LAS TORTURAS DE LA PFP CONTRA MUJERES OAXAQUEÑAS
Oaxaca, Oax., 19 de diciembre (apro-cimac).- Mercedes tiene 47 años, Ruth cumplió 48 y Edith, 30. Las tres tienen actividades distintas. No viven cerca, hasta antes del 25 de noviembre no sabían nada una de la otra. Hoy las tres comparten un mismo espacio, pero no pueden hablar entre sí, lo único en común entre ellas es que son mujeres y que las tres anhelan su libertad. Fueron detenidas el pasado 25 de noviembre durante un operativo de la Policía Federal Preventiva.
Los testimonios recabados por la Liga Mexicana de Defensa de los Derechos Humanos (Limeddh) reflejan la ausencia de justicia y un acto arbitrario, tal y como lo denunciaron los organismos de derechos humanos este fin de semana durante un acto donde recibieron a las 43 personas liberadas y que, como ellas, fueron detenidas después de una “batalla” entre simpatizantes de la APPO y elementos de la PFP.
Mercedes Cumplido Pantoja narra, aún absorta, que a ella la detuvieron en Santo Domingo de Guzmán cuatro hombres con uniforme camuflado. Sobre su cabeza y cuerpo todavía está el doloroso recuerdo de las patadas que recibió.
En su memoria guarda como una pesadilla palabras como “perra”, “idiota” o “pendeja” que le dijeron muchas veces sus captores, quienes le preguntaban “cuántos miles de pesos te pagaron”. Ella no sabía de quién estaban hablando, quién podía haberle pagado o para qué. Confiesa que también los policías la amenazaron de muerte.
De la calle al zócalo fue llevada casi a rastras, de ahí al penal de Miahuatlán, donde la tortura física y psicológica siguieron, según su testimonio sobre la pesadilla que empezó –estima-- a las 9:00 de la noche de aquel sábado.
Me siento triste, narra desde algún espacio del penal de mediana seguridad en Nayarit, a donde llegó en un avión y del que los bajaron a golpes y gritos. Luego les pidieron que se desnudaran delante de las mujeres oficiales.
Tiembla de miedo todavía. Se ve aún pasando para firmar documentos y poner sus huellas, posar para la foto y de ahí a una celda. Un camino largo había empezado y no precisamente a la libertad, aunque es inocente.
La noche del 25 de noviembre, al iniciar el repliegue de los simpatizantes de la APPO y el avance de los elementos de la PFP, de manera casi simultánea empezaron a incendiarse edificios públicos y privados, así como un número importante de automóviles –como señalan las crónicas de los medios.
Minutos más tarde empezó la detención, lo que Javier Sosa Martínez, liberado el sábado, describió como la noche en que por todos los rincones de la ciudad el pueblo oaxaqueño fue perseguido.
Muy “decente” para andar en esto
Ruth Cabrera Vásquez es comerciante originaria de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Su detención se realizó más adelante del exconvento del Carmen Alto, sobre García Vigil, “a una o dos cuadras de la calle de Quetzalcóatl”.
También narra que fue golpeada en su mano izquierda; recibió una patada en el costado izquierdo; le jalaron el cabello, la insultaron y la arrastraron hacía una camioneta: “Me dijeron que ya estaba vieja para andar en pendejadas, que no teníamos valores por destruir una ciudad tan bonita. Que yo parecía ‘decente’ para andar en esas cosas.”
El recuerdo de esa noche se ha grabado en su memoria: “Me subieron a la camioneta, éramos 11 mujeres; llegamos a El Llano, nos tiraron al suelo y nos tomaron fotografías mientras seguían insultándonos y amenazándonos. De ahí nos fuimos, quién sabe a dónde”, relata la comerciante tachada de terrorista, quien junto con otras 11 mujeres era insultada, hasta llegar al cuartel de la Policía, en Santa María Coyotepec y de ahí al penal de Miahualtán, como supo más tarde.
La noche era fría en extremo y en un pequeño cubículo permanecieron, siempre de pie y llenas de terror, describe Ruth.
En la sala para declarar, un hombre preguntaba en tono siempre burlón por su defensor de oficio, luego añadía: “Le aconsejo que no declare.”
“Yo le dije que no tenía que declarar porque yo no había hecho otra cosa que auxiliar con vinagre y coca cola a las personas que intoxicaban con los gases y luego pregunté con inocencia y sarcasmo: ¿eso es delito?”, recuerda Ruth.
El Ministerio Público y otro hombre le leyeron su declaración. Le dijeron que el defensor de oficio no encontraba ninguna culpa y que la dejaban en libertad, decían con una amplia sonrisa. Pero por las circunstancias no me dejaba en libertad y volvieron a burlarse.
Fue hasta las 12 del día del domingo cuando les dieron de comer y las sacaron al patio. Les permitieron comprar tarjetas telefónicas y hacer una llamada e ir al baño:
“Yo tenía muy inflamada mi mano y tenía mucho dolor, pedí ir a la enfermería, donde estuve una hora esperando a que me atendieran. Cuando por fin me llamaron porque ‘ya nos íbamos’ sentí alegría, ¡cuál fue mi sorpresa, nos trasladaban quién sabe a donde!”
Esposada, con la mirada al suelo, “como una vil y sanguinaria delincuente, sentí mucho miedo. Antes de salir del reclusorio de Miahuatlán, en un cubículo estaban los de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), también ellos nos tomaron una declaración. Nos dimos cuenta que nos iban a trasladar en avión, que no nos íbamos a casa. El hombre de la CEDH nos dijo que era por nuestra seguridad”.
El viernes 1 de diciembre nos notificaron el auto de formal prisión. El sábado 2 nos informaron de un amparo que nos daba derecho de regresar a Oaxaca y que continúa el proceso.
“No he hablado con ningún familiar, sé que mi esposo está allá afuera, lo que me hace bien ¡no estoy sola! Se me acusa de sedición, quema de carros y no sé de cuantas cosas más, cosa que yo no hice”, asegura.
Alzaré mi voz
Edith Coca Soriano es bióloga, estudiante de la maestría en Ciencias en Productividad de Agroecosistemas. Nació en el Distrito Federal y tenía 12 años de no cortarse el pelo.
Como a las otras dos mujeres, la detuvieron cerca de El Pochote, sobre la calle de García Vigil, dos policías vestidos de azul. Uno de ellos le golpeó la cabeza, la pateó y la arrastró mientras le gritaba. Pudo levantarse hasta que subió a la camioneta. Los mismos policías le quitaron su celular, su mochila, una cámara digital...
“Nos llevaron a un lugar donde tomaríamos un avión y nos dijeron que nos iban a violar y a torturar, nos insultaron todo el camino mientras nos llevaban a Miahuatlán, lo que descubrí es que son incultos, pues nos decían que si queríamos que el ‘Che’ fuera presidente”, denuncia.
“En el traslado al cuartel, un policía intentó tocarme los senos pero yo pegue los brazos a mi cuerpo. En Miahuatlán supe que no nos iban a torturar, nos ingresaron y nos trataron bien, me dejaron sacar mi suéter de la mochila, pues hacía mucho frío y fue ahí donde me di cuenta que no estaba mi cámara fotográfica”, acusa.
“El domingo por la tarde llegó la PFP y nos sacó del penal, estaban los de la CEDH que nos entrevistaron, luego nos llevaron en helicóptero al aeropuerto; cuando nos subieron nos dijeron que nos iban a tirar al mar, que íbamos a Veracruz y nos torturaron psicológicamente.
“En el aeropuerto nos subieron a un avión, hacía mucho calor y les pedí un trago de agua que nunca me dieron, me sentí a punto de desmayar. Estuvimos mucho tiempo en el avión antes de despegar. Cuando llegamos, un señor nos dijo que estábamos en un penal de máxima seguridad, nos revisaron, desnudaron y luego nos tomaron fotos y huellas de las dos manos”, agrega.
Edith recuerda que las llamaron de dos en dos; y le cortaron el cabello. “Me sentí muy mal, tenía el cabello debajo de las asentaderas y nos lo mutilaron, doce años me tardó en crecer y sin más me lo cortaron”, cuenta con dolor y nostalgia.
Recuerda también que la verdadera violencia está dentro del penal: “Nos humillan cuando nos piden que nos bajemos la pantaleta y que nos alcemos la camisola. Los guardias nos ven y eso no me gusta, siento que es humillación. Me siento muy triste, pero tengo mucha esperanza de que pronto salgamos."
Explica que cuatro días después de su detención supo en dónde estaba, pero no les permitieron hacer llamadas, hasta el siguiente lunes pudo ver a su mamá por 15 minutos; y el miércoles, a su esposo.
Edith está acusada de sedición, daño a particulares, a moteles de Oaxaca y a la terminal ADO: “No he hablado con ningún abogado. Le quiero decir a la gente de afuera que nos golpearon, nos encerraron, pero nunca nos callaron, por si hay injusticias alzaré mi voz, la cárcel ya no me da miedo. Soy inocente.”