De lejos vienen los sastres de trajes a la medida para vender a la Patria
María Teresa Jardí
La apuesta gubernamental mexicana, entreguista desde Echeverría, al menos, impune responsable de la masacre del 2 de octubre de hace cuarenta años cuya conmemoración se avecina, ha sido tan estúpidamente absurda, que hoy de golpe se encuentra empantanada entre la pérdida de las divisas que de los migrantes llegan para paliar la pobreza a sus lugares de origen y el impostergable combate al narcotráfico y toda la gama de crimen organizado que es la otra entrada de dinero incluso para el erario.
Me dicen a menudo, que mis escritos adolecen de falta de acompañamiento de soluciones posibles y que por eso se tornan desesperanzadores. Así es. Lo que se escribe refleja los sentimientos de quien lo escribe, incluso en colaboraciones tan cortas. Y pienso que los aportes personales son apenas granos de arena que sólo juntos forman un todo, y que a otros se les da mejor que a mí el buscar las soluciones.
Pero hay otra razón, que es la que me parece convincente para seguir por donde voy aunque sea para que el día de mañana, algún historiador lo lea y piense que alguien lo decía y es la convicción de que si no analizamos, desmenuzando hasta la raíz más profunda, los errores del pasado, no vamos a tener los mexicanos la posibilidad de construir ese otro futuro posible que empiezan a construir otros pueblos menos flacos de memoria.
Carrillo Olea cuestionaba hace unos días, en una colaboración publicada en La Jornada, la desatención al aparato de inteligencia desde Zedillo, enviada de plano a la basura por Fox y no entendida por Calderón. Escribo de memoria y no sé si son sus palabras exactas pero, en todo caso, es el sentido. Defendía la creación del Cendro, por ejemplo. Pero olvidaba decir que Tello Peón fue uno de sus empleados favoritos en la época de Salinas. Zedillo es un traidor, sí, salta a la vista. Y Fox otro y Calderón también al igual que Echeverría. Pero Salinas fue quien puso en manos de Córdoba Montoya el aparato de inteligencia. Y lo hizo para obtener de manera privilegiada, él y sus amigos, la información financiera que convirtió a Slim, por ejemplo, en el hombre más rico del planeta.
Ni una palabra tampoco en su colaboración, otro era el tema, sobre el poder desmesurado, e inconcebible en cualquier otro país del mundo, que acumula la Gordillo, dueña hoy del sindicato de maestros y de la Secretaría de Educación Pública, entre otros bienes públicos que maneja a través de sus protegidos, encumbrada por Salinas como el último traje a la medida, de la baja educación iniciada por Echeverría, necesaria para vender la patria.
Lo destacable de Carrillo es que, desde siempre, tuvo claro que un problema es el de la adicción a la droga que compete al rubro de la salud. Otro problema es el de la droga que tiene que ver con la educación. Y yo añado, gente del sistema Carrillo opinaba de otra manera, con su despenalización. Y un problema aparte y mayúsculo es el del narcotráfico que tiene que ver con la delincuencia.
Pero la adicción a la droga del pueblo mexicano inició en la época de Salinas. Inició, de manera clara, convirtiendo en adictos a los presos a punto de salir de los Ceresos. Lo que yo denuncié, como consta a Carrillo, una y mil veces que sucedía, acompañando, lo que denunciaba, de mi hipótesis de que se trataba de convertir al pueblo en adicto. Vean ustedes. Cada preso enganchado a la droga al salir necesita dinero para comprarla y qué mejor forma de obtenerla que convirtiéndose en vendedor al menudeo de la red de adictos que empezó así, a tejerse para convertir al pueblo mexicano en un pueblo adicto. Negocio de la policía el formar adictos que luego, como pirámide, iban a crear su propio grupo de adictos. Pero decisión desde la cabeza del poder la medida. Si no hubiera sido así, se habría atendido el fenómeno desde la primera denuncia. Es cierto que Salinas quitó a Fernando Gutiérrez Barrios de Gobernación. Pero lo quitó porque Gutiérrez Barrios aspiraba a sucederlo en el cargo, no por lo que sucedía en los Ceresos que hoy cobra, con cabezas cortadas, el horror que entonces se anunciaba.
De lejos vienen los sastres de trajes a la medida para vender a la Patria.
La apuesta gubernamental mexicana, entreguista desde Echeverría, al menos, impune responsable de la masacre del 2 de octubre de hace cuarenta años cuya conmemoración se avecina, ha sido tan estúpidamente absurda, que hoy de golpe se encuentra empantanada entre la pérdida de las divisas que de los migrantes llegan para paliar la pobreza a sus lugares de origen y el impostergable combate al narcotráfico y toda la gama de crimen organizado que es la otra entrada de dinero incluso para el erario.
Me dicen a menudo, que mis escritos adolecen de falta de acompañamiento de soluciones posibles y que por eso se tornan desesperanzadores. Así es. Lo que se escribe refleja los sentimientos de quien lo escribe, incluso en colaboraciones tan cortas. Y pienso que los aportes personales son apenas granos de arena que sólo juntos forman un todo, y que a otros se les da mejor que a mí el buscar las soluciones.
Pero hay otra razón, que es la que me parece convincente para seguir por donde voy aunque sea para que el día de mañana, algún historiador lo lea y piense que alguien lo decía y es la convicción de que si no analizamos, desmenuzando hasta la raíz más profunda, los errores del pasado, no vamos a tener los mexicanos la posibilidad de construir ese otro futuro posible que empiezan a construir otros pueblos menos flacos de memoria.
Carrillo Olea cuestionaba hace unos días, en una colaboración publicada en La Jornada, la desatención al aparato de inteligencia desde Zedillo, enviada de plano a la basura por Fox y no entendida por Calderón. Escribo de memoria y no sé si son sus palabras exactas pero, en todo caso, es el sentido. Defendía la creación del Cendro, por ejemplo. Pero olvidaba decir que Tello Peón fue uno de sus empleados favoritos en la época de Salinas. Zedillo es un traidor, sí, salta a la vista. Y Fox otro y Calderón también al igual que Echeverría. Pero Salinas fue quien puso en manos de Córdoba Montoya el aparato de inteligencia. Y lo hizo para obtener de manera privilegiada, él y sus amigos, la información financiera que convirtió a Slim, por ejemplo, en el hombre más rico del planeta.
Ni una palabra tampoco en su colaboración, otro era el tema, sobre el poder desmesurado, e inconcebible en cualquier otro país del mundo, que acumula la Gordillo, dueña hoy del sindicato de maestros y de la Secretaría de Educación Pública, entre otros bienes públicos que maneja a través de sus protegidos, encumbrada por Salinas como el último traje a la medida, de la baja educación iniciada por Echeverría, necesaria para vender la patria.
Lo destacable de Carrillo es que, desde siempre, tuvo claro que un problema es el de la adicción a la droga que compete al rubro de la salud. Otro problema es el de la droga que tiene que ver con la educación. Y yo añado, gente del sistema Carrillo opinaba de otra manera, con su despenalización. Y un problema aparte y mayúsculo es el del narcotráfico que tiene que ver con la delincuencia.
Pero la adicción a la droga del pueblo mexicano inició en la época de Salinas. Inició, de manera clara, convirtiendo en adictos a los presos a punto de salir de los Ceresos. Lo que yo denuncié, como consta a Carrillo, una y mil veces que sucedía, acompañando, lo que denunciaba, de mi hipótesis de que se trataba de convertir al pueblo en adicto. Vean ustedes. Cada preso enganchado a la droga al salir necesita dinero para comprarla y qué mejor forma de obtenerla que convirtiéndose en vendedor al menudeo de la red de adictos que empezó así, a tejerse para convertir al pueblo mexicano en un pueblo adicto. Negocio de la policía el formar adictos que luego, como pirámide, iban a crear su propio grupo de adictos. Pero decisión desde la cabeza del poder la medida. Si no hubiera sido así, se habría atendido el fenómeno desde la primera denuncia. Es cierto que Salinas quitó a Fernando Gutiérrez Barrios de Gobernación. Pero lo quitó porque Gutiérrez Barrios aspiraba a sucederlo en el cargo, no por lo que sucedía en los Ceresos que hoy cobra, con cabezas cortadas, el horror que entonces se anunciaba.
De lejos vienen los sastres de trajes a la medida para vender a la Patria.