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domingo, 2 de marzo de 2008

A un año de Calderón, México a la deriva

Revista Contralínea

La cruda –la cruda realidad– tras los festejos de un año arrinconado en Los Pinos, celebrando solamente un año menos, es lo que queda como resaca de los brindis de Felipe Calderón y su grupo, cuyo factor común es la ineficacia, el miedo, casi pavor a la política y la nación, electoralmente dividida en dos: los 14 millones víctimas del fraude y los otros 14 millones defraudados por la gestión mediocre. La confrontación sigue siendo, desde la oposición del perredismo lópezobradorista (las facciones cardenistas de la “nueva izquierda” ya se alinearon, cobrando facturas a cambio del reconocimiento a Calderón) versus lo que queda del panismo, restándole las mafias de los “menores de agua bendita”. Y en la coyuntura, el priismo restaurándose, obteniendo un nuevo capital político vía las negociaciones para afianzar la estabilidad y apuntalar la gobernabilidad.

Navegando en esas aguas, el calderonismo va a la deriva, y empuja a la nación a mayores malestares sociales. El candidato del empleo es el presidente del desempleo. El favorecido de los empresarios, banqueros, poderes fácticos de la televisión, clero político y los multimillonarios dejó pasar un año. Su sexenio es ya de cinco años. Parece como si, tras la desesperada ambición por el cargo, Calderón sólo fue elevado a su nivel de incompetencia, para ser estrictamente el sucesor de Vicente Fox, y malograr las dos alternancias con el lema de que todo tiempo pasado fue mejor: el PAN está resultando más y peor de lo mismo al navegar con la bandera de honradez, eficacia administrativa, capacidad política democrática, elecciones libres de toda sospecha de ilegalidad e ilegitimidad. Resultaron piratas sobre el botín presidencial.

Como jefe de la Presidencia bicéfala (la otra cabeza es la de jefe de Estado), Calderón no ha podido ni querido meterle mano a la Secretaría de Hacienda, donde Francisco Gil Díaz tiene el poder tras el trono de Agustín Carstens (impuesto por aquél y el Fondo Monetario Internacional). Hacienda es el cuarto poder de facto, que se sobrepone a los tres poderes constitucionales. En Pemex continúa el desastre por el saqueo, descapitalización y quiebra inducida para obligar su privatización, por la voracidad de contratistas e inversionistas que buscan se implante la reforma energética. Francisco Ramírez Acuña en la Secretaría de Gobernación no funcionó y por eso Calderón nombró a Juan Camilo Mouriño. Por su parte, Javier Lozano Alarcón en la Secretaría del Trabajo es un provocador que incumple con sus obligaciones. Eduardo Sojo, en Economía, no existe. Elba Esther Gordillo, en la SEP, hace parecer a la titular Josefina Vázquez Mota como una alumna de lento aprendizaje respecto de la conducción eficaz de la educación pública. Patricia Espinosa, titular de Relaciones Exteriores, no pasa de ser una buena burócrata; pero, México necesita en el cargo a una cabeza con perspectiva histórica e internacional que vea más allá de la mediocridad.

Ningún secretario ha demostrado capacidad y por esto Calderón y el PAN zozobran. Esto nada importaría si estuvieran al frente de un changarro de tamales; pero, está de por medio una nave estatal con más de 100 millones de pasajeros: la mayoría sobrevive en la pobreza y padece desempleo, tragedias como las de Tabasco y Chiapas, caciques del nuevo despotismo con los (des)gobernadores, corrupción, denegación de justicia en los tribunales y el narcotráfico desafiando la militarización, mientras unos y otros aumentan la pavorosa inseguridad.

Calderón ha perdido un año. Los mexicanos acumulamos otro de ineficiencia, mal gobierno, ingobernabilidad, crecimiento económico y desarrollo mínimos. La migración de trabajadores, profesionistas y jóvenes aumenta. Pareciera que no hubiera presidente de un país en crisis, que necesita reactivar la política económica, la educación y las inversiones. Calderón está refugiado en Los Pinos viendo pasar el tiempo sexenal, mientras el país se hunde en sus desgracias por falta de conducción presidencial.

La complicidad entre los presidentes priistas hizo de la impunidad la regla general: ninguno dio cuenta y razón de sus actos, las revisiones de sus cuentas públicas fueron una farsa. Con los panistas no hay excepción. El bribón de Fox abusó del poder para enriquecerse, mientras su sucesor lo está encubriendo a través de los diputados del PAN, que se oponen al juicio político o penal. Esto, por el chantaje de que Fox exhibiría lo que todos sabemos: el ascenso de Calderón a la Presidencia quedó marcado por el fraude electoral, gestionado por los eslabones Ugalde-Gordillo-Fox-Trife.

En el ejercicio concluido, Calderón dejó que 24 millones de niños y jóvenes de primaria y secundaria siguieran en manos de los poderes reales de la educación pública, SNTE-Elba-Televisa; al campo en el abandono y como tapete del Tratado de Libre Comercio, sacrificando al diezmado campesino; a pequeños y medianos agricultores desalentados, mientras amparó a los latifundistas y nuevos hacendados. El presidente sólo mira cómo los subsidios europeos, canadienses y estadunidenses protegen su agricultura; las aduanas son tránsito de ilegalidades millonarias, en perjuicio de la pobre producción industrial y comercial mexicanas.

Que los calderonistas y socios se hundan, nada importaría; pero tienen el manejo presidencial y están arrastrando a la nación a mayores desgracias tras el desastre foxista. La reforma del Estado trata de posponer los estallidos sociales, con innovaciones democráticas en ciertas instituciones. Pero, la incipiente reforma fiscal, para un crecimiento al menos de 3 por ciento, es sólo para continuar favoreciendo a las grandes empresas y bancos con sus jugadores en la Bolsa, para que no paguen impuestos, mientras los contribuyentes cautivos (trabajadores, empleados, profesionistas) seguirán siendo extorsionados con el terrorismo fiscal. Y es que no hay pactos políticos ni económicos para consolidar el mercado nacional con la producción interna, tampoco hay programas para impulsar la exportación a tono con la competencia e invasión, legal e ilegal, de importaciones que penetran el mercado nativo.

Calderón no da muestras de querer manejar el timón presidencial, no ya con patriotismo, siquiera con una concepción política, capaz de organizar la inversión pública y privada para la creación de empleos, aseguramiento del consumo masivo y gasto social para en verdad iniciar el combate a la pobreza. Del centro al sur del país –y más con los desastres en Yucatán, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Chiapas– se gesta una rebelión social por hambre, que se subestima con el “aquí no pasa nada”.

Calderón ha dejado pasar un año en perjuicio nacional. Los calderonistas, como los foxistas, no tardan en iniciar el saqueo para enriquecerse; saben que la aventura panista, con sus dos alternancias fallidas, no remontará electoralmente y que los centenarios de 2010 se pueden convertir en festejos porfiristas: anunciando agudización de la crisis política, económica y social. No es que la historia se repita, es que hay condiciones para nuevas inconformidades sociales.