La batida diazordacista de Calderón contra la libertad
Revista Forum
Hay, sin duda, un "endurecimiento" en este gobierno panista. Pero no es un endurecimiento contra sus propios errores o ineptitudes, ni contra los enemigos de la unidad nacional real. No, el endurecimiento es contra las fuerzas populares, "que todo exigen, que todo demandan", y contra las voces críticas de los medios y los periodistas, "que todo lo critican, que todo lo enjuician", que no marchan al son de la obediencia servil o calculada hacia el gobierno de facto de la derecha.
Esto se advierte por todos lados. Ante la ineptitud gubernamental para sacar adelante sus designios, no hay cambio de ruta a favor de las voces mayoritarias de la nación, sino de los enemigos a vencer según los "estrategas" panistas. Y éstos no son, como tanto ha pregonado Felipe Calderón, el hambre, la marginación, el desempleo, la falta de oportunidades, el bajísimo crecimiento de la economía, los desvíos de dinero oficial para negocios particulares de funcionarios públicos o de empresarios ligados al favor gubernamental, la corrupción oficial, etcétera, y muchos más etcéteras.
Los enemigos son los que denuncian o luchan contra quienes se aprovechan o benefician de las posiciones de poder para medrar o para afianzar el "poder" de los panistas o de las oligarquías nativas. A estas alturas, apenas transcurridos 21 meses de esta administración pública, está muy claro que a quienes se debe Felipe Calderón es a los oligarcas que le dieron recursos para su campaña, o que ya estaban en la línea de Calderón para hacer trizas cualquier ruta social o independiente de México.
Políticas antipopulares, como la negativa en redondo a revisar, ni siquiera a renegociar, los capítulos agrícolas del TLCAN, o como la política de sometimiento a los dictados trasnacionales que lesionan la soberanía alimentaria, o como la acción antisindical de las llamadas autoridades laborales federales, encabezadas por un bufonesco empleado de las grandes empresas, o finalmente como la lucha ineficaz contra el crimen organizado y la ola de asesinatos desatados por los narcotraficantes, son la constante en la actual administración. No le atina a una sola de sus metas. Los fracasos los pretende sustituir con empeños mediáticos y propaganda del más bajo nivel, sin entender que cuanto más se invente una realidad a su gusto, menos podrá afrontar con eficacia los retos que la sociedad le enfrenta a estos aprendices de brujito.
Pero también pretende hacerlo mediante el acallamiento de las voces críticas. Ahora ya no es con el brutal expediente de la censura abierta, sino con el más soterrado del retiro del gasto en publicidad oficial, que durante décadas fue un elemento de subsistencia, no de opresión de la libertad de expresión, de muchos medios. El caso hasta hoy más notorio es el de , valiente revista plural con más de 17 años de existencia, pero hay muchos más medios que ya cerraron, viven en la agonía o se están doblegando a la presión económica trazada desde Gobernación y Los Pinos, ejecutada en este último lugar por un exmiembro de la banda infantil Timbiriche, Maximiliano Cortázar, cuyo único mérito para estar ahí es que se hizo amigo de Calderón y su esposa cuando ambos eran sólo novios. El "cuatismo" en todo su nefasto esplendor.
O también, como se ha denunciado, el empeño contra periodistas libres y críticos a los que por diversos pretextos se les retira de los espacios que conquistaron en años de acendrado esfuerzo informativo o de opinión. No tocan aún a los grandes, pero si éstos se hacen los indiferentes a esa embestida contra sus colegas menos grandes, llegará el momento en que también les llegará la guadaña de la censura por el lado económico. La perra es brava y hasta a los de casa muerde.
Es una batida general del calderonismo panista contra las voces libres, bajo la máscara hipócrita del respeto aparente a la libertad de expresión, que deja de serlo cuando a los medios o periodistas incómodos les cercenan posiciones o recursos, que no son propiedad del gobierno ni de sus funcionarios, sino de la inmensa masa de contribuyentes fiscales al erario. Y en esta embestida parece que esta administración sí está obteniendo sonados éxitos, a diferencia de los fracasos que obtiene en su pretendida lucha contra el narco. Los casos de Carmen Aristegui, Lydia Cacho y muchos más, así lo indican.
¿A dónde quiere ir Calderón con esta política? Es obvio que no a más democracia y más libertad, sino al aherrojamiento de los libres en nombre de los intereses plutocráticos que defiende y protege esta administración. Pero a tanto golpear a diestra y siniestra, no piensa, luego insiste, en lo que le ocurrió a Gustavo Díaz Ordaz con su intolerancia hacia los jóvenes, los estudiantes y las casas de estudios. El hilo se le reventó por lo más golpeado en momentos previos a la XIX Olimpiada, y él fue tirado al basurero de la historia.
Hay, sin duda, un "endurecimiento" en este gobierno panista. Pero no es un endurecimiento contra sus propios errores o ineptitudes, ni contra los enemigos de la unidad nacional real. No, el endurecimiento es contra las fuerzas populares, "que todo exigen, que todo demandan", y contra las voces críticas de los medios y los periodistas, "que todo lo critican, que todo lo enjuician", que no marchan al son de la obediencia servil o calculada hacia el gobierno de facto de la derecha.
Esto se advierte por todos lados. Ante la ineptitud gubernamental para sacar adelante sus designios, no hay cambio de ruta a favor de las voces mayoritarias de la nación, sino de los enemigos a vencer según los "estrategas" panistas. Y éstos no son, como tanto ha pregonado Felipe Calderón, el hambre, la marginación, el desempleo, la falta de oportunidades, el bajísimo crecimiento de la economía, los desvíos de dinero oficial para negocios particulares de funcionarios públicos o de empresarios ligados al favor gubernamental, la corrupción oficial, etcétera, y muchos más etcéteras.
Los enemigos son los que denuncian o luchan contra quienes se aprovechan o benefician de las posiciones de poder para medrar o para afianzar el "poder" de los panistas o de las oligarquías nativas. A estas alturas, apenas transcurridos 21 meses de esta administración pública, está muy claro que a quienes se debe Felipe Calderón es a los oligarcas que le dieron recursos para su campaña, o que ya estaban en la línea de Calderón para hacer trizas cualquier ruta social o independiente de México.
Políticas antipopulares, como la negativa en redondo a revisar, ni siquiera a renegociar, los capítulos agrícolas del TLCAN, o como la política de sometimiento a los dictados trasnacionales que lesionan la soberanía alimentaria, o como la acción antisindical de las llamadas autoridades laborales federales, encabezadas por un bufonesco empleado de las grandes empresas, o finalmente como la lucha ineficaz contra el crimen organizado y la ola de asesinatos desatados por los narcotraficantes, son la constante en la actual administración. No le atina a una sola de sus metas. Los fracasos los pretende sustituir con empeños mediáticos y propaganda del más bajo nivel, sin entender que cuanto más se invente una realidad a su gusto, menos podrá afrontar con eficacia los retos que la sociedad le enfrenta a estos aprendices de brujito.
Pero también pretende hacerlo mediante el acallamiento de las voces críticas. Ahora ya no es con el brutal expediente de la censura abierta, sino con el más soterrado del retiro del gasto en publicidad oficial, que durante décadas fue un elemento de subsistencia, no de opresión de la libertad de expresión, de muchos medios. El caso hasta hoy más notorio es el de , valiente revista plural con más de 17 años de existencia, pero hay muchos más medios que ya cerraron, viven en la agonía o se están doblegando a la presión económica trazada desde Gobernación y Los Pinos, ejecutada en este último lugar por un exmiembro de la banda infantil Timbiriche, Maximiliano Cortázar, cuyo único mérito para estar ahí es que se hizo amigo de Calderón y su esposa cuando ambos eran sólo novios. El "cuatismo" en todo su nefasto esplendor.
O también, como se ha denunciado, el empeño contra periodistas libres y críticos a los que por diversos pretextos se les retira de los espacios que conquistaron en años de acendrado esfuerzo informativo o de opinión. No tocan aún a los grandes, pero si éstos se hacen los indiferentes a esa embestida contra sus colegas menos grandes, llegará el momento en que también les llegará la guadaña de la censura por el lado económico. La perra es brava y hasta a los de casa muerde.
Es una batida general del calderonismo panista contra las voces libres, bajo la máscara hipócrita del respeto aparente a la libertad de expresión, que deja de serlo cuando a los medios o periodistas incómodos les cercenan posiciones o recursos, que no son propiedad del gobierno ni de sus funcionarios, sino de la inmensa masa de contribuyentes fiscales al erario. Y en esta embestida parece que esta administración sí está obteniendo sonados éxitos, a diferencia de los fracasos que obtiene en su pretendida lucha contra el narco. Los casos de Carmen Aristegui, Lydia Cacho y muchos más, así lo indican.
¿A dónde quiere ir Calderón con esta política? Es obvio que no a más democracia y más libertad, sino al aherrojamiento de los libres en nombre de los intereses plutocráticos que defiende y protege esta administración. Pero a tanto golpear a diestra y siniestra, no piensa, luego insiste, en lo que le ocurrió a Gustavo Díaz Ordaz con su intolerancia hacia los jóvenes, los estudiantes y las casas de estudios. El hilo se le reventó por lo más golpeado en momentos previos a la XIX Olimpiada, y él fue tirado al basurero de la historia.