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domingo, 25 de noviembre de 2007

No pecarás

josé gil olmos

México, D.F., 22 de noviembre (apro).- El domingo pasado repicaron por espacio de 15 minutos las campanas de la Catedral Metropolitana. ¿Por quien doblaban las campanas? Sigue siendo la pregunta, y la respuesta difícilmente se puede deslindar de la intención política, pues si hay algo que ha caracterizado a la jerarquía católica mexicana en los últimos años ha sido su vinculación y participación en la vida política nacional.

Juan Sandoval Iñiguez, Norberto Rivera, Onésimo Cepeda, son algunos de los nombres de cardenales y obispos que aparecen no sólo en el púlpito de las iglesias, sino en la columnas políticas por sus constantes reuniones con legisladores, candidatos, presidentes de partidos políticos, empresarios y hasta presidentes de la República, no para difundir la palabra divina, sino para participar e incidir en la decisiones políticas.

Basta recordar la activa participación política de los jerarcas católicos en el proceso electoral del año pasado, sus constantes comentarios en contra de algunos candidatos, especialmente, Andrés Manuel López Obrador y Roberto Madrazo, y en favor de Felipe Calderón.

Fue desde el púlpito de las iglesias donde se difundió la idea de que no habría que votar por quien representaba un “peligro para México”, parafraseando la frase electoral de Calderón en contra de López Obrador.

Parte de esta campaña fue difundir entre la grey católica la idea de que, si ganaba el tabasqueño, les quitarían parte de sus propiedades y hasta la potestad de sus hijos más pequeños. Obispos y cardenales se encargaron de llamar a sus corderos a no votar en contra de quien representaba el peligro del comunismo.

Lo ocurrido en el zócalo de la ciudad de México el domingo pasado no puede verse fuera de este contexto. No es gratuito ni una acción ajena a una intensión política que repicaran las campanas durante tanto tiempo mientras se realizaba un acto político de López Obrador.

Las explicaciones del vocero de la Catedral y del abogado católico Armando Martínez, de que sólo se estaba llamando a misa, resulta una ofensa a la inteligencia y, en términos católicos, un pecado, porque se trata de una mentira. Es más que evidente que se trató de una provocación y una respuesta a las agresiones que han recibido de miembros del PRD con quienes han tenido enfrentamientos verbales en últimas fechas, entre ellos Gerardo Fernández Noroña.

La irrupción violenta de los seguidores de López Obrador al recinto religioso es también un grave error, pues nadie tiene el derecho a violentar recintos religiosos y faltar el respeto a los feligreses. Al César, lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.

Iglesia católica y el PRD están estirando sus relaciones de manera peligrosa. Ambos viven sus propias crisis y no tienen que expresarlas más allá de sus respectivos ámbitos.

Los escándalos en que se han vinculado altos miembros de la jerarquía católica, como las demandas de pederastia, la comercialización de las imágenes religiosas, como la Virgen de Guadalupe, y la vinculación con personajes que son símbolos de la corrupción o del narcotráfico, son algunos de los problemas que tienen que resolver en sus propios ámbitos.

Lo mismo que el PRD, que se encuentra en un cisma profundo luego de la derrota que sufrió el año pasado, y la disputa salvaje en la que se han enfrascado las corrientes y tribus por ganar la dirigencia nacional.

Aún es tiempo de que detengan sus ataques, que los jerarcas católicos vinculados al sector de la derecha dejen de involucrarse en la vida política y los perredistas en la vida religiosa.

Los riesgos de un enfrentamiento ya los conocemos y siempre han tenido consecuencias mortales irreparables. La mesura es fundamental en estos momentos.