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lunes, 4 de junio de 2007

Y SI NO LO SABE, PUES LO INVENTA!!!, ASÍ COMO INVENTO SU PRESIDENCIA PATITO

El Presidente sabe lo que hace


lunes, 04 de junio de 2007
Por Jesús González Schmal*

Los más de 120 crímenes o ejecuciones -cometidos a mansalva y con sevicia-, todos impunes, desde que Felipe Calderón protestó como Presidente de la República y ordenó la extradición a Estados Unidos de 11 personas condenadas o procesadas en relación con el narcotráfico, son la muestra incontrovertible no de un acierto en la decisión que, hasta donde se sabe, no había previsto estos efectos, sino, por el contrario, de un garrafal error por desconocimiento y torpeza. Este es, a menos de que haya carta escondida, el balance que se puede hacer aplicando la lógica y el sentido común.

El que los gobernadores de los Estados, agrupados en la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), no se atrevan siquiera a solicitar mayor información, ni osen pedir una revisión de lo ocurrido y, a priori, avalen todo lo hecho por el Ejecutivo federal (incluyendo la inconstitucional intervención del Ejército sin haber declarado el estado de excepción), habla de la degradación de nuestro sistema político que, ni en los peores tiempos del PRI hegemónico, habíamos visto.

No se trata de llevarle la contra a Calderón, ni mucho menos aprovechar la coyuntura para exhibirlo. Se trata, simple y llanamente, de hacer un mínimo de análisis y recuento de lo habido y una prospección de lo que vendrá para invitar al titular del Ejecutivo a repensar lo hecho, y ayudarle a rectificar errores si el pronóstico del futuro próximo conlleva daños mayores a la nación.

Lo peor que nos puede pasar, como pretende la campaña calderonista, es encandilarnos con la propaganda que se despliega a favor de meter al Ejército y apostar que con ello se resolverán problemas como narcotráfico, trasiego de armas y lavado de dinero. La gravedad del asunto y el riesgo de que la apuesta de Calderón no dé resultados, como se está percibiendo, hubiera merecido de los gobernadores un mínimo de reflexión antes de irse a la cargada.

La reunión con los gobernadores en un sistema republicano obligaba al Ejecutivo federal a enterar a los ejecutivos locales respecto de la razón y el fondo de la estrategia, y desde luego participarles de los estudios de criminología y experiencias internacionales que lo llevaron a los extremos que hoy tienen en vilo la seguridad de toda la nación.

Nada les dijo Calderón del sustento de sus decisiones; no obstante, los gobernadores aplaudieron al unísono a cambio, desde luego, de mayores recursos de la federación para sus territorios.

Quién no quisiera que las acciones desplegadas tuvieran éxito, pero, ni siendo ingenuos, ni mucho menos si somos seres pensantes, podemos creer en la temeridad ni en las "chiripas" tratándose del destino de 100 millones de mexicanos.

La explicación tan trillada para justificar el estado de sitio que padece el país es que, como se está atacando como nunca a los narcotraficantes, la respuesta por el efecto "cucaracha" era de esperarse. No se dice si el costo de vidas y atraso económico estaba previsto y era inevitable, ni mucho menos nos preguntaron si los mexicanos podríamos pagar ese precio. Todo se deja a la confianza de que "el Presidente sabe lo que hace", y los demás a callar y a obedecer. Jamás se plantearon estrategias y acciones alternas, como el más elemental razonamiento administrativo lo aconseja en estos asuntos.

Lo cierto es que todo apunta a que las decisiones calderonistas estuvieron presionadas por el resultado electoral y la precipitación por legitimarse en ejercicio y congraciarse con George W. Bush. Ello lo llevó a estos radicalismos de incalculables consecuencias y dudosa efectividad. Otra vez, el interés particular se sobrepone al de la nación; un nuevo presidencialismo ahora con los gobernadores como lacayos.

Ni Estados Unidos emplea su Ejército en el combate al narcotráfico, pese a que éste centuplica el nivel del de México. Sólo Colombia, con cuestionados resultados y por la implicación de la guerrilla en el fenómeno delincuencial, ha tenido experiencias que por lo menos debieron ponderarse serenamente.

Todo esto, que está siendo trágico para México y su futuro, puede tener a Calderón tranquilo porque ahora comparte con los gobernadores de Conago la responsabilidad histórica.

Los mexicanos en cambio pensamos que, si no hay autoridad moral en quienes toman las decisiones y la prioridad del país no es la honradez y el desarrollo social verdadero, seguiremos con gobiernos que en mucho se asemejan al crimen organizado que dicen perseguir.