CONJETURAS
lunes, 04 de junio de 2007
Por Alvaro Cepeda Neri
Algo grave pasó como para que el titular de la CNDH, doctor José Luis Soberanes Fernández, mucho más sorpresivamente rápido que de la noche a la mañana, su conducta pública de funcionario y como nadie había sido un eficaz servidor público, haya girado 180 grados. Y pasar de defensor de los derechos humanos a un adversario, casi enemigo, de esos derechos, en lo general colectivos porque son, en principio, para todos los mexicanos, pero individualizados para cada persona.
Nada ilustra mejor a los derechos humanos como el dique para los abusos del poder público y así han sido conquistados, dura y penosamente, de manera casi siempre violenta (por las Revoluciones) y refrendados pacíficamente. La creación institucional de un defensor de los derechos humanos -defensor del pueblo, para decirlo democrática y republicanamente-, fue y es consecuencia de un largo proceso histórico (Víctor Fiaren Guillén: El defensor del pueblo. El ombudsman. Edición Centro de Estudios Constitucionales.
Su implantación en nuestro sistema-régimen no fue, aunque lo parezca, una concesión del gobernante (la reacción de Salinas ante el homicidio de Norma Corona), sino también una conquista de diferentes sectores de la sociedad civil; reclamos, análisis y opiniones críticas en la prensa. Su puesta en práctica fue la esperanza, escondida en la Caja de Pandora, para que los mexicanos tuvieran un recurso, una instancia que, aunque fuera con recomendaciones, saliera al paso de las tentaciones autoritarias y autocráticas del poder.
Soberanes había cumplido con su deber y su obligación. Pero, de pronto, en un giro inesperado, tras el drama de la indígena Ernestina Ascensio Rosario: asesinada y más que presumiblemente, de seguro, por las pruebas, torturada sexualmente, se puso de parte del poder militar y el poder presidencial que, por voz del Jefe Nato de las Fuerzas Armadas, dictaminaron que murió de "gastritis mal atendida".
Y ahora, elaborando perversamente un pseudo nuevo concepto de libertad, Soberanes, con el clero político y el calderonismo, quiere que se echen abajo las reformas sobre el aborto aprobadas para su exclusiva vigencia en la ciudad de México. El defensor convertido en atacante, por lo que abortarlo como titular de la CNDH es lo menos que puede plantearse. Debe renunciar. Ya no es merecedor del cargo.
Parece que Soberanes, a partir de lo de Ernestina, de la sierra de Zongolica, en Veracruz, y su conexión con la solicitud de derogar la reforma sobre el aborto, estuviera actuando como un misógino y discriminador de las mujeres. En sus dos actuaciones hay algo más que resabios machistas. Y, lo peor, alentar el clandestinaje y poner en riesgo la vida de quienes, ante la penalización del aborto, tengan que hacer como si fuera un delito lo que debe ser un derecho.
Reprueban el condón, condenan la "píldora del día siguiente" y ahora embisten el derecho para abortar. No quieren resolver un problema social que afecta directamente a las mujeres, a las que quieren seguir tratando como esclavas, solamente por hacer perdurar prejuicios religiosos. Y el colmo es que el defensor de los derechos humanos anteponga esos intereses a los de las mujeres que han de tener la última decisión de embarazarse o abortar, como alternativa a su función de maternidad.