Políticos en el bolsillo del narco
Revista Siempre
En una escena de la película El Padrino están reunidos todos los capos de la mafia italiana, y el capo Barzini le reclama a Vito Corleone: “Don Corleone, tiene que compartir a todos los políticos que tiene en el bolsillo”.
¿Cuántos políticos tenía a sueldo Don Corleone? Sólo él lo sabía.
En el México real valdría hacernos la pregunta: ¿a cuántos políticos tienen los mafiosos del crimen organizado en el bolsillo? No lo sabemos.
Hace ya casi dos años, cuando el gobierno del presidente Calderón decidió declararle la guerra al crimen organizado, nadie se hizo esa pregunta.
Quizá por eso se ha complicado tanto la guerra contra el crimen organizado y se ha cumplido la bimilenaria sentencia de Tito Livio: en la guerra los acontecimientos no corresponden a la esperanza.
A lo largo de estos 21 meses ha quedado al descubierto la extensa red de complicidades tejida por las mafias del crimen organizado. No sabemos si sólo a nivel de gobiernos locales. Nadie lo pensó, por eso tantos se asustan por las violentas respuestas de los criminales.
En estos espacios de Siempre! hicimos hace tiempo otra pregunta: ¿tiene la sociedad mexicana el estómago para soportar la larga y sangrienta batalla contra el narco?
Muchos se acobardan y critican agriamente al gobierno calderonista por “haber agitado el avispero” y hasta llegan a calificar como de “irresponsabilidad haberle declarado la guerra al crimen organizado”. Y los otros que proponen legalizar el consumo de marihuana y cocaína. O negociar con las mafias.
El gobierno calderonista tiene que ser menos terco y reconsiderar la estrategia, poner bajo un solo mando, capaz y experimentado, todas las dependencias que participan en la lucha contra el narco. Acabar con “sanas competencias” y “traslapes”.
Hay mucho qué hacer, cierto, pero el único lujo que la nación no puede darse es retroceder ante el terrorismo del crimen organizado. A menos que, como se dice en el epígrafe de este artículo, sean más las complicidades que las lealtades.
En una escena de la película El Padrino están reunidos todos los capos de la mafia italiana, y el capo Barzini le reclama a Vito Corleone: “Don Corleone, tiene que compartir a todos los políticos que tiene en el bolsillo”.
¿Cuántos políticos tenía a sueldo Don Corleone? Sólo él lo sabía.
En el México real valdría hacernos la pregunta: ¿a cuántos políticos tienen los mafiosos del crimen organizado en el bolsillo? No lo sabemos.
Hace ya casi dos años, cuando el gobierno del presidente Calderón decidió declararle la guerra al crimen organizado, nadie se hizo esa pregunta.
Quizá por eso se ha complicado tanto la guerra contra el crimen organizado y se ha cumplido la bimilenaria sentencia de Tito Livio: en la guerra los acontecimientos no corresponden a la esperanza.
A lo largo de estos 21 meses ha quedado al descubierto la extensa red de complicidades tejida por las mafias del crimen organizado. No sabemos si sólo a nivel de gobiernos locales. Nadie lo pensó, por eso tantos se asustan por las violentas respuestas de los criminales.
En estos espacios de Siempre! hicimos hace tiempo otra pregunta: ¿tiene la sociedad mexicana el estómago para soportar la larga y sangrienta batalla contra el narco?
Muchos se acobardan y critican agriamente al gobierno calderonista por “haber agitado el avispero” y hasta llegan a calificar como de “irresponsabilidad haberle declarado la guerra al crimen organizado”. Y los otros que proponen legalizar el consumo de marihuana y cocaína. O negociar con las mafias.
El gobierno calderonista tiene que ser menos terco y reconsiderar la estrategia, poner bajo un solo mando, capaz y experimentado, todas las dependencias que participan en la lucha contra el narco. Acabar con “sanas competencias” y “traslapes”.
Hay mucho qué hacer, cierto, pero el único lujo que la nación no puede darse es retroceder ante el terrorismo del crimen organizado. A menos que, como se dice en el epígrafe de este artículo, sean más las complicidades que las lealtades.