Sólo cuatro palabras
Laura Bolaños Cadena
Si la pérdida de un hijo es algo que no tiene nombre -soy huérfana si pierdo a mis padres, viuda si pierdo a mi esposo; ¿qué soy si pierdo a mi hijo?-, ¿qué será perder a dos en el mismo instante y de la forma más injusta? Dos jóvenes vidas, dos vidas inocentes, apenas dos promesas. ¿Y junto con ellos ver morir a amigos suyos igualmente jóvenes, igualmente inocentes, igualmente valiosos en medio de una diversión sana, sin justificación ninguna? ¿Y cómo enfrentarse al máximo responsable de la seguridad de los mexicanos, quien en el intento de disculpar los hechos calificó a las víctimas de pandilleros?
Una madre, Luz María Dávila, herida en su propia carne, sintetizó el rechazo al ocupante actual de la Presidencia.
No es usted bienvenido
Apenas cuatro palabras para expresar la ira, la rebeldía, el dolor personal y colectivo. A nombre suyo y de los demás padres y madres de los jóvenes asesinados, a nombre de una sociedad infinitamente ofendida y desgarrada en lo más sensible, impugna con estas palabras a quien en última instancia es responsable de lo sucedido. Las tardías disculpas no atenúan el agravio.
Pensaríamos que el impugnado reaccionaría con un mínimo de vergüenza ante un pueblo tan gravemente herido. El mandatario actual acudió a esa reunión, según su propio dicho, a escuchar a los juarenses; pero con asombrosa falta de sensibilidad y tacto políticos, reiteró, golpeando el atril, que no retirará al Ejército de la ciudad. Es verdad que Calderón nos tiene ya acostumbrados a sus torpezas; pero no es posible dejar de asombrarse de que en una situación tan grave y delicada no sea capaz de encarar el tema con respuestas que por lo menos no empeoraran el ambiente. Él también fue breve y conciso: “El Ejército no saldrá de Juárez”. Como no saldrá del resto de las plazas.
El señor no se da cuenta de dónde está la causa de fondo del baño de sangre que sufre el país. Persiste en su error de militarizar la supuesta guerra contra el narcotráfico, cuando él mismo, en medio de su confusión, ha hablado del punto inmediato más urgente que es la despenalización del consumo de las drogas; y en un momento, en el propio Ciudad Juárez, habló de medidas preventivas: educación, recreación, trabajo, perspectivas. Estas son las salidas, aunque con todas sus grandes dificultades sea más fácil implementar la primera, porque la segunda incluye hacer lo contrario de lo que se está haciendo para remediar los males del país; dar educación a todos, rubro en el cual no parece muy interesado el actual gobierno; dar empleo a todos, porque a la fecha los planteles educativos son fábricas de desempleados.
Dar posibilidades de deporte y recreación sana sobre todo para los jóvenes y junto a esto esas perspectivas de ascenso social que se perdieron hace tanto tiempo. Si al menos se atendiera al campo y a la urgencia de cubrir el consumo alimentario interno, se evitaría la fuga de tantos millones de mexicanos hacia los EU.
Pero parece que el gobierno actual busca empeorar las cosas. No piensa retirar al Ejército de las calles, pero no se propone siquiera reprimir sus desmanes sino que están buscando adecuar las leyes tanto para legitimar esa presencia militar como para darles permisos legales para cometer atropellos, pues hasta ahora los pobres militares están indefensos ante las acusaciones que se les hacen. (Mismas que Calderón descalificó sosteniendo que la mayoría carece de pruebas).
Pero oigamos al presidente de la Comisión de Seguridad Pública del Senado, el panista Felipe González, quien sostuvo que se necesita un marco jurídico para que las Fuerzas Armadas puedan cumplir sus tareas en seguridad pública que él mismo reconoce “de policía nacional”, pues al no haber establecido ese marco se da pie a que se acuse a los militares de violaciones a los derechos humanos. O sea, no es porque no las cometan sino porque no se les ha dado permiso legal para que lo hagan. Inclusive mencionó que desde octubre pasado el Ejecutivo envió una propuesta en este sentido.
El mismo senador se queja de que Human Rights Watch y Amnistía Internacional “quieren vernos envueltos en sangre, que empeore la situación del país”... Híjole... ¿dónde andábamos? Según esto no estamos “envueltos en sangre”. ¿Todavía le parecen pocos al señor senador y presidente nada menos que de Seguridad Pública del Senado, la cantidad de muertos que se han sucedido y suceden en México desde que alguien tuvo la ocurrencia de militarizar la cuestión del narcotráfico? Los malvados de AI y HRW quieren que haya muertos, que por fortuna y gracias a la buena conducción actual del país, no los hay.
Si la pérdida de un hijo es algo que no tiene nombre -soy huérfana si pierdo a mis padres, viuda si pierdo a mi esposo; ¿qué soy si pierdo a mi hijo?-, ¿qué será perder a dos en el mismo instante y de la forma más injusta? Dos jóvenes vidas, dos vidas inocentes, apenas dos promesas. ¿Y junto con ellos ver morir a amigos suyos igualmente jóvenes, igualmente inocentes, igualmente valiosos en medio de una diversión sana, sin justificación ninguna? ¿Y cómo enfrentarse al máximo responsable de la seguridad de los mexicanos, quien en el intento de disculpar los hechos calificó a las víctimas de pandilleros?
Una madre, Luz María Dávila, herida en su propia carne, sintetizó el rechazo al ocupante actual de la Presidencia.
No es usted bienvenido
Apenas cuatro palabras para expresar la ira, la rebeldía, el dolor personal y colectivo. A nombre suyo y de los demás padres y madres de los jóvenes asesinados, a nombre de una sociedad infinitamente ofendida y desgarrada en lo más sensible, impugna con estas palabras a quien en última instancia es responsable de lo sucedido. Las tardías disculpas no atenúan el agravio.
Pensaríamos que el impugnado reaccionaría con un mínimo de vergüenza ante un pueblo tan gravemente herido. El mandatario actual acudió a esa reunión, según su propio dicho, a escuchar a los juarenses; pero con asombrosa falta de sensibilidad y tacto políticos, reiteró, golpeando el atril, que no retirará al Ejército de la ciudad. Es verdad que Calderón nos tiene ya acostumbrados a sus torpezas; pero no es posible dejar de asombrarse de que en una situación tan grave y delicada no sea capaz de encarar el tema con respuestas que por lo menos no empeoraran el ambiente. Él también fue breve y conciso: “El Ejército no saldrá de Juárez”. Como no saldrá del resto de las plazas.
El señor no se da cuenta de dónde está la causa de fondo del baño de sangre que sufre el país. Persiste en su error de militarizar la supuesta guerra contra el narcotráfico, cuando él mismo, en medio de su confusión, ha hablado del punto inmediato más urgente que es la despenalización del consumo de las drogas; y en un momento, en el propio Ciudad Juárez, habló de medidas preventivas: educación, recreación, trabajo, perspectivas. Estas son las salidas, aunque con todas sus grandes dificultades sea más fácil implementar la primera, porque la segunda incluye hacer lo contrario de lo que se está haciendo para remediar los males del país; dar educación a todos, rubro en el cual no parece muy interesado el actual gobierno; dar empleo a todos, porque a la fecha los planteles educativos son fábricas de desempleados.
Dar posibilidades de deporte y recreación sana sobre todo para los jóvenes y junto a esto esas perspectivas de ascenso social que se perdieron hace tanto tiempo. Si al menos se atendiera al campo y a la urgencia de cubrir el consumo alimentario interno, se evitaría la fuga de tantos millones de mexicanos hacia los EU.
Pero parece que el gobierno actual busca empeorar las cosas. No piensa retirar al Ejército de las calles, pero no se propone siquiera reprimir sus desmanes sino que están buscando adecuar las leyes tanto para legitimar esa presencia militar como para darles permisos legales para cometer atropellos, pues hasta ahora los pobres militares están indefensos ante las acusaciones que se les hacen. (Mismas que Calderón descalificó sosteniendo que la mayoría carece de pruebas).
Pero oigamos al presidente de la Comisión de Seguridad Pública del Senado, el panista Felipe González, quien sostuvo que se necesita un marco jurídico para que las Fuerzas Armadas puedan cumplir sus tareas en seguridad pública que él mismo reconoce “de policía nacional”, pues al no haber establecido ese marco se da pie a que se acuse a los militares de violaciones a los derechos humanos. O sea, no es porque no las cometan sino porque no se les ha dado permiso legal para que lo hagan. Inclusive mencionó que desde octubre pasado el Ejecutivo envió una propuesta en este sentido.
El mismo senador se queja de que Human Rights Watch y Amnistía Internacional “quieren vernos envueltos en sangre, que empeore la situación del país”... Híjole... ¿dónde andábamos? Según esto no estamos “envueltos en sangre”. ¿Todavía le parecen pocos al señor senador y presidente nada menos que de Seguridad Pública del Senado, la cantidad de muertos que se han sucedido y suceden en México desde que alguien tuvo la ocurrencia de militarizar la cuestión del narcotráfico? Los malvados de AI y HRW quieren que haya muertos, que por fortuna y gracias a la buena conducción actual del país, no los hay.