Esperanza traicionada ... Años Perdidos
Raúl Sinobas Solís
Vicente Fox pasó de ser el gran demócrata al perfecto villano en tan sólo dos semanas. Durante seis largos años, investigaciones revelaron la corrupción del primer presidente no priísta del país. Pero los grandes electores, o sea, los dueños del dinero, cubrieron al guanajuatense, al grado de silenciar con su indiferencia a quienes cuestionaban el “gobierno del cambio”.
Hoy, esos empresarios y concesionarios de la radio y la televisión, no tienen intereses económicos ni políticos con Fox y su familia. Por eso ya no detuvieron el escándalo y, por el contrario, le han sacado provecho, para cobrar cuentas pendientes por traiciones y recuperar rating y credibilidad perdidas.
Si Fox usó o no dinero del erario público o tráfico de influencias para crear un imperio automotriz e inmobiliario y amasar una fortuna económica que garantice su futuro, es tema de revistas del corazón, para el debate legislativo y para darle trabajo a los empleados de la Secretaría de la Función Pública del gobierno federal. Pero nada más.
En el fondo, Fox allanó el camino para que durante su mandato todo quedara como lo encontró y, peor aún, heredó al gobierno actual una abultada burocracia ineficaz e inamovible gracias al Servicio Civil de Carrera que instauró.
Fox llegó a Los Pinos por un acuerdo entre Ernesto Zedillo y Bill Clinton. Ayudó a Felipe Calderón, para contar con una coraza de acero en contra de sus inquisidores.
Sin embargo, hoy nadie puede ni quiere ayudar a Fox a salir del laberinto en el que se metió desde que se casó con Marta Sahagún. No lo puede hacer Calderón, tampoco el partido que lo postuló como su candidato en el 2000.
Muchas cuartillas se llenarán con adjetivos calificativos contra Fox y su familia. Aún faltan muchas historias que contar. Pronto volverá a ser noticia que Fox sufre impotencia sexual desde hace casi 40 años, según constancia médica publicada en un libro hace seis años o que siendo diputado en 1991 y mientras conducía su austero coche, golpeó a un anciana que perdió la vida en el percance.
En realidad, todo lo que se diga o escriba de Fox, más lo que éste, su esposa y el resto de su familia respondan en defensa de la honra Fox-Sahagún, será poco para el daño que todos esos personajes de la farándula política le hicieron al país al no diseñar la nueva República e instaurar el cambio prometido.
Los mexicanos que lo apoyaron en algún momento no deben sentirse traicionados, sólo deben ser más analíticos la próxima vez que un hombre o una mujer sin cultura, sin éxito empresarial, académico y familiar, les ofrezca lo imposible.
Vicente Fox pasó de ser el gran demócrata al perfecto villano en tan sólo dos semanas. Durante seis largos años, investigaciones revelaron la corrupción del primer presidente no priísta del país. Pero los grandes electores, o sea, los dueños del dinero, cubrieron al guanajuatense, al grado de silenciar con su indiferencia a quienes cuestionaban el “gobierno del cambio”.
Hoy, esos empresarios y concesionarios de la radio y la televisión, no tienen intereses económicos ni políticos con Fox y su familia. Por eso ya no detuvieron el escándalo y, por el contrario, le han sacado provecho, para cobrar cuentas pendientes por traiciones y recuperar rating y credibilidad perdidas.
Si Fox usó o no dinero del erario público o tráfico de influencias para crear un imperio automotriz e inmobiliario y amasar una fortuna económica que garantice su futuro, es tema de revistas del corazón, para el debate legislativo y para darle trabajo a los empleados de la Secretaría de la Función Pública del gobierno federal. Pero nada más.
En el fondo, Fox allanó el camino para que durante su mandato todo quedara como lo encontró y, peor aún, heredó al gobierno actual una abultada burocracia ineficaz e inamovible gracias al Servicio Civil de Carrera que instauró.
Fox llegó a Los Pinos por un acuerdo entre Ernesto Zedillo y Bill Clinton. Ayudó a Felipe Calderón, para contar con una coraza de acero en contra de sus inquisidores.
Sin embargo, hoy nadie puede ni quiere ayudar a Fox a salir del laberinto en el que se metió desde que se casó con Marta Sahagún. No lo puede hacer Calderón, tampoco el partido que lo postuló como su candidato en el 2000.
Muchas cuartillas se llenarán con adjetivos calificativos contra Fox y su familia. Aún faltan muchas historias que contar. Pronto volverá a ser noticia que Fox sufre impotencia sexual desde hace casi 40 años, según constancia médica publicada en un libro hace seis años o que siendo diputado en 1991 y mientras conducía su austero coche, golpeó a un anciana que perdió la vida en el percance.
En realidad, todo lo que se diga o escriba de Fox, más lo que éste, su esposa y el resto de su familia respondan en defensa de la honra Fox-Sahagún, será poco para el daño que todos esos personajes de la farándula política le hicieron al país al no diseñar la nueva República e instaurar el cambio prometido.
Los mexicanos que lo apoyaron en algún momento no deben sentirse traicionados, sólo deben ser más analíticos la próxima vez que un hombre o una mujer sin cultura, sin éxito empresarial, académico y familiar, les ofrezca lo imposible.