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viernes, 29 de junio de 2007

BITACORA REPUBLICANA

Porfirio Muñoz Ledo
viernes, 29 de junio de 2007



Ser oposición

La iniciativa de miscelánea fiscal enviada por Felipe Calderón al Congreso, falazmente presentada como reforma hacendaria, ha suscitado el debate sobre las estrategias de la oposición en el debate parlamentario. Detrás de los argumentos de estilo y de coyuntura, subyacen cuestiones éticas e ideológicas de envergadura.

En todas partes, las propuestas y posiciones legislativas son la expresión jurídica y dialéctica de los programas de los partidos y coaliciones. Tratándose de leyes fiscales y presupuestos, son la materialización misma de los proyectos de nación que éstos ofrecen al electorado. No imagino a ninguna oposición parlamentaria consistente entrampándose en negociaciones marginales sobre temas definitorios de las agendas nacionales.

Cuando en 1988 inauguramos la oposición hubimos de plantearnos interrogantes fundamentales. En primer término la cuestión de la legitimidad presidencial. Igual que ahora, no reconocíamos la legalidad de la elección del Ejecutivo. Sin embargo, en virtud de una decisión colegiada del Frente Democrático Nacional, discutimos y votamos sus iniciativas, que eran en aquel tiempo la materia prima del trabajo legislativo.


Fue claro desde el primer día que nuestra actitud debía ser contestataria a efecto de vencer en una batalla ideológica sin cuartel. Era crucial enterrar sonoramente el unanimismo y desarrollar con la mayor congruencia nuestra propia visión del país y del mundo. Con excepción de tratados internacionales, no recuerdo que hayamos votado a favor más de dos o tres proyectos relativamente inocuos. Eso sí, no faltamos a ningún debate.

Tuve siempre presente la frase que escuché de un diplomático de la vieja guardia respecto de nuestra conducta en el parlamentarismo internacional: "México nunca se vio mejor que cuando votó solo". La dignidad también existe en política interior. Sobre todo cuando se tiene una iniciativa propia, que en ningún caso podría ser preterida en beneficio de la del adversario.

En el asunto que nos ocupa no podríamos olvidar que la versión de la Ley para la
Reforma del Estado aprobada por los senadores incluía la reforma hacendaria, como sexto capítulo; mismo que fue suprimido en la de diputados, bajo presión de los coordinadores de las bancadas del PAN y del PRI. Esto es, renunciaron a modificaciones en verdad estructurales y optaron por cambios cosméticos, aunque novedosos, que pudiesen adoptar por simple mayoría.

Es la continuidad de la tradición neoliberal. Intentan reforzar el modelo prevaleciente a través de una reforma puramente recaudatoria que no ataca ninguno de los problemas acumulados en el diseño y la administración fiscal, la programación del egreso y el ejercicio del gasto. Pretenden además, como lo ensayara Fox, imponerla mediante la cooptación, la intimidación y la dulce cercanía del poder. "Agarrando la pierna", como diría un clásico.

Los alegatos a favor de una negociación sobre la propuesta del gobierno parte de supuestos equivocados o de intenciones dudosas. Por lo que hace a la izquierda, los partidos del FAP presentaron en noviembre anterior una iniciativa de ley de precios competitivos y otra de reforma hacendaria en abril, que encaran los desafíos reales del sistema tributario desde la doble óptica de la equidad y la eficiencia.

Comenzar la discusión en torno a los componentes de una propuesta contraria, mañosa y tardía no podría obedecer a otra lógica que a la inercia de la sumisión o al gusto por la complicidad. El argumento de pescadores afanosos, en la filosofía de "a ver qué sacamos", tampoco se sostiene. No se trata por ahora de renglones presupuestales, sino de exacciones fiscales; por lo que, las confusiones que genera el oscuro cabildeo sólo nos llevarían a cargar electoralmente cadáveres ajenos.

La discusión sobre la iniciativa de Ley de Ingresos y el proyecto de presupuesto de Egresos, puede ser en cambio obligada, ya que son de la competencia exclusiva del Ejecutivo, como lo dispone el párrafo segundo de la fracción IV del artículo 74 de la Constitución. Con el propósito de evitar ese acorralamiento parlamentario, el grupo del PRD en la LVII legislatura propuso una reforma a fin de que, en el caso de que esas propuestas no alcanzaran mayoría, la Cámara quedara facultada para introducir sus propios proyectos de ley.

No es el caso de las reformas fiscales, para las que se aplica lo ordenado por el artículo 71. El derecho de iniciativa corresponde por igual al Presidente de la República, a los diputados y senadores y a las legislaturas de los Estados. Por eso, cuando el Ejecutivo invita, melosamente, a gobernadores y legisladores para que "enriquezcan" su propuesta, habría que solicitarle que haga antes un esfuerzo por entender y discutir las nuestras. Para que no asumamos, cuando menos, que ni nos ve, ni nos oye ni nos lee.

De toda evidencia es urgente rescatar del "gordillismo" la política mexicana. La infamia de utilizar recursos públicos para torcer procesos electorales a cambio de la expansión feudal de influencias políticas. Pero también la viciosa inclinación de sembrar en la entraña de los partidos las semillas de la corrupción y la discordia. El crecimiento exponencial de esas tendencias hace pensar que la figura de Jefe de Gabinete ha sido cortada a la medida del personaje.

Para que haya reforma del Estado se requiere la existencia efectiva del Estado. Es por ello indispensable detener la degradación moral de los poderes públicos. Pero también dotarlos de autonomía respecto de la injerencia corruptora del dinero privado y volverlos económicamente suficientes.
De ahí que una reforma electoral en profundidad, la constitucionalización y nueva legislación de la radio y televisión, así como una genuina reforma hacendaria, sean las asignaturas inescapables de la transformación institucional del país.

Esos cambios son, por definición, esclarecedores de las ideologías. Sería suicida para el movimiento de izquierda cohonestar triquiñuelas fiscales, cuando en ese campo se decide la opción entre la redistribución del ingreso y la petrificación de la desigualdad. Resultaría absurdo promover en el discurso el avance de la democracia y consentir en los hechos el monopolio mercantil de las conciencias.
Ser o no ser. Definición esperada en vísperas de la Convención del 1§ de julio.