Los empeños de Calderón
Gerardo Fernández Casanova
Calderón está empeñado y se empeña en no desempeñarse, prefiere el despeñadero. Está empeñado porque su persona quedó en garantía del crédito envenenado que le extendieron los dueños del país (los de mero arriba) que avalaron el fraude electoral, incluidos sus colegas del PRI, con cuya abyecta cooperación instaló su espuria presidencia.
Es una verdadera adicción a honrar los nefastos compromisos adquiridos y a deshonrar al estado que espuriamente dice presidir. Su compromiso es desmantelarlo y dejar que sus patrocinadores se sirvan con la cuchara grande y, por consiguiente, a los del resto nos toque el papel de viles servilletas. Está empeñado en celebrar los centenarios mediante la puesta en escena de los acontecimientos conmemorados con el más crudo realismo, siguiendo el libreto con lujo de verosimilitud.
Cananea, ese mítico sitio de la historia a conmemorar, está siendo el capítulo modelo de la conmemoración. Los trabajadores en huelga prolongada reclaman condiciones mínimas suficientes de seguridad para laborar; el patrón las niega empeñosa y desdeñosamente; el neoporfirismo de opereta se vuelca en contra de los trabajadores y pone al Ejército a disposición del patrón; ya sólo falta que vengan los rangers yanquis para que le ayuden a reprimir a quienes se resistan.
Lo mismo sucede con el caso de los trabajadores electricistas de la extinta Luz y Fuerza del Centro; de un plumazo se les deja sin trabajo y se aplica todo el peso del Estado para ahogar sus justas reclamaciones. El garrote enhiesto es la respuesta a las demandas de justicia.
Ciudad Juárez no se queda atrás en la puesta en escena. Simboliza a la ciudadanía sometida al fuego cruzado entre un régimen que dice hacer la guerra al crimen organizado y los criminales mofándose de la incapacidad oficial para imponer la ley.
Es el ejemplo más claro de que el delito no puede combatirse mediante el delito. En aras de su guerrita, las garantías de la ciudadanía han sido conculcadas; la gente ya no sabe a quién temer más, si a los delincuentes civiles o a los delincuentes uniformados. Como en toda la historia, fue suficiente un estúpido desliz, el que calificó a un grupo de jóvenes masacrados como simples pandilleros, para que se colmara el vaso del aguante de la sociedad juarense. Sobre el agravio de la permanente violencia, el de la insensibilidad del espurio. El ofrecimiento de disculpas, desde luego mentirosas, sólo sirve de acicate a quienes, con todo derecho, reclaman la renuncia de Calderón, vistas sus incapacidades y, sobretodo, su mendacidad.
Los desastres naturales ocurridos en la zona metropolitana de la Ciudad de México ofrecen otro capítulo de los prolegómenos del estallido social. En su perverso afán por destruir al gobierno de izquierda de la capital, el nefasto director de la Comisión del Agua, preclaro líder panista yunquista espuriamente investido de funcionario técnico, se deslinda de su responsabilidad y politiza el desastre en beneficio de sus intereses partidarios.
Es otro de los empeños de Calderón; está empeñado en entregar la presidencia en el 2012 a Peña Nieto, antes de que López Obrador le haga rendir cuentas.
En otro escenario de este circo, sale a relucir el contubernio mafioso entre el PAN y el PRI para intercambiar intereses en el manejo del país. Ahora se sabe que los priístas en la Cámara de Diputados vendieron su voto a favor del aumento de los impuestos propuesto por Calderón, a cambio de que su partido no se aliara con el PRD en los comicios de este año. Para taparle el ojo al macho, el secretario de Gobernación se envuelve en la bandera de la dignidad y renuncia a su militancia panista, alzando los hombros para justificar que él quería honrar el compromiso adquirido, pero le ganó la ineficacia. Lo importante no es el juego de renuncias y su manejo mediático, sino el fondo del asunto: el PRI respalda las triquiñuelas fiscales de Calderón a cambio de que sus cacicazgos locales continúen intocables. Mientras, los mexicanos seguimos pagando los errores. Agravio sobre agravio.
El régimen actual, al igual que el de Porfirio Díaz, se esmera por ser competitivo para atraer la inversión extranjera, al grado de insistir en su terca pretensión de borrar las leyes que protegen el patrimonio de todos, incluso violándolas cuando no logran eliminarlas. Ahora resulta que el reglamento operativo de las disposiciones relativas a la actividad de PEMEX corrige a la propia ley que reglamenta, pasándose por el arco del triunfo la legalidad. Calderón va a Suiza y a Japón a convencer a los inversionistas petroleros de que, sin importar lo que diga la ley, su gobierno garantiza que pueden hacer lo que la ley prohíbe. Lo mismo con el patrimonio multimillonario de la infraestructura de telecomunicaciones, entregado a los particulares para que lleven a sus arcas las utilidades de su aprovechamiento.
El Ejército en las calles cumple su misión de amedrentar a la población cada vez más encabronada. Cananea y Ciudad Juárez están mostrando que todo tiene un límite y, con todo y la amenaza de represión, deciden por la resistencia activa. La demanda ahora es por la salida de Calderón y el cambio de régimen. La temperatura aumenta vertiginosamente y por todo el país corre la identificación de los agraviados por el régimen espurio. Se preparan un paro nacional y un referéndum para exigir la renuncia de Calderón. No están solos.
Calderón está empeñado y se empeña en no desempeñarse, prefiere el despeñadero. Está empeñado porque su persona quedó en garantía del crédito envenenado que le extendieron los dueños del país (los de mero arriba) que avalaron el fraude electoral, incluidos sus colegas del PRI, con cuya abyecta cooperación instaló su espuria presidencia.
Es una verdadera adicción a honrar los nefastos compromisos adquiridos y a deshonrar al estado que espuriamente dice presidir. Su compromiso es desmantelarlo y dejar que sus patrocinadores se sirvan con la cuchara grande y, por consiguiente, a los del resto nos toque el papel de viles servilletas. Está empeñado en celebrar los centenarios mediante la puesta en escena de los acontecimientos conmemorados con el más crudo realismo, siguiendo el libreto con lujo de verosimilitud.
Cananea, ese mítico sitio de la historia a conmemorar, está siendo el capítulo modelo de la conmemoración. Los trabajadores en huelga prolongada reclaman condiciones mínimas suficientes de seguridad para laborar; el patrón las niega empeñosa y desdeñosamente; el neoporfirismo de opereta se vuelca en contra de los trabajadores y pone al Ejército a disposición del patrón; ya sólo falta que vengan los rangers yanquis para que le ayuden a reprimir a quienes se resistan.
Lo mismo sucede con el caso de los trabajadores electricistas de la extinta Luz y Fuerza del Centro; de un plumazo se les deja sin trabajo y se aplica todo el peso del Estado para ahogar sus justas reclamaciones. El garrote enhiesto es la respuesta a las demandas de justicia.
Ciudad Juárez no se queda atrás en la puesta en escena. Simboliza a la ciudadanía sometida al fuego cruzado entre un régimen que dice hacer la guerra al crimen organizado y los criminales mofándose de la incapacidad oficial para imponer la ley.
Es el ejemplo más claro de que el delito no puede combatirse mediante el delito. En aras de su guerrita, las garantías de la ciudadanía han sido conculcadas; la gente ya no sabe a quién temer más, si a los delincuentes civiles o a los delincuentes uniformados. Como en toda la historia, fue suficiente un estúpido desliz, el que calificó a un grupo de jóvenes masacrados como simples pandilleros, para que se colmara el vaso del aguante de la sociedad juarense. Sobre el agravio de la permanente violencia, el de la insensibilidad del espurio. El ofrecimiento de disculpas, desde luego mentirosas, sólo sirve de acicate a quienes, con todo derecho, reclaman la renuncia de Calderón, vistas sus incapacidades y, sobretodo, su mendacidad.
Los desastres naturales ocurridos en la zona metropolitana de la Ciudad de México ofrecen otro capítulo de los prolegómenos del estallido social. En su perverso afán por destruir al gobierno de izquierda de la capital, el nefasto director de la Comisión del Agua, preclaro líder panista yunquista espuriamente investido de funcionario técnico, se deslinda de su responsabilidad y politiza el desastre en beneficio de sus intereses partidarios.
Es otro de los empeños de Calderón; está empeñado en entregar la presidencia en el 2012 a Peña Nieto, antes de que López Obrador le haga rendir cuentas.
En otro escenario de este circo, sale a relucir el contubernio mafioso entre el PAN y el PRI para intercambiar intereses en el manejo del país. Ahora se sabe que los priístas en la Cámara de Diputados vendieron su voto a favor del aumento de los impuestos propuesto por Calderón, a cambio de que su partido no se aliara con el PRD en los comicios de este año. Para taparle el ojo al macho, el secretario de Gobernación se envuelve en la bandera de la dignidad y renuncia a su militancia panista, alzando los hombros para justificar que él quería honrar el compromiso adquirido, pero le ganó la ineficacia. Lo importante no es el juego de renuncias y su manejo mediático, sino el fondo del asunto: el PRI respalda las triquiñuelas fiscales de Calderón a cambio de que sus cacicazgos locales continúen intocables. Mientras, los mexicanos seguimos pagando los errores. Agravio sobre agravio.
El régimen actual, al igual que el de Porfirio Díaz, se esmera por ser competitivo para atraer la inversión extranjera, al grado de insistir en su terca pretensión de borrar las leyes que protegen el patrimonio de todos, incluso violándolas cuando no logran eliminarlas. Ahora resulta que el reglamento operativo de las disposiciones relativas a la actividad de PEMEX corrige a la propia ley que reglamenta, pasándose por el arco del triunfo la legalidad. Calderón va a Suiza y a Japón a convencer a los inversionistas petroleros de que, sin importar lo que diga la ley, su gobierno garantiza que pueden hacer lo que la ley prohíbe. Lo mismo con el patrimonio multimillonario de la infraestructura de telecomunicaciones, entregado a los particulares para que lleven a sus arcas las utilidades de su aprovechamiento.
El Ejército en las calles cumple su misión de amedrentar a la población cada vez más encabronada. Cananea y Ciudad Juárez están mostrando que todo tiene un límite y, con todo y la amenaza de represión, deciden por la resistencia activa. La demanda ahora es por la salida de Calderón y el cambio de régimen. La temperatura aumenta vertiginosamente y por todo el país corre la identificación de los agraviados por el régimen espurio. Se preparan un paro nacional y un referéndum para exigir la renuncia de Calderón. No están solos.