Aeroméxico ... El último gran obsequio
Félix Fuentes
Banamex, prestanombres desde el sexenio pasado del principal Banco de Estados Unidos, Citigroup, recibió extraordinarios beneficios de los presidentes Ernesto Zedillo —enterrador del PRI— y de los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón. Aeroméxico fue el último gran obsequio.
Cuando Banamex se bamboleaba en manos del ex bolseador Roberto Hernández lo rescató Ernesto Zedillo a través de la legalización de los pasivos bancarios metidos al Fobaproa, mecanismo que constituyó gigantesco saqueo, ejecutado por la turba empresarial con cargo al pueblo de México.
Debido a ese “rescate” nació una nueva deuda pública, superior a 100 mil millones de dólares y, en vez de ser liquidada, la abultan quienes disfrutan los manejos del Fobaproa.
Además, Zedillo otorgó otros beneficios a Roberto Hernández, como los terrenos boscosos de El Tamarindo en las costas de Colima, donde diseñó un fastuoso campo de golf. Lo de las Hummer es de risa loca.
Hernández y la clase patronal privilegiada saltaron de gusto con Zedillo cuando diputados de la LVIII Legislatura de la Cámara de Diputados, de la cual formó parte Felipe Calderón, declararon legalidad al Fobaproa. Algunos parientes de Vicente Fox figuran en el fenomenal bandidaje.
Ya en el primer régimen panista se cotizaban las acciones de Banamex en la Bolsa Mexicana de Valores, a fin de vender esa institución al Citigroup, sin pago de impuestos. Así fue defraudado el erario público con 15 mil millones de pesos bajo el argumento de que la papelería bursátil no es objeto de gravámenes. Por eso es un desastre la hacienda pública.
Nadie esperaba, sin embargo, que cuando todavía no termina Felipe Calderón su primer año de gobierno, empresarios bajo el escudo de Banamex recibieran en bandeja a Aeroméxico en una suma ridícula. A juicio del senador Ricardo Monreal, la aerolínea fue otorgada a través de Fobaproa en 200 millones de dólares, pero en realidad vale mil 500 millones de billetes verdes.
Algunas reacciones han sido particularmente violentas, entre otras la del también senador perredista Pablo Gómez, quien afirmó: “La venta de Aeroméxico fue un trinquetazo, un pago de facturas de Calderón a José Luis Barraza por la campaña sucia contra Andrés Manuel López Obrador”.
Ciertamente, Barraza encabezó una larga campaña de difamación contra el Peje —se calculó a un costo de 200 millones de dólares en medios electrónicos— habiéndolo ligado al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sin que ambos se conocieran.
Barraza presidía el Consejo Coordinador Empresarial cuando fue desatada la lluvia de ataques contra el tabasqueño y lo secundaron varios organismos empresariales, mediante pagos mediáticos. Ahora figura Barraza dentro del grupo de Banamex, al lado de otros supuestos 20 inversionistas.
Mucha gente se pregunta con el símil que tanto festejaba don Manuel Buendía: ¿y de dónde las mulas, Pedro? Si se trata de un pago de facturas, como numerosos legisladores lo dicen a coro, ¿no es muy temprano saldar esa clase de cuentas?
El gran perdedor de la falsa subasta, Moisés Saba, admitió: “Me siento frustrado, estuve durante diez meses trabajando con todas mis fuerzas y mi ánimo”. Pero tampoco es un magnate de la aviación y Aeroméxico no habría mejorado con él. ¿Cómo logró a tan temprana edad los 200 millones de dólares ofrecidos por la empresa?
Banamex, prestanombres desde el sexenio pasado del principal Banco de Estados Unidos, Citigroup, recibió extraordinarios beneficios de los presidentes Ernesto Zedillo —enterrador del PRI— y de los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón. Aeroméxico fue el último gran obsequio.
Cuando Banamex se bamboleaba en manos del ex bolseador Roberto Hernández lo rescató Ernesto Zedillo a través de la legalización de los pasivos bancarios metidos al Fobaproa, mecanismo que constituyó gigantesco saqueo, ejecutado por la turba empresarial con cargo al pueblo de México.
Debido a ese “rescate” nació una nueva deuda pública, superior a 100 mil millones de dólares y, en vez de ser liquidada, la abultan quienes disfrutan los manejos del Fobaproa.
Además, Zedillo otorgó otros beneficios a Roberto Hernández, como los terrenos boscosos de El Tamarindo en las costas de Colima, donde diseñó un fastuoso campo de golf. Lo de las Hummer es de risa loca.
Hernández y la clase patronal privilegiada saltaron de gusto con Zedillo cuando diputados de la LVIII Legislatura de la Cámara de Diputados, de la cual formó parte Felipe Calderón, declararon legalidad al Fobaproa. Algunos parientes de Vicente Fox figuran en el fenomenal bandidaje.
Ya en el primer régimen panista se cotizaban las acciones de Banamex en la Bolsa Mexicana de Valores, a fin de vender esa institución al Citigroup, sin pago de impuestos. Así fue defraudado el erario público con 15 mil millones de pesos bajo el argumento de que la papelería bursátil no es objeto de gravámenes. Por eso es un desastre la hacienda pública.
Nadie esperaba, sin embargo, que cuando todavía no termina Felipe Calderón su primer año de gobierno, empresarios bajo el escudo de Banamex recibieran en bandeja a Aeroméxico en una suma ridícula. A juicio del senador Ricardo Monreal, la aerolínea fue otorgada a través de Fobaproa en 200 millones de dólares, pero en realidad vale mil 500 millones de billetes verdes.
Algunas reacciones han sido particularmente violentas, entre otras la del también senador perredista Pablo Gómez, quien afirmó: “La venta de Aeroméxico fue un trinquetazo, un pago de facturas de Calderón a José Luis Barraza por la campaña sucia contra Andrés Manuel López Obrador”.
Ciertamente, Barraza encabezó una larga campaña de difamación contra el Peje —se calculó a un costo de 200 millones de dólares en medios electrónicos— habiéndolo ligado al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sin que ambos se conocieran.
Barraza presidía el Consejo Coordinador Empresarial cuando fue desatada la lluvia de ataques contra el tabasqueño y lo secundaron varios organismos empresariales, mediante pagos mediáticos. Ahora figura Barraza dentro del grupo de Banamex, al lado de otros supuestos 20 inversionistas.
Mucha gente se pregunta con el símil que tanto festejaba don Manuel Buendía: ¿y de dónde las mulas, Pedro? Si se trata de un pago de facturas, como numerosos legisladores lo dicen a coro, ¿no es muy temprano saldar esa clase de cuentas?
El gran perdedor de la falsa subasta, Moisés Saba, admitió: “Me siento frustrado, estuve durante diez meses trabajando con todas mis fuerzas y mi ánimo”. Pero tampoco es un magnate de la aviación y Aeroméxico no habría mejorado con él. ¿Cómo logró a tan temprana edad los 200 millones de dólares ofrecidos por la empresa?