PURAS MALAS Y NADA DE BUENO EN 9 MESES DE USURPACION
Intenso desde el momento mismo en que tuvo que tomar protesta entre gritería, empujones y rodeado del Estado Mayor Presidencial, Felipe Calderón no ha tenido un gobierno fácil, ni terso. Nada de bonos democráticos ni lunas de mieles. Desde su arranque, ha sido protagonista de polémicas, varias de ellas alentadas desde los círculos presidenciales. Estas son algunas estampas de esos momentos de mayor tensión y conflicto de diciembre a la fecha.
1.- La indígena de Zongolica
Doña Ernestina Ascencio:
¿Qué le ocurrió en realidad el 25 de febrero pasado? ¿Se acuerda? Su hija la encontró tendida en la tierra y usted, en su náhuatl, le dijo: “Se me echaron encima”. Quizá si hubiera salido viva de la historia (73 años eran muchos para resistir los desmanes) sabríamos qué tanto tuvieron que ver aquellos militares del batallón del miedo. Pero, ya ve, todo se complicó:
El gobierno de Veracruz dijo que sí, que sin pudor alguno los soldados irrumpieron en su cuerpo; luego, súbitamente atacado por la demencia política, terminó por negar la violación. Sus familiares, apoyados por el pueblo y el alcalde, juraron y perjuraron que los soldados habían rebasado el límite de la locura. Después algo pasó: a su familia se la tragó la tierra y ya no reclamó nada. La Comisión Nacional de Derechos Humanos no encontró nada y su caso se fue al archivo muerto. Y el presidente Felipe Calderón le diagnosticó una muerte natural: una gastritis mal atendida.
Un día descansará en paz, doña Ernestina, cuando alguien decida ser honesto y contar la verdad. Ya verá.
2.- El comandante aceitunado
Se puso el uniforme aceitunado y, aunque parecía no ser de su talla, el comandante en jefe de las fuerzas armadas decidió sacar a las calles a la tropa para combatir al narco. Era la última carta para enfrentar al poder que otorgan los aka y los errequince.
Entonces la tropa loca llegó a Michoacán en sus tanquetas. Combatió a los Zetas. Les lanzó bazucazos. El parte de guerra parecía favorable… Hasta que ocurrieron los excesos: al menos cuatro mujeres, meseras todas, fueron violadas por los militares en su afán de dar con los capos y sus pistoleros.
Luego vino Sinaloa: ahí iba Abel Esparza con su mujer, hijos, cuñada y sobrinos. Serpenteaban por la sierra, camino a casa. Y ratatatatatá. Los soldados, ebrios y drogados, les vaciaron los M16. Que dizque los confundieron con narcos. Que dizque la noche aportó su grano de confusión. Que dizque respondieron al fuego. Pretextos.
Eso, sin embargo, no modificó los planes del presidente Calderón. Resistió las críticas de los abusos militares. Y envió a más soldados: a Veracruz, Sonora, Tabasco... Aún no entra al hábitat: Nuevo Laredo y Sinaloa. Y quizá no lo haga: dicen que los capos, ésos que saben que el negocio se acaba con la muerte, prefirieron pactar entre ellos antes de facilitarle la victoria al ejército.
¿Qué otro plan hay?
3.- El terror en Oaxaca
Al quinto día de asumir la Presidencia, Felipe Calderón ordenó o permitió que Flavio Sosa, el líder de la APPO, el ex amigo de Fox, el hombre de más de 110 kilos, fuera arrestado y llevado a las mazmorras de El Altiplano. Allá, con los narcos, con los secuestradores y los peores villanos. ¿Era necesario?
Quizá algún día Calderón se anime a explicarlo. Ese día se podrá entender por qué Ulises Ruiz, el gobernador de Oaxaca, volvió a sentirse seguro. Por qué caminó por la ciudad, debilitó a la APPO, organizó la Guelaguetza y sonrió en las pasadas elecciones locales.
Ese día, también, podría saberse por qué hasta después de ocho meses y diez días Flavio Sosa pudo dormir donde, quizá, debió hacerlo desde el 5 de diciembre de 2006: el reclusorio de San Juan Bautista Cuicatlán, Oaxaca. Una cárcel de mediana o baja seguridad.
Ese día, sin duda, los ciudadanos entenderíamos por qué Calderón se rindió ante Ulises Ruiz; por qué Oaxaca, el menos en este primer año del calderonismo, nunca fue una prioridad.
4.-Ni maíz pa’l puerco
Los especuladores, esos que siempre pervierten la economía, un día se propusieron esconder el maíz. Llenaron y llenaron bodegas en Guanajuato y en Jalisco. Y no había maíz, ni pa´ los puercos. Dijeron que la culpa era por la demanda de maíz para fabricar etanol. Y el gobierno les creyó, o eso argumentaron. La tortilla, entonces, se cotizó como en los mercados petroleros. La gente iba y venía para encontrar el mejor precio. En algunos lugares, sin pudor alguno, dieron el kilo a doce pesos. Lo peor fue cuando los comerciantes dijeron que ellos también se veían perjudicados por el incremento y necesitaban un ajuste de precios. Polleros, ganaderos, lecheros y hasta panaderos quisieron revelarse.
Si no hubiese sido porque Sinaloa sacó al mercado millones de toneladas de maíz, la tortilla nunca hubiera bajado a 8.50 el kilo. Eso fue lo que estuvo detrás del llamado pacto gubernamental para mantener a raya a los especuladores.
El maíz volvió al mercado, los comerciantes dejaron de exigir ajustes de precios y el gobierno se ufanó de pactar. Pero el consumidor sabe que la tortilla nunca será igual.
5.- Ay, don Manuel, ni cómo ayudarle
Ay, don Manuel, ni por dónde empezar, ni cómo ayudarle.
Ya ve: si Calderón le pide trabajar juntos para la campaña presidencial, usted, como dirigente del PAN, ni siquiera asiste a los actos. Entendemos: su candidato era Santiago Creel.
Si hay que defender el triunfo del 2 de julio, usted se va de vacaciones a Europa.
Si el presidente Calderón quiere replegar a Fox, usted va y lo saca, lo pasea por Europa, por Estados Unidos y le sigue llamando “presidente Fox”.
Si el Calderón busca reconstruir las relaciones con Venezuela, usted va a Caracas, como presidente de la Organización Demócrata Cristiana, y lanza dardos contra Hugo Chávez.
Si usted acude a Yucatán para apoyar al candidato panista a la gubernatura, se encuentra con operadores políticos de Calderón y los acusa públicamente de haber trabajado para que el PRI obtuviera el triunfo. Sobre todo culpa a Juan Camilo Mouriño, el jefe de la oficina presidencial. El mismo al que usted busca balconear cuando cree que mete las manos en el PAN.
Si Calderón lo invita al encuentro de alcaldes para respaldarlo en la lucha contra el narcotráfico, usted mejor no asiste.
La última fue hace unos días: anuló el triunfo de Juan Carlos Martínez en la elección para la Secretaría Nacional de Acción Juvenil. A Martínez, calderonista puro, usted no lo quiere.
¿Cuál será la próxima, don Manuel?
6.- La foto, la bendita foto con Ebrard
¿De qué se trata? ¿De una bendita foto? ¿De que los medios circulen la imagen donde el presidente Calderón aparezca con Marcelo Ebrard, el delfín de López Obrador?
No debe ser cómodo para Felipe Calderón que el jefe de Gobierno del DF se resista a reconocerlo como titular del Ejecutivo, que rehúse una y otra vez el contacto directo, que eluda encontrarse con él en todo acto público.
Eso seguro que exaspera al presidente Calderón. Un día, de pronto, sin saber a santos de qué, lanzó las puyas que quiso al jefe de gobierno: que la ciudad estaba a punto de una catástrofe por la negligencia de los perredistas a la hora de atender el asunto del drenaje, que no le autorizaba refinanciar su deuda porque el gobierno capitalino no era un buen administrador, que…
Y aunque le encantaría mostrar una foto con Marcelo Ebrard, parece que no lo conseguirá. Lo dijo Marcelo en recientemente concluido congreso perredista: el gobierno del DF no se va a someter ante Los Pinos.
Así que habrá que instar a amabas partes a que hagan lo que la ley les obliga: coordinarse para atender las necesidades y problemas de la capital el país: hagan lo que sea necesario para atender el asunto del drenaje. De ambos es responsabilidad.
A los defeños no les interesa que haya o no una buena relación entre ustedes. Lo que hay que evitar es que mañana la ciudad despierte con una inundación de aguas negras que se prolongue varias semanas, con la interrupción indefinida del servicio del Metro y del aeropuerto Internacional, con racionamiento de agua potable, con millones de habitantes con sus casas anegadas, con daños colaterales a la salud.
Si eso pasa, ambos deben darse por muertos. Así que a trabajar. Fox y López Obrador no lo hicieron. Y vea cómo andamos. A quién le importa la bendita foto.