INDICE POLITICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
LA TRAGEDIA COMO ESPECTÁCULO
Las tragedias de los otros son siempre de una banalidad exasperante
Oscar Wilde
-- ¿QUÉ SIENTE USTED al haberlo perdido todo?, preguntaba el desmañanado lector de noticias a una mujer más asustada por el micrófono que le colocaban en la boca, que por la tragedia que al lado de su familia aún no acababa de sufrir.
Competencia de imágenes. ¿Cuál cadena de TV presentó más palmeras balanceadas por los vientos generados por Dean? ¿Qué conductor de noticias permaneció más horas mojado y despierto? ¿Cuál transmitió mayores incoherencias? ¿Cuántos anuncios pasaron cada una en los intercortes? ¿Quién ganó en rating?
Y en medio, cual actor protagónico del show mediático, el señor Felipe Calderón alcanzando a los damnificados "cajitas felices". Con tomas directas a sus zapatos enlodados. A su gorra con cinco estrellas. A la camisa azul con la que nos recuerda –¿como si hiciera falta?-- su origen partidario.
En vivo y en directo. A todo color. De costa a costa. Y de frontera a frontera.
Lo peor de todo: nos quedamos con las ganas de saber qué sentía aquella mujer al haberlo perdido todo.
¿Todo? No. Lo poco que poseía. Damnificada no nada más de los ventarrones y aguaceros huracanados. Damnificada, sí, de un sistema económico cada vez más injusto en el que la traducción de "todo" es muchas carencias.
No perdió la mujer una casa digna… apenas una choza.
Tampoco perdió el sistema de aire acondicionado, vital en aquella húmeda y calurosa zona veracruzana… apenas un foco pelón con el que alumbraba el cuarto redondo que lo mismo era cocina que recámara para ocho personas.
Lo peor es que ante tantas pérdidas, hubo de aguantar la estúpida pregunta:
-- ¿Qué se siente perderlo todo?
La desdicha como espectáculo, pues.
Aunque habrá quien me rebata y me diga, quizá, que Aristóteles ya contemplaba que tal produce en el espectador una catarsis o purificación provocada por la compasión y el terror.
Pero, después de observar usted la miseria agravada de los damnificados, ¿puede alguien, por ello, sentirse puro?
¿Pueden los gobernantes sentirse limpios tras presenciar el terror de aquellos que, aunque poco, lo han perdido todo?
¿Habrá algún conductor de TV que se atreva a preguntar a quien reparte despensas, qué siente al saber que su trabajo no ha servido sino para incrementar el número de pobres y miserables, damnificados desde antes del arribo del huracán?
--¿Qué siente, señor político, al no haber ganado nada?
¿Lo mismo que aquél y aquella que lo perdió todo?
Wilma… Katrina… Dean… Antes Paulina…Y Gilberto… O el sismo de 1957… Y el terremoto de 1985… Y la primera devaluación del peso… Y las represiones de 1966, 1968, 1971… Y el "error de diciembre"… Y el Fobaproa… Y las elecciones de 2006.
-- ¿Qué se siente, México, al saber que lo has perdido todo?
Las tragedias de los otros son siempre de una banalidad exasperante
Oscar Wilde
-- ¿QUÉ SIENTE USTED al haberlo perdido todo?, preguntaba el desmañanado lector de noticias a una mujer más asustada por el micrófono que le colocaban en la boca, que por la tragedia que al lado de su familia aún no acababa de sufrir.
Competencia de imágenes. ¿Cuál cadena de TV presentó más palmeras balanceadas por los vientos generados por Dean? ¿Qué conductor de noticias permaneció más horas mojado y despierto? ¿Cuál transmitió mayores incoherencias? ¿Cuántos anuncios pasaron cada una en los intercortes? ¿Quién ganó en rating?
Y en medio, cual actor protagónico del show mediático, el señor Felipe Calderón alcanzando a los damnificados "cajitas felices". Con tomas directas a sus zapatos enlodados. A su gorra con cinco estrellas. A la camisa azul con la que nos recuerda –¿como si hiciera falta?-- su origen partidario.
En vivo y en directo. A todo color. De costa a costa. Y de frontera a frontera.
Lo peor de todo: nos quedamos con las ganas de saber qué sentía aquella mujer al haberlo perdido todo.
¿Todo? No. Lo poco que poseía. Damnificada no nada más de los ventarrones y aguaceros huracanados. Damnificada, sí, de un sistema económico cada vez más injusto en el que la traducción de "todo" es muchas carencias.
No perdió la mujer una casa digna… apenas una choza.
Tampoco perdió el sistema de aire acondicionado, vital en aquella húmeda y calurosa zona veracruzana… apenas un foco pelón con el que alumbraba el cuarto redondo que lo mismo era cocina que recámara para ocho personas.
Lo peor es que ante tantas pérdidas, hubo de aguantar la estúpida pregunta:
-- ¿Qué se siente perderlo todo?
La desdicha como espectáculo, pues.
Aunque habrá quien me rebata y me diga, quizá, que Aristóteles ya contemplaba que tal produce en el espectador una catarsis o purificación provocada por la compasión y el terror.
Pero, después de observar usted la miseria agravada de los damnificados, ¿puede alguien, por ello, sentirse puro?
¿Pueden los gobernantes sentirse limpios tras presenciar el terror de aquellos que, aunque poco, lo han perdido todo?
¿Habrá algún conductor de TV que se atreva a preguntar a quien reparte despensas, qué siente al saber que su trabajo no ha servido sino para incrementar el número de pobres y miserables, damnificados desde antes del arribo del huracán?
--¿Qué siente, señor político, al no haber ganado nada?
¿Lo mismo que aquél y aquella que lo perdió todo?
Wilma… Katrina… Dean… Antes Paulina…Y Gilberto… O el sismo de 1957… Y el terremoto de 1985… Y la primera devaluación del peso… Y las represiones de 1966, 1968, 1971… Y el "error de diciembre"… Y el Fobaproa… Y las elecciones de 2006.
-- ¿Qué se siente, México, al saber que lo has perdido todo?