INDICE POLITICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
LA IMPUNIDAD DE ULISES RUIZ
A PESAR DEL escándalo nacional e internacional que desde hace casi 430 días ha provocado el estado de excepción que se vive en Oaxaca, la violencia política no se detiene. Como si nada hubiera ocurrido se han seguido presentando homicidios políticos y agresiones impunes contra personas y organizaciones políticas y sociales. ¿Qué revela esta realidad? ¿Una estructura represora de poder caciquil fuera de todo control y posibilidad de sanción social? ¿Inercia de las instituciones, que por estar formadas en el autoritarismo, no aceptan la novedad de una sociedad cada vez más exigente y crítica? ¿Fatalismo neoliberal que llama a los garrotes ante el fracaso y la extinción de toda política social?
Pareciera que el Estado mexicano ya abdicó y no le importa ser responsable de las vidas humanas que se vienen cortando cruentamente en Oaxaca. Es un problema local, dicen, que corresponde solucionar a los oaxaqueños, como si la entidad no formara parte del Pacto Federal.
Y ante la pasividad de las "autoridades" federales, el régimen encabezado por Ulises Ruiz –cuyo triunfo electoral también permanece manchado por la duda—penaliza al disidente, fabricando culpabilidades y obligando a sustituir las originales demandas sociales, políticas o económicas por demandas de tipo penal a favor de los afectados: liberación de presos y correcta administración de justicia. También se da un número elevado de hechos en los que se agrede directamente a las víctimas provocándoles daños físicos.
La amenaza de muerte es otra forma de presión que se está privilegiando. Son relevantes los casos de amenazas a defensores de derechos humanos o a dirigentes de organizaciones sociales.
Otro recurso con efectos parecidos al de la amenaza de muerte es el del hostigamiento. El aparato represivo que opera en Oaxaca con diversas facetas —caciquismo local, "inteligencia" oficial, grupos de choque o paramilitares, seguridad nacional, etc.— hace abundante uso del hostigamiento contra personas y grupos críticos o disidentes.
El desalojo es un instrumento de represión cada vez más frecuentemente empleado. En estos casos, las corporaciones policiales preventivas y judiciales —en ocasiones apoyando a guardias blancas—han sido usadas como grupos de choque contra plantones, tomas de predios o de inmuebles, medidas que en la mayoría de los casos deciden las organizaciones sociales después de haber agotado las instancias cívicas, las ventanillas y los trámites.
En Oaxaca el campo de la confrontación política incluye varias expresiones, además de los conflictos relacionados con las luchas de poder por vías electorales. Hay que leer los hechos que se suceden día a día como parte de la guerra de baja intensidad que allí se desarrolla con un objetivo no sólo militar —ganar una guerra—sino con importantes objetivos político-electorales, ante las elecciones municipales que se avecinan.
La impunidad de Ulises Ruiz es desafiante. Tiene chantajeado al señor Felipe Calderón, quien lo deja no sólo hacer, sobre todo deshacer.
Y hoy, lamentablemente, volveremos a lamentarlo todos los mexicanos.
A PESAR DEL escándalo nacional e internacional que desde hace casi 430 días ha provocado el estado de excepción que se vive en Oaxaca, la violencia política no se detiene. Como si nada hubiera ocurrido se han seguido presentando homicidios políticos y agresiones impunes contra personas y organizaciones políticas y sociales. ¿Qué revela esta realidad? ¿Una estructura represora de poder caciquil fuera de todo control y posibilidad de sanción social? ¿Inercia de las instituciones, que por estar formadas en el autoritarismo, no aceptan la novedad de una sociedad cada vez más exigente y crítica? ¿Fatalismo neoliberal que llama a los garrotes ante el fracaso y la extinción de toda política social?
Pareciera que el Estado mexicano ya abdicó y no le importa ser responsable de las vidas humanas que se vienen cortando cruentamente en Oaxaca. Es un problema local, dicen, que corresponde solucionar a los oaxaqueños, como si la entidad no formara parte del Pacto Federal.
Y ante la pasividad de las "autoridades" federales, el régimen encabezado por Ulises Ruiz –cuyo triunfo electoral también permanece manchado por la duda—penaliza al disidente, fabricando culpabilidades y obligando a sustituir las originales demandas sociales, políticas o económicas por demandas de tipo penal a favor de los afectados: liberación de presos y correcta administración de justicia. También se da un número elevado de hechos en los que se agrede directamente a las víctimas provocándoles daños físicos.
La amenaza de muerte es otra forma de presión que se está privilegiando. Son relevantes los casos de amenazas a defensores de derechos humanos o a dirigentes de organizaciones sociales.
Otro recurso con efectos parecidos al de la amenaza de muerte es el del hostigamiento. El aparato represivo que opera en Oaxaca con diversas facetas —caciquismo local, "inteligencia" oficial, grupos de choque o paramilitares, seguridad nacional, etc.— hace abundante uso del hostigamiento contra personas y grupos críticos o disidentes.
El desalojo es un instrumento de represión cada vez más frecuentemente empleado. En estos casos, las corporaciones policiales preventivas y judiciales —en ocasiones apoyando a guardias blancas—han sido usadas como grupos de choque contra plantones, tomas de predios o de inmuebles, medidas que en la mayoría de los casos deciden las organizaciones sociales después de haber agotado las instancias cívicas, las ventanillas y los trámites.
En Oaxaca el campo de la confrontación política incluye varias expresiones, además de los conflictos relacionados con las luchas de poder por vías electorales. Hay que leer los hechos que se suceden día a día como parte de la guerra de baja intensidad que allí se desarrolla con un objetivo no sólo militar —ganar una guerra—sino con importantes objetivos político-electorales, ante las elecciones municipales que se avecinan.
La impunidad de Ulises Ruiz es desafiante. Tiene chantajeado al señor Felipe Calderón, quien lo deja no sólo hacer, sobre todo deshacer.
Y hoy, lamentablemente, volveremos a lamentarlo todos los mexicanos.