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martes, 25 de marzo de 2008

El corrupto y estúpido Mouriño ... Engreído mozalbete madrileño

Siempre

Es tan inmaduro y tan inculto Juan Camilo Mouriño, que quizás ignore que no puede hacerse política exitosa con fama pública de ladrón o de corrupto. ¿No decía Reyes Heroles que en política la forma es fondo? ¿Habrá leído alguna vez el madrileño al veracruzano? ¿Será capaz Mouriño de leer, comprendiéndolo, un texto de cierta complejidad?

Aunque sus notorias inmadurez e ignorancia (más lo segundo que lo primero) no se lo permitan, el galleguito debería saber que en política es decisiva la imagen. Por eso los políticos profesionales la cuidan tanto y con tanto esmero. El político suele fotografiarse rodeado de la esposa y los hijos, aunque el hogar sea un infierno. O llevando en brazos a un niñito de la comunidad que visita en campaña o en actividades de autopromoción. O abrazando a una frágil ancianita.

Francachelas, borracheras, drogas, amantes y prostitutas no dan una buena imagen. Por ello hay que mantenerlas en el círculo más íntimo y reservado. Ahí está el caso emblemático del ya ex gobernador del estado de Nueva York, Eliot Spitzer.

Que un señor cualquiera contrate a una meretriz no es cosa excepcional. Es más bien un hecho que se repite por millones cotidianamente en todo el planeta. Pero que el caso de un político relevante se airee en la plaza pública es sencillamente desastroso.

Y en materia de mala imagen, no parece haber comparación entre una relación carnal a cambio de dinero, y actos de corrupción; constituyentes, además, de delitos perfectamente tipificados.

Pero si en materia de imagen y de violación de las leyes no hay comparación entre la conducta del ex gobernador neoyorkino y el engreído mozalbete madrileño, sí la hay en la torpeza que llevó a los dos personajes a dejar abundantísimos rastros documentales de sus respectivas correrías.

Se sabe que en México la cúpula política hace negocios al amparo de los cargos públicos. Pero se sabe igualmente que para no dejar huellas se vale de prestanombres, de testaferros. Y, con toda seguridad, lo mismo acontece en todo el mundo. Es más: hasta las meretrices, como la hoy célebre Kristen, usan un nombre falso para ejercer su oficio. Y eso que la prostitución no es un delito.

Así que Mouriño se ha convertido en un cadáver político no tanto por corrupto cuanto por estúpido. Un cadáver político como Spitzer, que gustaba de pagar por el disfrute de carne joven y hermosa. O como aquel individuo, Fausto Alzati, creo que ese era su nombre, que alardeaba de un doctorado que no poseía. Ah, descuidos costosos.