La vida de los cínicos
La Cronica
Los cínicos formaron una escuela filosófica desde la que se asumía que el mayor y último fin del hombre, debía ser la búsqueda de la felicidad, a través de la virtud, nos explica Nicola Abagnano en su Diccionario de Filosofía. Los cínicos, agrega, no obedecían al orden establecido, por lo que se les acusó de actuar con “desfachatez”.
A lo largo de la historia, el término fue adquiriendo un significado cada vez más peyorativo y hoy se le asigna a quien actúa de manera procaz o desvergonzada.
Los cínicos de hoy no actúan, sin embargo, en la búsqueda de la virtud, sino atentando en contra de lo que se puede considerar como éticamente admisible. En efecto, un cínico de hoy no es un hombre virtuoso, sino alguien que abusa, miente, conspira, todo sin recato o consideración alguna por el bienestar de los demás, y más aún, en detrimento de los derechos ajenos.
Hay pocas cosas peores para la vida pública que sus dirigentes se conviertan en cínicos o bien, que siéndolo, puedan llegar a convertirse en representantes populares o en gobernantes. Cuando esto ocurre, es sin duda síntoma de que “algo” está muy mal; de que el tejido social está roto y de que las instituciones han perdido la capacidad de garantizar que sólo quienes tienen una verdadera vocación por el servicio público pueden acceder a cargos de representación o responsabilidad pública.
Don Samuel Ramos, en su texto El perfil del hombre y la cultura en México, nos habla de los tres perfiles del mexicano: 1) el pelado; 2) el mexicano de la ciudad y; 3) el burgués. El pelado, nos explica el General Raúl Fuentes Aguilar en su texto La pasión de Samuel Ramos por México, “trata de encubrir su situación real que es el de un cero a la izquierda. Busca la riña para elevar el tono de su yo deprimido y tener fe en sí mismo. Como es un ser sin contenido sustancial, trata de llenar su vacío con el único valor a su alcance, el del macho”.
Sin duda, la descripción del “pelado” hoy encajaría perfectamente con los perfiles y personalidades de innumerables políticos mexicanos. La insustancialidad que caracteriza al “pelado” tiene que ver, desde la óptica de Samuel Ramos, con el vacío espiritual de estos sujetos y que al mismo tiempo con la ausencia de un sentido de lo que es la patria y lo que es en el fondo nuestra cultura nacional.
Un “pelado” no debería gobernar y sin embargo, hoy abundan los casos de políticos que antes que responder a su misión pedagógica de liderazgo y de responsabilidad con nuestro país, se desenvuelven sin ningún viso de “contenido sustancial” y son guiados por un espíritu procaz que se manifiesta sobre todo en la forma de expresarse, la cual, aún sin mencionarlo, apela precisamente a ese único valor a su alcance, del que nos habla Samuel Ramos: el del macho.
Debe señalarse que el perfil del “pelado” no corresponde sólo a un partido político. Aquí se destacan tres casos que muestran cómo los “pelados”, que sin duda llevan una vida plenamente cínica, pueden encontrarse en todo el espectro político de nuestro país.
Sin duda alguna, el ex presidente Vicente Fox llena a cabalidad el perfil. Sus declaraciones sobre las “lavadoras de dos patas”; su ataque a las entonces legisladoras que pidieron que la ropa de la señora Marta Sahagún no se compraran más con recursos públicos, a quienes llamó “viejas verduleras”; así como sus constantes y desafortunadas declaraciones en contra de las mujeres, su desparpajo lingüístico y su vacuidad intelectual, lo convierten, sin duda, en uno de los más lamentables ejemplos de cómo un “pelado” puede llegar a la primera magistratura del país.
El segundo, e igualmente lamentabilísimo caso que puede citarse es el del gobernador Mario Marín. Las grabaciones en las que se le escucha orgulloso decir que ya “le dio sus coscorrones a la vieja cabrona esa” (refiriéndose a la periodista Lidya Cacho), así como su increíble declaración en el caso del desgaje del cerro en la Sierra Negra de Puebla al espetarle a los deudos de los muertos un: “acaso yo les mandé el agua”; destacan nuevamente no sólo la ineptitud y el cinismo, sino la insustancial consistencia espiritual de quien se espera que tenga el mínimo de actitud y probidad moral para gobernar a una entidad del país.
Un tercer caso se encuentra en el señor Gerardo Fernández Noroña, a quien no sólo se le ha visto saltar bardas, desplegar técnicas porriles en contra de granaderos o tomar por asalto instituciones públicas, sino que en fechas recientes agredió a la diputada Ruth Zavaleta, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, a quien acusó con una bajeza inusual “de haber entregado el cuerpo” al gobierno federal.
Estos tres casos, que resultan ejemplares por lo escandaloso de sus posiciones y declaraciones, nos dan muestra de la terrible falta de dignidad que campea en amplios círculos de la vida política del país. Empero, la pregunta que falta por hacer es cómo viven estos “pelados”; ¿cómo vive un cínico así en México?
La respuesta es simple, viven cómodamente al cobijo de la impunidad. El rancho de San Cristóbal en Guanajuato, adornado al amparo de los recursos públicos y hoy escenario para varias “revistas del corazón” y el “jet set”; y la Casa Puebla, que es la residencia oficial del Gobernador de aquella entidad, han sido convertidos en los recintos predilectos del cinismo rapaz, en donde la impudicia y la corrupción sobrevuelan como negros zopilotes que nos advierten de lo que el país puede continuar siendo presa, de no actuar todos y exigir a la clase política la condena y el rechazo de este tipo de políticos.
¿Por qué el PRI no exige la expulsión de Mario Marín de sus filas? ¿Por qué las mujeres del PRD no exigen la expulsión de Fernández Noroña de su partido, después de revelarse como el “pelado misógino” que es? ¿Por qué en el PAN no se da una discusión seria sobre la inmoralidad de la actuación del ex presidente Fox y del daño que le causó a las instituciones de nuestro país?
Peor aún, ¿hasta cuándo los ciudadanos seguiremos votando por estos cínicos “pelados” y permitiendo que los partidos que los encumbran en el poder continúen postulando a personalidades que, por su inconsistencia espiritual, están muy lejos de poder construir equipos y proyectos de trabajo que permitan revertir las oprobiosas condiciones de marginación, desigualdad y pobreza que hay en nuestro país?
Los “pelados de hoy” viven en mansiones de lujo; perciben ingresos muy por arriba de los ingresos de las clases populares e incluso de las clases medias; vacacionan en yates rentados o prestados en exclusivas playas, vedadas para la mayoría de los mexicanos; comen en los mejores restaurantes del país y del extranjero; tienen la posibilidad de salir del país varias veces al año para ir de “Shopping” a los principales centros comerciales del mundo y por si fuera poco, tienen la expectativa de continuar perpetuándose en el poder, gracias a las alianzas y las redes de corrupción que han logrado tejer en los últimos años.
Estos personajes son a quienes Shakespeare describe como las hienas que pueden reír y reír, mientras que el moribundo rey, contra quien conspiraron, yace tendido.
Esta es la vida que llevan los cínicos mientras que en el otro extremo, los pobres, los hambrientos, llevan marcado en el rostro la desesperación, y ya también en palabras de nuestro Alfonso Reyes, el grito y el espanto. Es esta vida de los cínicos la que no podemos tolerar más y a la que nos urge erradicar de nuestro país, si es que de verdad queremos aspirar a una vida con mayor dignidad.
Los cínicos formaron una escuela filosófica desde la que se asumía que el mayor y último fin del hombre, debía ser la búsqueda de la felicidad, a través de la virtud, nos explica Nicola Abagnano en su Diccionario de Filosofía. Los cínicos, agrega, no obedecían al orden establecido, por lo que se les acusó de actuar con “desfachatez”.
A lo largo de la historia, el término fue adquiriendo un significado cada vez más peyorativo y hoy se le asigna a quien actúa de manera procaz o desvergonzada.
Los cínicos de hoy no actúan, sin embargo, en la búsqueda de la virtud, sino atentando en contra de lo que se puede considerar como éticamente admisible. En efecto, un cínico de hoy no es un hombre virtuoso, sino alguien que abusa, miente, conspira, todo sin recato o consideración alguna por el bienestar de los demás, y más aún, en detrimento de los derechos ajenos.
Hay pocas cosas peores para la vida pública que sus dirigentes se conviertan en cínicos o bien, que siéndolo, puedan llegar a convertirse en representantes populares o en gobernantes. Cuando esto ocurre, es sin duda síntoma de que “algo” está muy mal; de que el tejido social está roto y de que las instituciones han perdido la capacidad de garantizar que sólo quienes tienen una verdadera vocación por el servicio público pueden acceder a cargos de representación o responsabilidad pública.
Don Samuel Ramos, en su texto El perfil del hombre y la cultura en México, nos habla de los tres perfiles del mexicano: 1) el pelado; 2) el mexicano de la ciudad y; 3) el burgués. El pelado, nos explica el General Raúl Fuentes Aguilar en su texto La pasión de Samuel Ramos por México, “trata de encubrir su situación real que es el de un cero a la izquierda. Busca la riña para elevar el tono de su yo deprimido y tener fe en sí mismo. Como es un ser sin contenido sustancial, trata de llenar su vacío con el único valor a su alcance, el del macho”.
Sin duda, la descripción del “pelado” hoy encajaría perfectamente con los perfiles y personalidades de innumerables políticos mexicanos. La insustancialidad que caracteriza al “pelado” tiene que ver, desde la óptica de Samuel Ramos, con el vacío espiritual de estos sujetos y que al mismo tiempo con la ausencia de un sentido de lo que es la patria y lo que es en el fondo nuestra cultura nacional.
Un “pelado” no debería gobernar y sin embargo, hoy abundan los casos de políticos que antes que responder a su misión pedagógica de liderazgo y de responsabilidad con nuestro país, se desenvuelven sin ningún viso de “contenido sustancial” y son guiados por un espíritu procaz que se manifiesta sobre todo en la forma de expresarse, la cual, aún sin mencionarlo, apela precisamente a ese único valor a su alcance, del que nos habla Samuel Ramos: el del macho.
Debe señalarse que el perfil del “pelado” no corresponde sólo a un partido político. Aquí se destacan tres casos que muestran cómo los “pelados”, que sin duda llevan una vida plenamente cínica, pueden encontrarse en todo el espectro político de nuestro país.
Sin duda alguna, el ex presidente Vicente Fox llena a cabalidad el perfil. Sus declaraciones sobre las “lavadoras de dos patas”; su ataque a las entonces legisladoras que pidieron que la ropa de la señora Marta Sahagún no se compraran más con recursos públicos, a quienes llamó “viejas verduleras”; así como sus constantes y desafortunadas declaraciones en contra de las mujeres, su desparpajo lingüístico y su vacuidad intelectual, lo convierten, sin duda, en uno de los más lamentables ejemplos de cómo un “pelado” puede llegar a la primera magistratura del país.
El segundo, e igualmente lamentabilísimo caso que puede citarse es el del gobernador Mario Marín. Las grabaciones en las que se le escucha orgulloso decir que ya “le dio sus coscorrones a la vieja cabrona esa” (refiriéndose a la periodista Lidya Cacho), así como su increíble declaración en el caso del desgaje del cerro en la Sierra Negra de Puebla al espetarle a los deudos de los muertos un: “acaso yo les mandé el agua”; destacan nuevamente no sólo la ineptitud y el cinismo, sino la insustancial consistencia espiritual de quien se espera que tenga el mínimo de actitud y probidad moral para gobernar a una entidad del país.
Un tercer caso se encuentra en el señor Gerardo Fernández Noroña, a quien no sólo se le ha visto saltar bardas, desplegar técnicas porriles en contra de granaderos o tomar por asalto instituciones públicas, sino que en fechas recientes agredió a la diputada Ruth Zavaleta, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, a quien acusó con una bajeza inusual “de haber entregado el cuerpo” al gobierno federal.
Estos tres casos, que resultan ejemplares por lo escandaloso de sus posiciones y declaraciones, nos dan muestra de la terrible falta de dignidad que campea en amplios círculos de la vida política del país. Empero, la pregunta que falta por hacer es cómo viven estos “pelados”; ¿cómo vive un cínico así en México?
La respuesta es simple, viven cómodamente al cobijo de la impunidad. El rancho de San Cristóbal en Guanajuato, adornado al amparo de los recursos públicos y hoy escenario para varias “revistas del corazón” y el “jet set”; y la Casa Puebla, que es la residencia oficial del Gobernador de aquella entidad, han sido convertidos en los recintos predilectos del cinismo rapaz, en donde la impudicia y la corrupción sobrevuelan como negros zopilotes que nos advierten de lo que el país puede continuar siendo presa, de no actuar todos y exigir a la clase política la condena y el rechazo de este tipo de políticos.
¿Por qué el PRI no exige la expulsión de Mario Marín de sus filas? ¿Por qué las mujeres del PRD no exigen la expulsión de Fernández Noroña de su partido, después de revelarse como el “pelado misógino” que es? ¿Por qué en el PAN no se da una discusión seria sobre la inmoralidad de la actuación del ex presidente Fox y del daño que le causó a las instituciones de nuestro país?
Peor aún, ¿hasta cuándo los ciudadanos seguiremos votando por estos cínicos “pelados” y permitiendo que los partidos que los encumbran en el poder continúen postulando a personalidades que, por su inconsistencia espiritual, están muy lejos de poder construir equipos y proyectos de trabajo que permitan revertir las oprobiosas condiciones de marginación, desigualdad y pobreza que hay en nuestro país?
Los “pelados de hoy” viven en mansiones de lujo; perciben ingresos muy por arriba de los ingresos de las clases populares e incluso de las clases medias; vacacionan en yates rentados o prestados en exclusivas playas, vedadas para la mayoría de los mexicanos; comen en los mejores restaurantes del país y del extranjero; tienen la posibilidad de salir del país varias veces al año para ir de “Shopping” a los principales centros comerciales del mundo y por si fuera poco, tienen la expectativa de continuar perpetuándose en el poder, gracias a las alianzas y las redes de corrupción que han logrado tejer en los últimos años.
Estos personajes son a quienes Shakespeare describe como las hienas que pueden reír y reír, mientras que el moribundo rey, contra quien conspiraron, yace tendido.
Esta es la vida que llevan los cínicos mientras que en el otro extremo, los pobres, los hambrientos, llevan marcado en el rostro la desesperación, y ya también en palabras de nuestro Alfonso Reyes, el grito y el espanto. Es esta vida de los cínicos la que no podemos tolerar más y a la que nos urge erradicar de nuestro país, si es que de verdad queremos aspirar a una vida con mayor dignidad.