LOS PRIMEROS 40 DIAS DE FECAL, UN DESASTRE
FRANCISCO RODRÍGUEZ
LOS PRIMEROS 40 DÍAS
AL TRANSCURRIR CASI la mitad de los primeros cien días que desde la era napoleónica se fijan a sí mismos los gobiernos para "dar color", la administración del señor Felipe Calderón sólo puede calificarse cual translucida. Pompas de jabón mediático de un gobierno que, políticamente débil por su origen electoral, evidentemente depende mucho más de las encuestas y de la opinión pública.
Para colocar esto en perspectiva, este notable apoyo de la opinión pública que sin ninguna duda acompaña al señor Calderón en sus primeros días de gestión, no es muy diferente al respaldo de opinión pública que acompañó prácticamente a todos los presidentes constitucionales electos en los últimos 30 años, excepción hecha del sexenio de Zedillo, inaugurado por el fatídico "error de diciembre".
La estrategia, empero, sólo atiende lo superficial. Tiene mucho más que ver con el "crédito" que con el "apoyo".
En el fondo prevalece la debilidad de una gestión marcada indeleblemente por la duda y por la confrontación con los grupos empresariales, medios de comunicación, partidos políticos, iglesias, elites militares, grupos de poder que, cada cual, se atribuye ser factótum del arribo del señor Calderón a Los Pinos. Todos sacaron su tajada de poder e influencia. El residente de la casa presidencial repartió y se quedó con las migajas.
Con esas partículas es que hace labor mediática para ganar el crédito –que no el apoyo— de la opinión pública: Reduce su sueldo y el de sus colaboradores en un porcentaje ridículo, anuncia el gran incremento salarial para soldados y marinos que resulta ser de un mísero 3 por ciento, acude a realizar sus compras en tiendas populares, "filtra" que su señora esposa va al supermercado con sólo 400 pesos y arranca dos operaciones policiaco-militares en contra del narcotráfico que son anunciadas como para prevenir a los "mañosos" a dónde es que van a ir por ellos. Paradójicamente, todo ello le da crédito.
Pero en el trasfondo, el señor Calderón pierde ante el Congreso, cuyas Cámaras no sólo le enmiendan sino prácticamente le rehacen sus proyectos presupuestales de ingresos y egresos, al mostrar perredistas y priístas mucho más músculo y colmillo que las mayoritarias fracciones del blanquiazul. Y no gana, sino derrocha los pocos apoyos que había conseguido.
El señor Calderón, fallado Presidente por un tribunal, está acosado hasta por la dirigencia del partido que alguna vez encabezó y que supuestamente lo ha llevado al ejercicio del poder presidencial. En cada acción, desde las de fijación de impuestos hasta las de apoyos a sus correligionarios –el gobernador hidrocálido y el dirigente panista en la capital nacional— mide fuerzas con el dirigente real del panismo, el señor Manuel Espino. Y hasta ahora es éste quien va ganando al señor Calderón.
No es con pompas de jabón ni con migajas de poder que se puede o debe gobernar a una nación como la nuestra. A poco menos de 60 días de que se cumpla la primera centena de jornadas de la actual Administración, su titular –que así lo falló un tribunal— está aún a tiempo de ganar apoyos… aunque pierda créditos.
AL TRANSCURRIR CASI la mitad de los primeros cien días que desde la era napoleónica se fijan a sí mismos los gobiernos para "dar color", la administración del señor Felipe Calderón sólo puede calificarse cual translucida. Pompas de jabón mediático de un gobierno que, políticamente débil por su origen electoral, evidentemente depende mucho más de las encuestas y de la opinión pública.
Para colocar esto en perspectiva, este notable apoyo de la opinión pública que sin ninguna duda acompaña al señor Calderón en sus primeros días de gestión, no es muy diferente al respaldo de opinión pública que acompañó prácticamente a todos los presidentes constitucionales electos en los últimos 30 años, excepción hecha del sexenio de Zedillo, inaugurado por el fatídico "error de diciembre".
La estrategia, empero, sólo atiende lo superficial. Tiene mucho más que ver con el "crédito" que con el "apoyo".
En el fondo prevalece la debilidad de una gestión marcada indeleblemente por la duda y por la confrontación con los grupos empresariales, medios de comunicación, partidos políticos, iglesias, elites militares, grupos de poder que, cada cual, se atribuye ser factótum del arribo del señor Calderón a Los Pinos. Todos sacaron su tajada de poder e influencia. El residente de la casa presidencial repartió y se quedó con las migajas.
Con esas partículas es que hace labor mediática para ganar el crédito –que no el apoyo— de la opinión pública: Reduce su sueldo y el de sus colaboradores en un porcentaje ridículo, anuncia el gran incremento salarial para soldados y marinos que resulta ser de un mísero 3 por ciento, acude a realizar sus compras en tiendas populares, "filtra" que su señora esposa va al supermercado con sólo 400 pesos y arranca dos operaciones policiaco-militares en contra del narcotráfico que son anunciadas como para prevenir a los "mañosos" a dónde es que van a ir por ellos. Paradójicamente, todo ello le da crédito.
Pero en el trasfondo, el señor Calderón pierde ante el Congreso, cuyas Cámaras no sólo le enmiendan sino prácticamente le rehacen sus proyectos presupuestales de ingresos y egresos, al mostrar perredistas y priístas mucho más músculo y colmillo que las mayoritarias fracciones del blanquiazul. Y no gana, sino derrocha los pocos apoyos que había conseguido.
El señor Calderón, fallado Presidente por un tribunal, está acosado hasta por la dirigencia del partido que alguna vez encabezó y que supuestamente lo ha llevado al ejercicio del poder presidencial. En cada acción, desde las de fijación de impuestos hasta las de apoyos a sus correligionarios –el gobernador hidrocálido y el dirigente panista en la capital nacional— mide fuerzas con el dirigente real del panismo, el señor Manuel Espino. Y hasta ahora es éste quien va ganando al señor Calderón.
No es con pompas de jabón ni con migajas de poder que se puede o debe gobernar a una nación como la nuestra. A poco menos de 60 días de que se cumpla la primera centena de jornadas de la actual Administración, su titular –que así lo falló un tribunal— está aún a tiempo de ganar apoyos… aunque pierda créditos.