GANO LA DEMOCRACIA EN YUCATAN?
María Teresa Jardí
martes, 22 de mayo de 2007
Conmovedora vocación democrática
Cuando el Estado mexicano legalizó el fraude, en 2006, en aras de permitir la usurpación panista de la Presidencia de la República, los medios afines siempre al que manda y paga y, en particular, la poderosa telecracia que imponía las reglas del juego, merced ya entonces a la inmoral y nada ética Ley Televisa, no dejaba de repetirnos que en las democracias las elecciones se ganan o se pierden con un voto.
Nada más cierto, en las democracias. Los habitantes del mundo acabamos de ser testigos de un triunfo democrático, en una elección cerrada, con la derrota aceptada y reconocida de inmediato en las elecciones de Francia. Pero esto es México. Y ya se sabe que aquí nada es, ni pinta para ser en mucho muchísimo tiempo, lo que en los Estados de Derecho es.
Asumamos de una buena vez que se desarmó el andamiaje ético de la República y que sin instituciones los países marchan a la deriva. Y al despeñadero es a donde con claridad nos enfilamos los mexicanos.
Y a pesar del triunfo innegable de Ortega, las nuevas no son buenas para Yucatán. Fecal no pierde. Le conviene ese triunfo para que el PRI le siga aprobando a la derecha usurpadora las leyes de desmonté ético de la República, al estilo de la, incluso, retroactiva Ley del ISSSTE y de la perversa Ley Televisa que, quizá, en algo cambiarán los ministros de la Corte, de otra manera el oportunista Creel no estaría cabildeando a conveniencia, pero dejando a salvo el derecho de la telecracia a seguir deseducando al pueblo a conveniencia del sistema, poniendo, por ejemplo, precios imposibles de cubrir o candados imposibles de abrir o otros aspirantes a canales de televisión abierta.
Aunque se reconozca el triunfo de Ortega, mientras escribo esto el PAN aún no lo reconoce, aunque lo reconozca Abreu, sin el engorroso paso por el tribunal, lo único rescatable de la elección que culminó el domingo, es la voluntad inquebrantable de los mexicanos de lograr los necesarios cambios ansiados por la vía de la democracia.
Ortega no es la política adecuada para manejar los destinos de Yucatán en un momento de trance tan delicado al abismo de la violencia desatada por el propio sistema, incluso, por cuestión de edad. No olvidemos que la cúpula del PRI la impuso como candidata porque era la adecuada para darle el triunfo al PAN en la concertacesión original con Fecal, que había logrado que no fuera Payán y que se jugaba el control del PAN en esta elección. La cúpula priísta la impuso menospreciando la opinión de los militantes priístas que no era a ella a la que querían y los que mayoritariamente incluso estaban al principio dispuestos a votar por Abreu.
Pero a Abreu lo mató la campaña sucia impulsada por el PAN. Fecal no perdía tampoco con el triunfo de Abreu como no pierde con el de Ortega. Pero a Fecal le convenía más que ganara Ortega, de cara a los arreglos cupulares que con el PRI seguirán. Gana Fecal. Pierde Yucatán.
martes, 22 de mayo de 2007
Cuando el Estado mexicano legalizó el fraude, en 2006, en aras de permitir la usurpación panista de la Presidencia de la República, los medios afines siempre al que manda y paga y, en particular, la poderosa telecracia que imponía las reglas del juego, merced ya entonces a la inmoral y nada ética Ley Televisa, no dejaba de repetirnos que en las democracias las elecciones se ganan o se pierden con un voto.
Nada más cierto, en las democracias. Los habitantes del mundo acabamos de ser testigos de un triunfo democrático, en una elección cerrada, con la derrota aceptada y reconocida de inmediato en las elecciones de Francia. Pero esto es México. Y ya se sabe que aquí nada es, ni pinta para ser en mucho muchísimo tiempo, lo que en los Estados de Derecho es.
Asumamos de una buena vez que se desarmó el andamiaje ético de la República y que sin instituciones los países marchan a la deriva. Y al despeñadero es a donde con claridad nos enfilamos los mexicanos.
Y a pesar del triunfo innegable de Ortega, las nuevas no son buenas para Yucatán. Fecal no pierde. Le conviene ese triunfo para que el PRI le siga aprobando a la derecha usurpadora las leyes de desmonté ético de la República, al estilo de la, incluso, retroactiva Ley del ISSSTE y de la perversa Ley Televisa que, quizá, en algo cambiarán los ministros de la Corte, de otra manera el oportunista Creel no estaría cabildeando a conveniencia, pero dejando a salvo el derecho de la telecracia a seguir deseducando al pueblo a conveniencia del sistema, poniendo, por ejemplo, precios imposibles de cubrir o candados imposibles de abrir o otros aspirantes a canales de televisión abierta.
Aunque se reconozca el triunfo de Ortega, mientras escribo esto el PAN aún no lo reconoce, aunque lo reconozca Abreu, sin el engorroso paso por el tribunal, lo único rescatable de la elección que culminó el domingo, es la voluntad inquebrantable de los mexicanos de lograr los necesarios cambios ansiados por la vía de la democracia.
Ortega no es la política adecuada para manejar los destinos de Yucatán en un momento de trance tan delicado al abismo de la violencia desatada por el propio sistema, incluso, por cuestión de edad. No olvidemos que la cúpula del PRI la impuso como candidata porque era la adecuada para darle el triunfo al PAN en la concertacesión original con Fecal, que había logrado que no fuera Payán y que se jugaba el control del PAN en esta elección. La cúpula priísta la impuso menospreciando la opinión de los militantes priístas que no era a ella a la que querían y los que mayoritariamente incluso estaban al principio dispuestos a votar por Abreu.
Pero a Abreu lo mató la campaña sucia impulsada por el PAN. Fecal no perdía tampoco con el triunfo de Abreu como no pierde con el de Ortega. Pero a Fecal le convenía más que ganara Ortega, de cara a los arreglos cupulares que con el PRI seguirán. Gana Fecal. Pierde Yucatán.