MALDITOS YUNQUISTAS
Álvaro delgado
México, D.F., 23 de julio (apro).- Salvo que existan componendas inconfesables, como la ruptura del Estado laico, las libertades que consagra la Constitución y aun la abdicación de sus facultades legales, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) está obligada a actuar con firmeza ante el desacato de Gerardo Mosqueda Martínez, alto servidor público del Gobierno de Guanajuato.
A Mosqueda Martínez, secretario general del gobierno que encabeza en Guanajuato el panista Juan Manuel Oliva, simplemente no le da la gana cumplir con la “propuesta de conciliación” de la CNDH, enviada el 11 de junio, y que es más que nítida:
“Se solicita se instruya al secretario de Gobierno del estado de Guanajuato ofrezca una disculpa pública a los señores Enrique Gómez Orozco y Arnoldo Cuéllar Ornelas, directivos de los diarios a.m. y Correo, respectivamente, por las aseveraciones que realizó el 11 de mayo de 2007, y en el mismo sentido una carta dirigida a cada uno de ellos, además de que se eviten en lo futuro actos que tiendan a afectar la libertad de expresión, así como el honor, la imagen y prestigio de personas, como los analizados en el presente caso.”
Aquí se ha informado que, tal como lo acreditó la CNDH, Mosqueda Martínez atentó contra el derecho a la libertad de expresión de los directores de ambos diarios, cuyos derechos humanos también fueron vulnerados por las manifestaciones calumniosas del funcionario en una reunión con servidores públicos federales y estatales.
Pero, en vez de dar cumplimiento a lo dispuesto por la CNDH, Mosqueda Martínez se regodea de su impunidad: Este sábado 21, citó a una larga conferencia de prensa para ufanarse que su cuenta de correo electrónico se le ha “saturado” con felicitaciones, impartidas también mediante llamadas telefónicas –“decenas, a lo mejor centenas”--, además de la solidaridad de la clase política, de medios de comunicación --“tanto electrónicos como impresos”--, de empresarios y aun “del mundo académico”.
En la conferencia, Mosqueda dijo haber recibido la atención “de sacerdotes de distintas diócesis del estado, de empresarios en cantidades considerables, porque he tenido amablemente la invitación para compartir cuatro o cinco comidas de grupos nutridos de empresarios, que me han hecho el favor de expresarme su solidaridad con un servidor, en el marco de esta, digamos, situación que se dio entre los discursos del 2 de mayo y el discurso del 11 de mayo”.
Megalómano, Mosqueda se describió como una estrella en el firmamento político del planeta. Pero del acatamiento a la disposición de la CNDH, nada.
Ni siquiera al final de su larga perorata, una perla discursiva en tercera persona, cumplió:
“Ofrezco disculpas a los directores de todos los medios, al gobernador del estado y ofrezco disculpas a los miembros de gabinete a donde pertenezco para servir a este estado, y ofrezco disculpas a cada uno de los funcionarios que dependen de la estructura del secretario de Gobierno y que amabilísimamente han seguido solidarios conmigo permanentemente, y ofrezco disculpas a mis cinco hijas y a mi esposa que también han seguido y han leído sistemáticamente todo lo que aquí se ha dicho.”
Y todavía alardeó:
“Con esto cumplo, puntual y con largueza, con generosidad, la recomendación de ofrecer disculpas. Ofrezco disculpas en los términos que han escuchado y con eso para mí queda concluido mi cumplimiento por plena convicción en la que no dejo de afirmar que no hay ni recomendación ni propuesta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos que tenga carácter vinculante, no obstante que no exista ese carácter, voy a poner por delante mi pleno y absoluto respeto a la institución de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el trabajo del quinto visitador Mauricio Farah, al trabajo del presidente de la Comisión de Derechos Humanos y por supuesto al trabajo de Gerardo Mosqueda en su carácter de secretario de Gobierno.”
Por último, Mosqueda repartió un cuadernillo --“del cual doy razón y fe (sic)”-- con notas periodísticas sobre el caso que, salvo mejor opinión de los lectores, es un insolente desacato a la “propuesta de conciliación” de la CNDH.
Además porque, hasta la noche de este lunes 23, tampoco había sido recibida por los directores de los dos diarios la carta que la CNDH ordenó a Mosqueda enviarles.
En la conducta de Mosqueda no debe pasar desapercibido un dato, que lo pinta como lo que es: Un prominente mando de la Organización Nacional del Yunque, en el que milita bajo el seudónimo de Veckemans, que en Guanajuato domina todos los ámbitos de la visa social.
Otro dato para quienes no ponen atención en ese estado: Apenas registradas los actos de sabotaje en instalaciones de Pemex en Guanajuato, el 11 de julio, atribuidos al ejército Popular Revolucionario (EPR), Mosqueda vinculó a este grupo con perredistas del estado, igual que su cofrade Jorge Dávila, presidente del PAN en León.
La CNDH, entonces, no puede convalidar la burla y el desafío de Mosqueda. Habrá que esperar.
Apuntes
Hay que insistir reiteradamente: No es necesario que, otra vez, corra sangre en Oaxaca para proceder a reencauzar y resolver el conflicto social. No es admisible que la autoridad federal intervenga sólo hasta que haya otro asesinato de un extranjero, como fue cuando estaba Carlos Abascal al frente de la Secretaría de Gobernación. Está visto que Ulises Ruiz --el defraudador electoral junto con Roberto Madrazo, que ya olvidaron los panistas-- no quiere más que el poder omnímodo. Y ya le halló la medida a Felipe Calderón, igual que Elba Esther Gordillo, igual que Carlos Romero Deschamps, igual el crimen organizado… Pues sí, Nueva Izquierda --ese entramado que toda su historia ha fabricado victorias de cada una de sus derrotas-- es la fuerza principal en ese partido agónico que es el PRD. Sí, tiene estructura, parcelas de poder para el dinero del erario, pero no tiene base social. Seguramente, Jesús Ortega y Jesús Zambrano se convertirán en los dueños --ya lo son en vastas zonas del país, justamente las que menos votación reciben de los ciudadanos-- de una franquicia que provee de millones de pesos. Ese es el PRD que tanto anhela Calderón y sus lugartenientes, la “izquierda moderna”, la mansedumbre…