CONTRAPODER
Álvaro Cepeda Neri
I.— El viejo régimen presidencialista no ha llegado a su final con la alternancia, continuidad ésta de lo que tiene de antiguo el sistema priísta en el panismo foxista. Hasta ahora, cuando el calderonismo busca posicionarse políticamente (mientras libra la guerra contra el narcotráfico, pero deja a salvo a la narcopolítica: la complicidad de gobernadores y policías con los cárteles) no hay indicios de que la ética de la derecha, en el poder presidencial, vaya a deslindarse de la corrupción foxista. Parece que se quiere prolongar la protección al ex presidente, como lo hicieron, unos a otros, los priístas de Alemán a Zedillo.
II.— Ya aprendieron los panistas calderonistas lo de que no hay que hacerle caso a las informaciones de los medios de comunicación y mucho menos a la crítica. Y como hay, más o menos, libertad de prensa (conquistada por los periodistas contra viento y marea de homicidios, secuestros y demás agresiones), entonces la orden desde Los Pinos (Mouriño, Cortázar y Sola) es la de tolerar la libertad de publicar escritos sobre cualquier materia y buscar la manera de manipular sus contenidos por medio de “la zanahoria y el palo” de la publicidad oficial.
III.— Los trapos sucios de la corrupción foxista han salido a la luz pública, pero en Los Pinos no se dan por enterados. La información fluye y no hay manera de detenerla, aunque se está perdiendo en el hoyo negro donde se mezclan impunidad y corrupción. Fox, el foxismo y el PAN pro-foxista son la otra cara de la moneda salinista, partiendo del hecho de que el salinismo fue la mayor expresión de la corrupción del antiguo régimen presidencial. Las multimillonarias ganancias de Pemex se esfumaron, destinadas al gasto corriente del foxismo y el saqueo de funcionarios y contratistas, para que hoy la empresa esté en quiebra y lista para venderse, como quieren los privatizadores de Calderón.
IV.— Casi medio siglo de corrupción en Pemex la llevaron a su ruina. Otra corrupción tiene al borde del desastre a las dos paraestatales eléctricas: CFE y Luz y Fuerza del Centro, intencionalmente descapitalizadas y quebradas, para sacarlas del patrimonio nacional en aras de seguir alimentando a la pinza del capitalismo salvaje y el neoliberalismo económico para disminuir más al ya Estado mínimo y transformar al presidente de la República en un Gerente del corporativo estatal. El foxismo, con sus sectas teocráticas, azuzadas por el nuevo papado romano, llevó a mayores consecuencias la corrupción de los 54 años priístas (1946-2000) y padecemos ya 60 años de más y peor de lo mismo.
V.— Son varios los frentes descubiertos de la corrupción foxista, pero hay un hilo conductor: los fideicomisos de Gil Díaz, creados a finales del delamadridismo, consolidados durante el salinismo-zedillista y florecientes para la corrupción durante el foxismo. El periodismo de investigación, al que se ha dedicado el reportero Miguel Badillo (ahora editor-director de la cadena de revistas Contralínea, una de circulación nacional y las demás de circulación en varias entidades del país), puso el dedo sobre la llaga, desde que alzó la alfombra bajo la cual los fideicomisos Aduanas I y Aduanas II, para el cobro de exportaciones e importaciones aduaneras, se hundían en la cloaca de una pavorosa corrupción.
VI.— Fueron fideicomisos, pues, constituidos con fondos públicos, pero que encubiertos con esa figura jurídica-bancaria estaban al margen de la fiscalización del Congreso, al manejarse como instituciones privadas y así, en secreto y discrecionalmente, el foxismo dispuso de millonarias sumas para su beneficio. Esos fideicomisos, por obra y gracia de Gil Díaz, sustituyeron la Partida Secreta para que los escogidos por Fox y Gil Díaz recibieran, como fideicomisarios o beneficiarios, lo que se acumula en liquidez monetaria por el cobro de servicios aduaneros durante el sexenio.
VII.— Para engarzar a los fideicomisos Aduanas I y II, Gil Díaz fue más allá, obviamente con el visto bueno de Fox y ambos eslabones fueron sujetados por un tercer fideicomiso: Integradora de Servicios Operativos, Sociedad Anónima (ISOSA), para así rematar la corrupción y tratar de impedir, tras la extinción de los tres fideicomisos, cualquier investigación sobre el destino millonario de esos caudales públicos. Pero, unos cuantos meses antes del final del sexenio foxista (“porque en la historia siempre hay un elemento de sorpresa”), simulando un asalto, un matón ejecuta al entonces director de ISOSA.
VIII.— Ese funcionario, ultimado a tiros, según las investigaciones, se había mostrado muy desesperado porque, entre otras cosas, más de 30 mil millones de pesos habían desaparecido del fiduciario o sea el banco donde se depositaban los ingresos aduaneros. Y presionaba, ante la premura de Gil Díaz por liquidar los fideicomisos antes del final del sexenio foxista, para elaborar su informe de entrega. La respuesta fue asesinarlo. La historia de ese botín está escrita por Miguel Badillo en un libro: ISOSA. Fraude transexenal a la nación, publicado por Grijalbo, cuando Fox y Gil Díaz, con maletas hechas, preparaban “su huída hacia delante” y habiendo maniobrado para que Calderón les cuidara las espaldas por medio de una elección presidencial que tuvo un desenlace bajo pruebas de muy serias irregularidades y que marcaron al calderonismo con una permanente ilegitimidad.
IX.— Como el resto de las corrupciones y abusos del poder, parecía que la podredumbre de ISOSA, que buscaba ser la tapadera de Aduanas I y II, iba a ser dejada a un lado y que la élite en el poder solamente se taparía la nariz, para dejar ir a Gil Díaz y a Fox, sin siquiera averiguar lo que se esconde en esos fideicomisos y el crimen del entonces director de ISOSA con el que se quiso borrar toda huella, cuando ese baño de sangre lo que provocó es que el asunto se volviera a rescatar y recién se ha nombrado una Comisión de 10 diputados federales para llegar al fondo de ese fraude, como lo informaron los reporteros Guadalupe Irízar y Enrique Méndez (Reforma y La Jornada: 8/V/07).
X.— “Se trata -escribió Miguel Badillo-, de la defraudación operada a través de la empresa ISOSA y del Fideicomiso Aduanas I, ambos entes privados que desaparecen con el final del gobierno de Vicente Fox (2006) para ocultar así uno de los capítulos más graves de impunidad y abuso de poder orquestado desde la Secretaría de Hacienda por el principal responsable de vigilar el uso de los fondos públicos y que, contrario a la transparencia y fiscalización de los recursos, ha guardado silencio sobre el destino de más de 30 mil millones de pesos (y de los cuales) unos 20 mil millones se gastaron sin vigilancia alguna y el resto, 10 mil millones, se guardaron en efectivo en los fideicomisos privados Aduanas I y Aduanas II, de donde han sido transferidos a cuentas privadas de funcionarios gubernamentales”.