Si Calderón no se va, la violencia se queda
María Teresa Jardí
¿A qué aspiramos la mayor parte de las personas que en el mundo habitamos? A una vida digna. Ni más. Ni menos. Falso es que las personas en general quieran tener la fortuna de Slim o imitar a Azcárraga. En absoluto. Los hombres y las mujeres comunes y corrientes despreciamos a los del Verde, que se venden siempre. Despreciamos por igual a la derecha panista, tan corrupta, a la perredista: tan falta de neuronas, a la priísta, tan poco inteligente. Nos mofamos de sujetos como la Gordillo, que con todo el dinero que acumula no puede comprar que alguien sienta por ella el más mínimo de los respetos.
Los seres humanos aspiramos a tener un trabajo que nos permita ir cada semana al mercado, comprarnos de tanto en tanto un vestido, ir al cine de vez en cuando y poder, mejor si es al menos una vez a la semana, comprar un libro. No se necesita nada más para ser feliz. Y menos aún si además se ve crecer a los hijos como hombres honestos y libres.
Nadie con cinco dedos de cerebro aspira al dinero del narcotráfico a cambio de la posible pérdida de la vida de un hijo.
Un pequeño sector de funcionarios de medio pelo son los que envidian a los que tienen tanto que han dejado de saberse mortales.
Esa clase media, obsesionada por el confort, que de confort en el fondo no tiene nada, que ha sido, y hoy es, pasto del fascismo.
No es la sociedad en su gran mayoría la que a cambio del confort todo lo justifica.
No es el pueblo el que aspira a acumular y acumular, algo más que lo que una vida digna, repito, le permita.
Se equivocan los que quieren controlar la violencia con dinero. La violencia se combate con educación y garantía de vida digna.
Y, claro, en particular para los que realizan el trabajo desde la función pública, con la amenaza de saber que se cierne, si a la ética renuncian, el castigo de perderlo todo, ante el menor acto, comprobable, de corrupción. Ese es el motor que —a ese sector que envidia al que a base de corrupción y más corrupción lo inútil puede comprar hoy para desecharlo mañana— lo impulsa a no corromperse.
En el Estado de Derecho el que se corrompe sabe que pierde la vida digna que tiene. Para eso sirve el Estado de Derecho. Para establecer reglas claras de funcionamiento que amenacen con la pérdida de lo que se tiene si se transgrede la regla. No más. No menos.
La lucha contra el narcotráfico no tendría que haber sido ni siquiera contemplada como solución de nada si la ley hubiera regido la vida de los mexicanos.
Es la ausencia de ética, que además trae consigo la desvergüenza, que por estos días muestra el secretario, inconcebible, de Agricultura, del también inconcebible usurpador, que nada entiende, está la asignatura pendiente, como la responsable a controlar, si se quiere realmente acabar con la violencia.
Violencia, que es falso que se quiera controlar, porque es la violencia la que propicia que cuestiones de la gravedad de la exhibida por ese impresentable —al que se le reparte la limosna destinada a los más pobres— no tengan la relevancia que cualquier otro lugar del mundo adquieren una vez descubiertas. En Japón se vería obligado a hacerse harakiri el funcionario, para evadir la cárcel, una vez descubierta y hecha pública la denuncia de su corrupción, inaudita, del que mientras cobra como secretario de Estado es beneficiado con un programa destinado a paliar la pobreza de los campesinos más pobres. Como se supone, al menos, que es para lo que está destinado el Procampo. Aunque también esto sea falso y en el fondo sus recursos estén destinados a comprar los votos de los obligados a venderlos en la inteligencia incluso de que da lo mismo que ganen unos que otros porque la misma mierda son todos.
En Alemania se habría suicidado y en Inglaterra habría renunciado el funcionario de alto nivel así descubierto. Y más aún cuando al descubierto también queda que es el responsable de que la limosna destinada a los más pobres se reparta también con el capo del narcotráfico que además aparece en la revista Forbes al lado de los “empresarios” más ricos del planeta. Pero aquí ese es el capo de la derecha y la desvergüenza del secretario va de la mano de la desvergüenza de los que para continuar en el poder, a los mexicanos nos imponen la violencia que presente estuvo en Juárez de nuevo ante la ida del usurpador de mierda a mentir fingiendo que deja un grupo “de talentosos” para resolver lo que a él se debe y lo que cada vez será más incontrolable si no se empieza por quitarlo a él.
¿A qué aspiramos la mayor parte de las personas que en el mundo habitamos? A una vida digna. Ni más. Ni menos. Falso es que las personas en general quieran tener la fortuna de Slim o imitar a Azcárraga. En absoluto. Los hombres y las mujeres comunes y corrientes despreciamos a los del Verde, que se venden siempre. Despreciamos por igual a la derecha panista, tan corrupta, a la perredista: tan falta de neuronas, a la priísta, tan poco inteligente. Nos mofamos de sujetos como la Gordillo, que con todo el dinero que acumula no puede comprar que alguien sienta por ella el más mínimo de los respetos.
Los seres humanos aspiramos a tener un trabajo que nos permita ir cada semana al mercado, comprarnos de tanto en tanto un vestido, ir al cine de vez en cuando y poder, mejor si es al menos una vez a la semana, comprar un libro. No se necesita nada más para ser feliz. Y menos aún si además se ve crecer a los hijos como hombres honestos y libres.
Nadie con cinco dedos de cerebro aspira al dinero del narcotráfico a cambio de la posible pérdida de la vida de un hijo.
Un pequeño sector de funcionarios de medio pelo son los que envidian a los que tienen tanto que han dejado de saberse mortales.
Esa clase media, obsesionada por el confort, que de confort en el fondo no tiene nada, que ha sido, y hoy es, pasto del fascismo.
No es la sociedad en su gran mayoría la que a cambio del confort todo lo justifica.
No es el pueblo el que aspira a acumular y acumular, algo más que lo que una vida digna, repito, le permita.
Se equivocan los que quieren controlar la violencia con dinero. La violencia se combate con educación y garantía de vida digna.
Y, claro, en particular para los que realizan el trabajo desde la función pública, con la amenaza de saber que se cierne, si a la ética renuncian, el castigo de perderlo todo, ante el menor acto, comprobable, de corrupción. Ese es el motor que —a ese sector que envidia al que a base de corrupción y más corrupción lo inútil puede comprar hoy para desecharlo mañana— lo impulsa a no corromperse.
En el Estado de Derecho el que se corrompe sabe que pierde la vida digna que tiene. Para eso sirve el Estado de Derecho. Para establecer reglas claras de funcionamiento que amenacen con la pérdida de lo que se tiene si se transgrede la regla. No más. No menos.
La lucha contra el narcotráfico no tendría que haber sido ni siquiera contemplada como solución de nada si la ley hubiera regido la vida de los mexicanos.
Es la ausencia de ética, que además trae consigo la desvergüenza, que por estos días muestra el secretario, inconcebible, de Agricultura, del también inconcebible usurpador, que nada entiende, está la asignatura pendiente, como la responsable a controlar, si se quiere realmente acabar con la violencia.
Violencia, que es falso que se quiera controlar, porque es la violencia la que propicia que cuestiones de la gravedad de la exhibida por ese impresentable —al que se le reparte la limosna destinada a los más pobres— no tengan la relevancia que cualquier otro lugar del mundo adquieren una vez descubiertas. En Japón se vería obligado a hacerse harakiri el funcionario, para evadir la cárcel, una vez descubierta y hecha pública la denuncia de su corrupción, inaudita, del que mientras cobra como secretario de Estado es beneficiado con un programa destinado a paliar la pobreza de los campesinos más pobres. Como se supone, al menos, que es para lo que está destinado el Procampo. Aunque también esto sea falso y en el fondo sus recursos estén destinados a comprar los votos de los obligados a venderlos en la inteligencia incluso de que da lo mismo que ganen unos que otros porque la misma mierda son todos.
En Alemania se habría suicidado y en Inglaterra habría renunciado el funcionario de alto nivel así descubierto. Y más aún cuando al descubierto también queda que es el responsable de que la limosna destinada a los más pobres se reparta también con el capo del narcotráfico que además aparece en la revista Forbes al lado de los “empresarios” más ricos del planeta. Pero aquí ese es el capo de la derecha y la desvergüenza del secretario va de la mano de la desvergüenza de los que para continuar en el poder, a los mexicanos nos imponen la violencia que presente estuvo en Juárez de nuevo ante la ida del usurpador de mierda a mentir fingiendo que deja un grupo “de talentosos” para resolver lo que a él se debe y lo que cada vez será más incontrolable si no se empieza por quitarlo a él.