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lunes, 12 de octubre de 2009

Condenados estamos por nuestra desmemoria

María Teresa Jardí

Era una crónica anunciada. Como lo es que la fascista derecha que el PAN lleva a Calderón como cabeza, necesita hacer explotar a los mexicanos. Con un grupo le basta y si no lo logra se lo inventa. Claros, incluso, ya se ven los intentos al respecto. Para poder huir al extranjero, a gozar de lo mucho robado, garantizándose además la impunidad ante lo todo defraudado.

La desmemoria condena a los pueblos a vivir, una y otra vez, como mulas en una noria, las mismas historias ya conocidas. Y así como la desmemoria condena, la incultura pasa facturas. Y la educación a la baja cobra dividendos.

Todo pensado. Todo orquestado por los que, apoderados del poder, lo deciden todo en México.

Los del PRI, igual de nauseabundos que sus pares fascistas que en el PAN anidan, esperan regresar a rematar lo que quede, si algo queda, como cabeza de la represión que seguirá al estallido mientras puedan. El PRD, televisivamente igual de deseducado. Y el pueblo aplatanado, condenado a sufrir las consecuencias mientras la humanidad exista.

Uno de los que ven bien lo que a Martín Esparza le ocurre me responde, cuando cuestiono la impunidad, burlona para el pueblo mexicano, otorgada por el usurpador a la Gordillo: “que nadie nos puede obligar a elegir entre dos cosas iguales de malas”. Miente. Aunque luego añade y ahí no miente: “que la Gordillo es aliada del gobierno y Martín Esparza no”.

Los a modo tienen claro lo que están justificando y además, lo hacen porque les pagan por hacerlo. Increíbles son los trabajadores del SME que creen que sin Martín Esparza las cosas van a seguir el mismo derrotero para ellos y el de no entrega de nuestra energía eléctrica al extranjero. La memoria sirve para no repetir, una y otra vez, la misma historia. La memoria sirve para no caer, una y otra vez, en el mismo error que podrá tener como justificación la ignorancia y hasta la buena fe la primera vez. Pero que en estupidez se convierte la segunda y no digamos la tercera y cuarta veces.

“La Quina”, “Napito”, la Gordillo, Jonguitud, Romero Dechamps, Martín Esparza… son productos convenientemente creados y mantenidos en el mercado mientras convienen por los que a México desgobiernan, para mejor corromper y corromperse ellos con impunidad absoluta.

Cuando Salinas organizó el ataque a “La Quina”, se podía pensar que estaba decidido a limpiar los sindicatos. Obviamente, la esperanza duró los tres minutos que necesitó Salinas para nombrar al sucesor a modo de lo que buscaba Salinas: el remate del país al extranjero que hoy, con el fascista Calderón, se concretiza.

Los trabajadores petroleros lo perdieron todo con el ataque a “La Quina”. Y también perdimos todos los mexicanos. Perdió el Ejército Nacional que se prestó a la patraña de llevar a un muerto que al ministerio público que fue a dar fe de los hechos se le olvidó vestir. Perdió el frágil, entonces, Estado de Derecho, hoy exterminado.

Perdió la Nación un bien que a México podría haber convertido, con gobernantes con un poco tan sólo de amor a México, en el país puntero de América Latina, que se soñaba entonces, todavía, que podía ser por lo que toca al bienestar de todos sus habitantes.

“La Quina” era un patriarca y los patriarcas condenan a la minoría de edad a los países. Pero, ¿cómo pedir que no fuera un patriarca en un país acostumbrado a pedir por el amor de Dios una limosna al presidente y al gobernador en turno?
“La Quina” era un líder sindical que, sin duda, abusaba del poder que tenía.

Pero “La Quina” propiciaba el bienestar del gremio petrolero que gozaba incluso de uno de los mejores hospitales de México y además y, sobre todo, “La Quina” era un patriota que amaba a México.

Contra “La Quina” se cometió una injusticia. Los trabajadores petroleros perdieron los derechos conseguidos con “La Quina” como secretario del Sindicato Petrolero y los mexicanos acabamos perdiendo el petróleo a bases de trampas y más trampas legaloidemente fascistas.

Si la memoria, en lugar de la desmemoria, fuera nuestro fuerte, ni un solo mexicano dudaría hoy en defender a Martín Esparza como el líder que el SME necesita para que la electricidad siga siendo un bien que a la nación mexicana pertenece. Lo de la “democratización” del SME, es como lo del muerto desnudo


POR ESO Y POR MUCHO MAS, DALE UNA PUTA PATADA AL PAN