UN MAFIOSO EN LA PRESIDENCIA

El Diluvio Que Viene

Gerardo Fernández Casanova

El mafioso que se robó la presidencia presentó su innovador espectáculo circense el pasado fin de semana, en torno a la obligación constitucional de entregar al Congreso un informe sobre el estado de la Nación. Mediante tortuosas negociaciones con las bancadas de oposición, logró un acuerdo para hacerse presente en el recinto legislativo para hacer entrega física del documento de informe, previo el retiro de los diputados y senadores del Frente Amplio Progresista, sin excepción. La presidenta de la Cámara de Diputados, la perredista Ruth Zavaleta, anunció el referido retiro aduciendo la improcedencia de recibir y, por tanto, reconocer a quien es usurpador de la institución presidencial por la vía del fraude electoral.

Así, de manera vergonzante y en calidad de simple cartero, el tal Calderón se acercó al presidium donde lo recibió el vicepresidente de la Cámara de Diputados y, micrófono en mano, dio el recado que acompañó a la entrega y se retiró, representando una versión suave de la ilegitimidad de su toma de posesión. En satisfacción del ego disminuido a fuerza de oposición, al día siguiente se organizó su propia fiesta entre amigos, para leer su informe en Palacio Nacional y en cadena televisiva también nacional. Los que saben dicen que, en política, la forma es fondo y se confirma en el asunto que nos ocupa: forma y fondo expresan con claridad que el fraude electoral no se ha olvidado, no obstante los denodados esfuerzos de la mafia por hacerlo olvidar, incluidas las maniobras perversas que se han tratado de colar al interior del PRD o la absurda intención de encubrirlo al sacar del aire televisivo el mensaje de retiro de la presidenta del Congreso. La verdad sea dicha: aún con las maniobras cosméticas y mediáticas, Calderón naufraga en el mar de la ilegitimidad.

Aún, como dicen los buenos dialécticos, aceptando sin conceder, el régimen espurio demostró, con su peculiar manera de informar, que no sólo es ilegítimo por razón del fraude, sino también por su forma de encarar los problemas del país. El llamado informe no es más que un documento elaborado sobre las rodillas y pleno de mentiras que no mereció una mínima revisión previa a su presentación. Sirva como ejemplo un asunto intrascendente pero indicativo: Calderón dijo que había recibido en el recinto del Palacio Nacional al presidente de los Estados Unidos, lo cual es absoluta y públicamente falso; tal vez con ello materializó su sueño entreguista y lo exhibió. Igualmente mentiroso es todo el documento; dice que se crearon 600 mil empleos, cuando el órgano oficial encargado de dar esa información, el INEGI, reporta una disminución significativa; refiere los avances en la disminución de la pobreza, cuando el mismo organismo oficial reporta un aumento en la desigualdad. Así puede continuar un análisis para enumerar las mentiras. Otro análisis más complicado pero más dramático muestra lo que queda del iceberg por abajo, lo que el dicho informe oculta o soslaya. Entre otras cosas, no refiere el volumen record del déficit de la balanza comercial, siendo un indicador determinante del estado de la economía; no habla de los atropellos a los derechos humanos cometidos por el ejército y las fuerzas policiales en el supuesto combate al crimen organizado; no hace mención alguna de la persecución y encarcelamiento de luchadores sociales por el simple delito de ser tales; menos puede decir de la impunidad con que se desenvuelven quienes, junto con Fox y Marthita, se enriquecieron con cargo a la Nación. Omite decir que la educación está secuestrada por una nefasta y corrupta Elba Ester. Es mucho más lo que se dejó de decir.

Pero el peor agravio provocado por el teatro montado es la ceguera. Mientras el mundo entero se prepara para hacer frente a la crisis económica que se viene y adopta medidas correctivas para atenuarla, el régimen se regodea en una soñada fortaleza de las finanzas públicas, capaz de sortear con éxito lo que otros ven como desastre. El diluvio viene y el régimen no cuenta ni con una cáscara de nuez para enfrentarla. Es una muy grave irresponsabilidad insistir en fórmulas de política económica que han demostrado palmariamente su perversidad, cuando ya ni las nefastas instituciones financieras internacionales que las prohijaron creen en ellas, cuando los países emergentes las han desechado con éxito. Calderón insiste en fincar la posibilidad de progreso y bienestar en ser competitivos, pero no por ser más productivos, sino por ser más atractivos a la inversión extranjera, y esto, a base de otorgar facilidades que implican sacrificio a la justicia laboral o a la justicia distributiva; se insiste en competir con los demás países mediante la indignidad de ponerse de hinojos ante los banqueros españoles que, acompañados de su presidente, vienen a exigir condiciones favorables para sus negocios.

Hacer frente al diluvio que viene implica volcarse a fortalecer el mercado interno, protegerlo de las inversiones desempleadoras, soportarlo en la producción nacional y con insumos también nacionales; significa fortalecer prioritariamente a las empresas públicas y sanearlas de la tremenda corrupción que, como cáncer, las asfixia; implica la destrucción de cacicazgos sindicales que atrofian a la educación pública, o la operación de las empresas del Estado. Significa pues adoptar el Proyecto Alternativo de Nación. Pero esto es pedir peras al olmo. El espurio piensa en inglés, si es que piensa, pero además come en la mesa y en los platos de los privilegiados de siempre, a quienes el diluvio les tiene sin cuidado por suponerse a salvo en sus paraísos de opulencia. Quienes financiaron e impulsaron el fraude electoral mantienen la rienda tensa sin importar que sangre el hocico del caballito de palo que impusieron en Los Pinos.

Si a Calderón le queda algún resquicio de honestidad y de patriotismo tendrá que renunciar ahora que todavía se puede salvar a México. De no hacerlo el diluvio que viene arrasará con él, pero nos dañará enormemente.