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lunes, 21 de mayo de 2007

EL COMPRA TANGAS Y SUS ESTUPIDAS LOCURAS


Podría caer en la tentación de preguntar para qué demonios Jorge Serrano Limón ha solicitado que le entreguen a Provida lo que queda de las interrupciones de embarazo legalmente practicadas en clínicas públicas de la ciudad de México. Pero no lo haré. Tampoco voy a preguntar por qué se cree con derecho a “dar sepultura” a los tejidos extraídos, cuando es decisión exclusiva de las mujeres implicadas lo que se haga con ellos. No, no voy a escribir sobre eso. Prefiero dedicar este espacio a un asunto menos enfermizo.

Por ejemplo, nunca pensé quejarme por esto: hace un par de semanas se dio a conocer un invento que ofrece aliviar cierta tensión tanto a los perros como a sus amos. Se trata de una especie de “muñeca inflable” de cuatro patas –quizá debería llamarla “perra inflable”– creada ex profeso para distraer a las molestas mascotas que, a falta de pareja o, ya de perdida, de almohada, suelen encaramarse en la pierna humana más cercana.

La nueva HotDoll the Sex Doll for Dogs© no es exactamente igual a una hembra canina, pues, tal como sucede con las muñecas inflables para humanos, no posee una cara muy trabajada –carece de orejas y de ojos–; sin embargo, su cuerpo cuenta con lo esencial: “músculos” moldeados que simulan el carnoso trasero de “una acompañante de ensueño” y un orificio donde el macho presupone que debe estar.

Así, la HotDoll inaugura una raza aparte, diríase que universal: es apta para todos los gustos.

Elaborado con resistente “plástico cubierto de una piel gruesa de silicona”, este juguete erótico es sólido pero a la vez mullido, su diseño protege a los febriles animales al lanzarse enérgica y reiteradamente sobre su objetivo de emergencia, además de “brindarle suavidad durante el acto” (?). Bueno, no me hagan mucho caso, eso dice la propaganda del innovador producto.

Clement Eloy, un francés de 24 años, inventó la réplica de medidas naturales como una forma de “controlar los impulsos sexuales” de los perros, consciente de que las necesidades de éstos “no se pueden solucionar únicamente masticando un hueso de plástico con sabor a hígado”.

El problema –y aquí viene la impensable queja a la que aludía al principio– es que Clement sólo ha puesto a la venta un modelo para machos. Y si entre los humanos existen muñecas y muñecos… ¿por qué entre los caninos no? Las hembras también tienen, probadamente, sus necesidades lúdicas y sexuales, ¿qué, no? Y también les viene bien el placer sin compromisos.

Hace dos años, en mayo de 2005, hablábamos en “La 69” de otra singular creación: el condón para perros. Sin prejuzgar su viabilidad –la publicidad aseguraba que sería comercializado a nivel mundial en la primavera de 2007, hecho que aún no ocurre–, advertíamos entonces de “las bizarras acciones con que los humanos hemos distorsionado la vida de las especies domesticadas. Es como si quisiéramos hacerlos a nuestra imagen y semejanza, sexualidad incluida: abstención, castración, tratamientos hormonales, fecundación in vitro, donación de semen o de óvulos...”

Habría que añadir las tiendas virtuales para mascotas, que se reproducen en internet casi tan rápido como los sitios porno, esmeradas en vender prendas de vestir (¡?), muebles, utensilios y, muy pronto, artículos que satisfagan sus exigencias sexuales.
Si la intención es que estos animalitos se asemejen cada vez más a sus dueños –algo que yo encuentro descabellado, aclaro–, lo menos que pueden hacer es ser consecuentes y no discriminar a las hembras. Aunque sea nada más por razones de mercado. ¿Por qué no crear un condón para perras, un macho inflable o, en su defecto, un vibrador para ellas? Apuesto a que habría gente dispuesta a pagar por eso y más. [En el DF ya tenemos una cafetería exclusiva para perros, donde pueden comer, beber y “socializar” (¡recontra!)].

Por cierto, los desarrolladores del DogCondom© reconocían que “el control natal es responsabilidad de ambas partes”, por eso trabajaban “en un prototipo de condón para perras” que saldría al mercado en 2007. ¿Dónde están? ¿Nos tomaron el pelo? Si no se apuran, el joven Clement les va a comer el mandado. En una de ésas, hasta pone a la venta los condones felinos primero.