en ausencia de la presidenta Ruth Zavaleta Salgado y los legisladores perredistas y petistas.

La Presidencia de la República y el duopolio televisivo censuraron en la cadena nacional el discurso de la diputada, pronunciado previamente a la consumación del retroceso. Éste fue producto de una negociación con los legisladores de los partidos de la Revolución Democrática y del Trabajo. Los de Convergencia por la Democracia permanecieron en el salón de plenos con todo y los 5 millones de votos que dicen aportaron “cuando menos” a la coalición Por el Bien de Todos.

En su parte medular el discurso de Zavaleta plantea: “Les comunico que procederé a retirarme de esta tribuna. No puedo aceptar recibir un documento de quien proviene de un proceso electoral legalmente concluido, pero cuestionado en su legitimidad por millones de mexicanos”.

A renglón seguido arribó Calderón al Palacio Legislativo y la transmisión de Cepropie siguió hasta el más mínimo de sus movimientos, incluido un afán por permanecer el mayor tiempo posible, para lo cual saludó de mano a cuanto panista y priísta estuviera dispuesto a hacerlo.

Pero antes, junto al ominoso acto de censura cometido, Calderón Hinojosa convirtió en dos ocasiones al panista Cristian Castaño Contreras en “señor presidente”. Para colmo de la insensatez convocó, violentando el acuerdo multipartidario, “al diálogo público y directo” a los legisladores.

Para Francisco Javier Ramírez Acuña --un monumento a la represión política como método predilecto de gobernar, sólo superado por su jefe institucional--, el día 1 fue “un triunfo de la civilidad, de la responsabilidad y de una visión de futuro en el campo de la política”.

Muy poco tiene de civilidad y de responsabilidad incumplir los acuerdos pactados con la segunda fuerza parlamentaria del país, agraviada como aún está por lo que llaman fraude electoral del 2 de julio de 2006, presionada como ninguna para no negociar políticamente con el gobierno y estimulada desde los círculos oficiales para dividirse.

El primer acuerdo político significativo entre los legisladores panistas y perredistas, entre el primer empleado del país y los partidarios de Andrés Manuel López Obrador , muestra claros incumplimientos a lo suscrito por la parte gubernamental, falta de seriedad y el predominio de una visión inmediatista y frívola, sólo explicable por la necesidad de saciar la hambruna que padece el abogado y economista en materia de reconocimiento ciudadano y de aplausos.

No otra cosa pone de relieve la faraónica ceremonia montada el día 2, en Palacio Nacional, para que el michoacano atiborrara de cuentas alegres –618 mil nuevos empleos en un semestre, mientras las estadísticas del INEGI prueban todo lo contrario-- y de buenos propósitos, recibiera los honores de rigor, ovaciones y reconocimientos de los suyos y sus partidarios, de los que lo encumbraron en Los Pinos, porque el Congreso de la Unión se los negó.

Dicho de otro modo: el retroceso sufrido el sábado por el absolutismo presidencialista y los rituales heredados del priísmo, fueron reivindicados menos de 24 horas después. Por cierto, con un serio costo para la credibilidad presidencial y la capacidad de interlocución, para tender nuevos puentes con el partido del sol azteca y sus aliados.

Con todo, el formato estrenado el 1 de septiembre de 2007 llegó para quedarse, previa reforma legislativa, por más desfiguros que haga el grupo gobernante