CONJETURAS
¿Partida secreta de Calderón?
Alvaro Cepeda Neri
En medio de la cloaca corruptora Ye Gon-Lozano Alarcón, hay una bomba de tiempo para los panistas que se repartieron el poder presidencial y echaron por la ventana la fiesta-funeral del primer fideicomiso calderonista: Pro-México, a través del cual se promoverán las exportaciones. Ya existía el Bancomext, al que desmantelan según el plan de Mario Laborín (cuñado del “gober” Robinson-Bours y por éste recomendado para brincar del foxismo al calderonismo). Y se deshacen así del grueso de los empleados y trabajadores de la banca pública.
Los fideicomisos son instituciones privadas que no dan cuenta y razón del manejo de los fondos públicos, por la amañada resolución de la Corte y la mayoría de sus ministros pastoreados por el fundamentalista de Azuela. Y esas figuras sólo sirven de botín, como los cientos de fideicomisos creados por Fox y Gil Díaz. Es una maniobra sexenal para tener una partida secreta, para el enriquecimiento ilícito del Presidente en turno y los que están en el manoteo. Su duración es de cinco años, calculados para cancelarlo, si hay un final, cuando concluya la administración calderonista.
Lo de Bancomext fue una privatización, disfrazada de fusión con Nafin, y poniendo fuera del control de la Fiscalización Superior de la Federación (de la Cámara de Diputados) al fideicomiso Pro-México. Este inicia con 800 millones de pesos, declaró el pseudokeynesiano, pero foxista de pura cepa, Eduardo Sojo, quien lo manejará como la bolsa privada de los calderonistas, al estilo de la partida secreta. Cancelada ésta, Fox y Gil Díaz crearon fideicomisos para disponer del dinero público con fines privados. No son los fideicomisos instituciones públicas, aunque en este caso, el fiduciario sea el Banco de México, y los beneficiarios los calderonistas por medio de Sojo.
Cuando está en marcha la reforma del Estado, cuyas finalidades son transparentar la función pública, sobre todo en el uso de los dineros del pueblo, es cuando va de nuevo utilizar fideicomisos para ocultar el manejo de esos recursos, amparados en no rendir cuentas porque siendo instituciones privadas quedan al margen de la fiscalización.
Los “honrados” panistas lo fueron en la oposición. En cuanto asaltaron el poder enseñaron las uñas. Con o sin Ye Gon los biznietos de Gómez Morín son la nueva versión, con o sin Alí Baba, de la cueva de los ladrones.
Los fideicomisos son el arsenal del dinero público y obedecen al “¡Sésamo, ábrete!” para saquearlos por “los cuarenta bandidos con su capitán a la cabeza”. Y esto no es un cuento, sino la realidad panista.