Ante los 300 líderes ... Las feliPILLADAS de calderón
Alvaro Cepeda Neri
La piedra de toque de los discursos (que se pudieron rescatar y no así su voz de orador salvo elogiosos comentarios) son los que escribió Demóstenes. Algunos contra Filipo se han llamado filípicas, en defensa de Atenas contra Macedonia. Esto para que nadie vaya a tomar por filípica la intervención de Calderón (pésimo orador a pesar de haber sido dos veces diputado) ante 220 “líderes” inventados por una revista, encabezados por el sonorense Claudio Xavier González, siempre en primera fila y la ausencia de Slim, Zambrano y el amigo de Fox, Roberto González.
Dicen las crónicas que Mouriño, Cortázar, César Nava y otros cercanos colaboradores de Calderón, mostraron “asombro” por el discurso de éste, en el que les echó en cara a muchos de los allí presentes (y sobre todo ausentes) haber construido sus fortunas “sobre la sangre y el dolor de la mitad de los mexicanos”.
Gran parte de la intervención felipilla, para no confundir con filípica, fue para decirle a los ricos y multimillonarios que, aprovechando las crisis económicas, “han mandado a más de la mitad de los mexicanos a la miseria”.
El discurso calderonista no pasó de información secundaria en los medios de comunicación. En la radio apenas si lo mencionaron. Las televisoras lo ignoraron. Se trataba de no darle importancia, por dos razones. Una, Calderón no tiene credibilidad en ese tema. A nadie engaña. Se disfrazó de la abuelita de Caperucita. Y, además, Don Timbiriche (amo y señor de la batería de lo que fue ese conjunto musical) Maximiliano Cortázar Lara, director de Comunicación de Los Pinos, recibió la orden de no “hacer olas” para que el desahogo, tipo diván de psicoanálisis de Calderón, no pasara a más. Fue una burda imitación, caricatura, del discurso lopezobradorista, para cuando menos retóricamente, rebasar a la oposición por la izquierda.
Fue, pues, una felipillada, no una filípica, la de Calderón, para descargar su conciencia derechista, proclive a los poderosos y con el propósito de ganarse a los más de 14 millones que, con la votación priista, lo rechazaron en las urnas. Fue un exabrupto, convocando a los “líderes” integrados a la oligarquía conservadora, ultraderechista y de manos libres para seguir manejando el neoliberalismo económico, sobrenombre del capitalismo salvaje para que, con sus propias palabras “ciento y pico millones de mexicanos esperando ver a qué hora hay una fuerza nacional capaz de entenderse y hablar”.
¿Vislumbra Calderón, con su felipilla, levantamientos, revueltas... y más guerrillas?
La piedra de toque de los discursos (que se pudieron rescatar y no así su voz de orador salvo elogiosos comentarios) son los que escribió Demóstenes. Algunos contra Filipo se han llamado filípicas, en defensa de Atenas contra Macedonia. Esto para que nadie vaya a tomar por filípica la intervención de Calderón (pésimo orador a pesar de haber sido dos veces diputado) ante 220 “líderes” inventados por una revista, encabezados por el sonorense Claudio Xavier González, siempre en primera fila y la ausencia de Slim, Zambrano y el amigo de Fox, Roberto González.
Dicen las crónicas que Mouriño, Cortázar, César Nava y otros cercanos colaboradores de Calderón, mostraron “asombro” por el discurso de éste, en el que les echó en cara a muchos de los allí presentes (y sobre todo ausentes) haber construido sus fortunas “sobre la sangre y el dolor de la mitad de los mexicanos”.
Gran parte de la intervención felipilla, para no confundir con filípica, fue para decirle a los ricos y multimillonarios que, aprovechando las crisis económicas, “han mandado a más de la mitad de los mexicanos a la miseria”.
El discurso calderonista no pasó de información secundaria en los medios de comunicación. En la radio apenas si lo mencionaron. Las televisoras lo ignoraron. Se trataba de no darle importancia, por dos razones. Una, Calderón no tiene credibilidad en ese tema. A nadie engaña. Se disfrazó de la abuelita de Caperucita. Y, además, Don Timbiriche (amo y señor de la batería de lo que fue ese conjunto musical) Maximiliano Cortázar Lara, director de Comunicación de Los Pinos, recibió la orden de no “hacer olas” para que el desahogo, tipo diván de psicoanálisis de Calderón, no pasara a más. Fue una burda imitación, caricatura, del discurso lopezobradorista, para cuando menos retóricamente, rebasar a la oposición por la izquierda.
Fue, pues, una felipillada, no una filípica, la de Calderón, para descargar su conciencia derechista, proclive a los poderosos y con el propósito de ganarse a los más de 14 millones que, con la votación priista, lo rechazaron en las urnas. Fue un exabrupto, convocando a los “líderes” integrados a la oligarquía conservadora, ultraderechista y de manos libres para seguir manejando el neoliberalismo económico, sobrenombre del capitalismo salvaje para que, con sus propias palabras “ciento y pico millones de mexicanos esperando ver a qué hora hay una fuerza nacional capaz de entenderse y hablar”.
¿Vislumbra Calderón, con su felipilla, levantamientos, revueltas... y más guerrillas?