Se chamaquean al gallego orejón
Diario Libertad / Flor Berenguer (en voz Alta)
Andrés Manuel López Obrador, maestro en el arte de enlodar, hizo nuevamente de las suyas y se chamaqueó feo a Juan Camilo Mouriño, este hispano-mexicano que encabeza la Secretaría de Gobernación y alfil del ajedrez político de Felipe Calderón.
El anzuelo lanzado por el Peje fue simple. Mostró copias irrefutables de contratos firmados a lo largo de los útlimos 6 años entre Ivancar- empresa transportadore de derivados del petróleo- propiedad de la familia Mouriño y de la cual hasta hace poco era Juan Camilo apoderado legal y Pemex.
Ésta, una de las 80 empresas de los Mouriño, recibió por asignación directa gracias a los buenos oficios del actual secretario de Gobernación cuando era sub secretario de Energía en las épocas en que, nada más y nada menos, Felipe Calderón la encabezaba, y Pemex Refinación, entonces en manos de Juan Bueno Torio, actual senador por Veracruz.
Así las cosas, Ivan, apodo por el que se conoce desde niño a Juan Camilo y que significa precisamente Juan en ruso, signa esos jugosísmos contratos directos que le darían a su familia exclusividad de transporte en el sureste del país, de donde son verdaderos caciques, hasta el fin del 2008, esto unido a las 38 gasolineras cuyas concesiones a pesar de ser extranjero están en manos de su padre, dueño del equipo Celta de Vigo, entre otras empresas creadas a partir de la nada cuando hicieron las Amércas a fines de los setenta.
Adicional a estos negocios, la omnipresencia de su suegro en Campeche, le ha permitido el acceso irrestricto a áreas como la construcción, asuntos que ventila el propio Juan Camilo en una explicación suicida.
Las reglas empresariales dictan que si estás enojado, no abras la boca. Si la abras, no te incrimines con la explicación; si te incriminas que no sea por escrito pero si ya lo escribiste, no lo firmes y si lo firmas no lo envíes.
A juzgar por la carta que envió Mouriño al Universal, diario que publicó como primicia el contrato evidenciado por AMLO, el verde polìtico blanquiazul violó todas las reglas del juego, porque en dicho comunicado no desmiente al Peje sino que justifica su “enorme sacrificio económico en aras de servir a la nación” ya que “tuvo que renunciar a las jugosas ganancias que le dan 80 empresas familiares de las que es socio y a la vida tranquila y regalada de provincia por venir a servir a la patria”·
¡Yaaaa! ¡Qué sea menos! Cualquiera diría que en su paso por la administración pública que inició como diputado federal encabezando precisamente la comision de energía , sector en el que su familia acumula su poder y riqueza, ha sido un apostolado equivalente al de la Madre Teresa de Calcuta y que todos aquellos que leímos su misiva pública comos tarados que nos chupamos el dedo creyendo que de verdad su única razón de ser es servirnos.
Una vez más se pone Mouriño de pechito y peor aún, arrastra a su padrino polìtico y jefe, Felipe Calderón extendiendo la lodosa mancha de la duda sobre la otrora impoluta honestidad del mandatario, misma que una vez presente no es tan fácil de remover.
Poco a poco la cola de Mouriño crece. Primero se cuestionó su nacionalidad y ahora, su modus operandi para favorecer a su familia consanguinea y política y poco a poco al levantarse la tapa de esta caja de Pandora nos empezamos a cuestionar dadas las circunstancias y magros resultados que ha dado el PAN desde que tomó el poder, si no nos está saliendo más caro el caldo que las albóndigas y muchos comienzan a mirar con nostalgia el pasado en que no había democracia pero había empleo, alimento en la mesa, techo sobre nuestras cabezas, ilusiones para vivir y utopías por conquistar porque desde este despertar social del 2000 los panistas nos han robado algo más entrañable que nuestro modo de vida : el derecho a soñar.
Arrebatados de la inocencia polìtica, no hay día que no nos topemos con Mouriños o Martitas Sahagunes que hábilmente han manipulado a los hombres del poder para dibujar con ellos tristes carícaturas, cada vez más patéticas e incomprensiblemente débiles que nos acercan a soluciones extremas donde, como el las novelas de Luis Spota, nos va resultando peor el remedio que la enfermedad.
Andrés Manuel López Obrador, maestro en el arte de enlodar, hizo nuevamente de las suyas y se chamaqueó feo a Juan Camilo Mouriño, este hispano-mexicano que encabeza la Secretaría de Gobernación y alfil del ajedrez político de Felipe Calderón.
El anzuelo lanzado por el Peje fue simple. Mostró copias irrefutables de contratos firmados a lo largo de los útlimos 6 años entre Ivancar- empresa transportadore de derivados del petróleo- propiedad de la familia Mouriño y de la cual hasta hace poco era Juan Camilo apoderado legal y Pemex.
Ésta, una de las 80 empresas de los Mouriño, recibió por asignación directa gracias a los buenos oficios del actual secretario de Gobernación cuando era sub secretario de Energía en las épocas en que, nada más y nada menos, Felipe Calderón la encabezaba, y Pemex Refinación, entonces en manos de Juan Bueno Torio, actual senador por Veracruz.
Así las cosas, Ivan, apodo por el que se conoce desde niño a Juan Camilo y que significa precisamente Juan en ruso, signa esos jugosísmos contratos directos que le darían a su familia exclusividad de transporte en el sureste del país, de donde son verdaderos caciques, hasta el fin del 2008, esto unido a las 38 gasolineras cuyas concesiones a pesar de ser extranjero están en manos de su padre, dueño del equipo Celta de Vigo, entre otras empresas creadas a partir de la nada cuando hicieron las Amércas a fines de los setenta.
Adicional a estos negocios, la omnipresencia de su suegro en Campeche, le ha permitido el acceso irrestricto a áreas como la construcción, asuntos que ventila el propio Juan Camilo en una explicación suicida.
Las reglas empresariales dictan que si estás enojado, no abras la boca. Si la abras, no te incrimines con la explicación; si te incriminas que no sea por escrito pero si ya lo escribiste, no lo firmes y si lo firmas no lo envíes.
A juzgar por la carta que envió Mouriño al Universal, diario que publicó como primicia el contrato evidenciado por AMLO, el verde polìtico blanquiazul violó todas las reglas del juego, porque en dicho comunicado no desmiente al Peje sino que justifica su “enorme sacrificio económico en aras de servir a la nación” ya que “tuvo que renunciar a las jugosas ganancias que le dan 80 empresas familiares de las que es socio y a la vida tranquila y regalada de provincia por venir a servir a la patria”·
¡Yaaaa! ¡Qué sea menos! Cualquiera diría que en su paso por la administración pública que inició como diputado federal encabezando precisamente la comision de energía , sector en el que su familia acumula su poder y riqueza, ha sido un apostolado equivalente al de la Madre Teresa de Calcuta y que todos aquellos que leímos su misiva pública comos tarados que nos chupamos el dedo creyendo que de verdad su única razón de ser es servirnos.
Una vez más se pone Mouriño de pechito y peor aún, arrastra a su padrino polìtico y jefe, Felipe Calderón extendiendo la lodosa mancha de la duda sobre la otrora impoluta honestidad del mandatario, misma que una vez presente no es tan fácil de remover.
Poco a poco la cola de Mouriño crece. Primero se cuestionó su nacionalidad y ahora, su modus operandi para favorecer a su familia consanguinea y política y poco a poco al levantarse la tapa de esta caja de Pandora nos empezamos a cuestionar dadas las circunstancias y magros resultados que ha dado el PAN desde que tomó el poder, si no nos está saliendo más caro el caldo que las albóndigas y muchos comienzan a mirar con nostalgia el pasado en que no había democracia pero había empleo, alimento en la mesa, techo sobre nuestras cabezas, ilusiones para vivir y utopías por conquistar porque desde este despertar social del 2000 los panistas nos han robado algo más entrañable que nuestro modo de vida : el derecho a soñar.
Arrebatados de la inocencia polìtica, no hay día que no nos topemos con Mouriños o Martitas Sahagunes que hábilmente han manipulado a los hombres del poder para dibujar con ellos tristes carícaturas, cada vez más patéticas e incomprensiblemente débiles que nos acercan a soluciones extremas donde, como el las novelas de Luis Spota, nos va resultando peor el remedio que la enfermedad.