CRONICA CONFIDENCIAL
Leopoldo Mendívil
No será crimen: será estupidez…
Cuando Luis Carlos Ugalde escuchó su nombre y su cargo -aun siendo el último- entre quienes fueron saludados por el presidente Calderón al iniciar su Primer Informe a la Nación, debió sentir el primer vuelco grato de su corazón.
Transcurrió el primer encuentro de ese tipo en nuestra historia ahí, en un Palacio Nacional abarrotado casi hasta las azoteas, y cuando el presidente abordó los temas políticos de profundidad, nuevamente el corazón y la adrenalina del presidente consejero del IFE se le arremolinaron en el pecho al escuchar que:
“Una democracia fuerte es condición indispensable para promover y alcanzar el desarrollo humano sustentable… Por eso, durante mi Gobierno hemos puesto especial atención a fortalecer nuestra vida institucional y democrática.”
Y es que justamente sobre esto último giraba la controversia, aún inconclusa en el Congreso legislativo, respecto de la Reforma Electoral en puerta.
Transcurrió la lectura de toda la concepción democrática presidencial hasta llegar al Instituto Federal Electoral, la institución señera que hizo posible encarrilar la vida electoral del país hasta que el año pasado sus ruedas-guía se salieron de los rieles. Pero Calderón dijo que ha sido testigo de la transición pacífica a la democracia y de la contribución de ese organismo a la trascendental tarea que pronto recibirá el renovado vigor de la reforma, expresiones que, obviamente, impulsaron cálidos flujos sanguíneos por las venas de quien ha vivido el último año de su existencia con el alma en un hilo, circunstancia dramática cuyos decibeles casi le ensordecieron por las últimas palabras presidenciales de este capítulo:
“He sido y seré siempre respetuoso de las autoridades electorales -remarcó el mandatario-. Cualquier esfuerzo por mejorar la fortaleza y la credibilidad de los procesos requerirá guardar un sano equilibrio entre el grado de consenso respecto de los procesos y las autoridades, y el continuo fortalecimiento de la autonomía y la capacidad de acción de tales órganos… Seré respetuoso de lo que los partidos resuelvan y de lo que el Congreso decida.”
El cubetazo le cortó la respiración. Ahí estaba -sintió- pronunciado su destino.., ¿pero qué quiso decir?
Y todos los oídos, y todas las pupilas del sector interesado en el asunto político electoral se encuentran apuntados desde ese instante hacia las comisiones legislativas de la materia, para capturar el momento en que se pronuncie el posible responso por el final de la gestión de Luis Carlos Ugalde al frente del Instituto Federal Electoral.
Pero si esa decisión viene como responso, el epitafio que se inscriba en la lápida del funcionario electoral podrá ser una gustosa aportación de Charles Maurice Talleyrand, el increíble francés de la revolución y el imperio:
“Eso no fue un crimen: fue una estupidez…”
Aunque otros espacios lo hayan previsto ya, nunca será suficiente repetirlo por si algún milagro aún pudiera modificar los equilibrios legislativos que juegan a aprobar reformas y a cobrar los votos. Las cabezas de Ugalde y sus compañeros consejeros electorales serían monedas de cambio suficientes para sacar adelante la reforma fiscal, aunque no se ve cómo sería convencido Dostoievsky de que eso no será el castigo por el crimen tipificado de fraude electoral que Andrés Manuel y sus huestes corearán por donde aún los escuchan -para que los escuchen más- asegurando que la decisión, integrada a la Reforma Electoral, será el reconocimiento cuasioficial de la usurpación…
Una estupidez que tal vez encubra las culpas reales de quienes siendo unos diputados y otros senadores en la anterior Legislatura, clausuraron su último período ordinario de sesiones al final del 2005 congelando unánimemente una iniciativa de reformas al Código Federal de Instituciones y Procesos Electorales que de haber sido aprobada, para la elección de julio de 2006 habría recortado las millonadas a los partidos, la duración a las campañas y las escandalosas ganancias a las cadenas televisivas. La intentona fue frenada, pero con ella otras propuestas que hubieran permitido al IFE manejar con mayor precisión el proceso electoral y ahora resulta que a la vuelta de casi dos años, muchos de aquellos diputados y senadores hoy son senadores y diputados, como permite nuestro respetadísimo Sufragio Efectivo; no Reelección, y aprobando ahora sí aquella intentona como si fuese su obra, borraran las responsabilidades que les tocan en los sucesos de aquel gris dos de julio antepasado…
Cuando Luis Carlos Ugalde escuchó su nombre y su cargo -aun siendo el último- entre quienes fueron saludados por el presidente Calderón al iniciar su Primer Informe a la Nación, debió sentir el primer vuelco grato de su corazón.
Transcurrió el primer encuentro de ese tipo en nuestra historia ahí, en un Palacio Nacional abarrotado casi hasta las azoteas, y cuando el presidente abordó los temas políticos de profundidad, nuevamente el corazón y la adrenalina del presidente consejero del IFE se le arremolinaron en el pecho al escuchar que:
“Una democracia fuerte es condición indispensable para promover y alcanzar el desarrollo humano sustentable… Por eso, durante mi Gobierno hemos puesto especial atención a fortalecer nuestra vida institucional y democrática.”
Y es que justamente sobre esto último giraba la controversia, aún inconclusa en el Congreso legislativo, respecto de la Reforma Electoral en puerta.
Transcurrió la lectura de toda la concepción democrática presidencial hasta llegar al Instituto Federal Electoral, la institución señera que hizo posible encarrilar la vida electoral del país hasta que el año pasado sus ruedas-guía se salieron de los rieles. Pero Calderón dijo que ha sido testigo de la transición pacífica a la democracia y de la contribución de ese organismo a la trascendental tarea que pronto recibirá el renovado vigor de la reforma, expresiones que, obviamente, impulsaron cálidos flujos sanguíneos por las venas de quien ha vivido el último año de su existencia con el alma en un hilo, circunstancia dramática cuyos decibeles casi le ensordecieron por las últimas palabras presidenciales de este capítulo:
“He sido y seré siempre respetuoso de las autoridades electorales -remarcó el mandatario-. Cualquier esfuerzo por mejorar la fortaleza y la credibilidad de los procesos requerirá guardar un sano equilibrio entre el grado de consenso respecto de los procesos y las autoridades, y el continuo fortalecimiento de la autonomía y la capacidad de acción de tales órganos… Seré respetuoso de lo que los partidos resuelvan y de lo que el Congreso decida.”
El cubetazo le cortó la respiración. Ahí estaba -sintió- pronunciado su destino.., ¿pero qué quiso decir?
Y todos los oídos, y todas las pupilas del sector interesado en el asunto político electoral se encuentran apuntados desde ese instante hacia las comisiones legislativas de la materia, para capturar el momento en que se pronuncie el posible responso por el final de la gestión de Luis Carlos Ugalde al frente del Instituto Federal Electoral.
Pero si esa decisión viene como responso, el epitafio que se inscriba en la lápida del funcionario electoral podrá ser una gustosa aportación de Charles Maurice Talleyrand, el increíble francés de la revolución y el imperio:
“Eso no fue un crimen: fue una estupidez…”
Aunque otros espacios lo hayan previsto ya, nunca será suficiente repetirlo por si algún milagro aún pudiera modificar los equilibrios legislativos que juegan a aprobar reformas y a cobrar los votos. Las cabezas de Ugalde y sus compañeros consejeros electorales serían monedas de cambio suficientes para sacar adelante la reforma fiscal, aunque no se ve cómo sería convencido Dostoievsky de que eso no será el castigo por el crimen tipificado de fraude electoral que Andrés Manuel y sus huestes corearán por donde aún los escuchan -para que los escuchen más- asegurando que la decisión, integrada a la Reforma Electoral, será el reconocimiento cuasioficial de la usurpación…
Una estupidez que tal vez encubra las culpas reales de quienes siendo unos diputados y otros senadores en la anterior Legislatura, clausuraron su último período ordinario de sesiones al final del 2005 congelando unánimemente una iniciativa de reformas al Código Federal de Instituciones y Procesos Electorales que de haber sido aprobada, para la elección de julio de 2006 habría recortado las millonadas a los partidos, la duración a las campañas y las escandalosas ganancias a las cadenas televisivas. La intentona fue frenada, pero con ella otras propuestas que hubieran permitido al IFE manejar con mayor precisión el proceso electoral y ahora resulta que a la vuelta de casi dos años, muchos de aquellos diputados y senadores hoy son senadores y diputados, como permite nuestro respetadísimo Sufragio Efectivo; no Reelección, y aprobando ahora sí aquella intentona como si fuese su obra, borraran las responsabilidades que les tocan en los sucesos de aquel gris dos de julio antepasado…