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lunes, 23 de abril de 2007

INTINERARIO POLITICO

Ricardo Alemán
23 de abril de 2007


Yucatán: ¿para el PRI?

No se debe descartar que el PAN y Calderón entreguen la entidad al PRI a cambio de sellar la alianza entre ambos

El Compromiso Nacional por la Legitimidad y la Democracia, que en noviembre de 1988 signó el PAN con el entonces cuestionado presidente electo Carlos Salinas -y que dio origen a las llamadas concertacesiones -, era mucho más que un acuerdo político; en el fondo se trataba de poner en práctica una teoría que desarrolló el PAN para impulsar la transición democrática, y que fue bautizada entonces como "el aterrizaje planeado".

El citado documento, al que hizo referencia el domingo 15 de abril pasado el presidente Calderón (suplemento Enfoque, de Reforma, de esa fecha), señala que el poder federal que se constituiría a partir de diciembre de ese 1988 -y que fue aprobado sólo por el PRI en el Colegio Electoral de entonces- "únicamente podrá legitimarse ante los mexicanos con el buen ejercicio del poder mismo, en especial y de manera inmediata con la conducta que demuestre en los primeros comicios bajo su total responsabilidad, que serán los de Jalisco, Guanajuato y San Luis Potosí".

Meses después de que el PAN y el gobierno de Salinas firmaron ese acuerdo, inició un largo proceso de reformas políticas casi sucesivas -que terminaron en el sexenio siguiente, en 1996, con la gran reforma que ciudadanizó los organismos electorales- y marcó el inicio de los gobiernos en manos de Acción Nacional, como Baja Californía, el primero, y luego Guanajuato, entre otros, donde fue evidente lo que la voz popular conoció como concertacesiones. Es decir, resultados electorales en los que apareció la mano del gobierno en favor del PAN.

Traemos a la memoria esos hechos, porque el domingo 15 de abril, en un inédito ensayo, el presidente Felipe Calderón se refirió a ellos al exponer el liderazgo de Carlos Castillo Peraza como ideólogo de la transición democrática mexicana, en lo que más bien pareció una invitación a las fuerzas políticas nacionales del PRI y el PRD, para retomar el camino de la transición democrática a través del diálogo, el acuerdo y la negociación política.

Pero todos saben, como quedó expuesto en las líneas anteriores, que todo acuerdo político lleva implícitos compromisos que se deben respetar; que en política nada es gratuito y que cuando se quiere algo, como un acuerdo o una alianza, se debe dar a cambio una prenda cuyo valor sea equivalente a lo que se recibe. Así, los gobiernos de Carlos Salinas y de Ernesto Zedillo, respectivamente, se aliaron al PAN y a cambio de esa alianza ofrecieron reformas que, sin duda, hicieron avanzar la transición democrática. Pero también favorecieron de manera deliberada triunfos electorales del PAN, en el caso de los dos últimos gobiernos del PRI, y hasta al PRD, en el caso del gobierno de Zedillo.

Como ya se dijo, el ensayo de Felipe Calderón parece una invitación al PRD y al PRI para continuar con la transición democrática. Todo indica que, en el caso del PRI, ese acuerdo ya estaría en marcha, y que el gobierno de Calderón y el PAN apoyarán la reforma del Estado. ¿Pero ese apoyo a dicha reforma es todo lo que pagarán al PRI el gobierno de Calderón y su partido?

Creemos que no. Y más aún, son muchos los indicios que, al igual que el PAN reclamó en 1988 respeto absoluto a las primeras elecciones estatales bajo la responsabilidad del gobierno de Carlos Salinas -reclamo que en la práctica significaba reconocer los triunfos del PAN-, hoy el PRI ha reclamado ese mismo respeto a elecciones como la que el 20 de mayo se llevará a cabo en Yucatán, entidad en poder del PAN, pero donde el PRI tiene posibilidades reales de triunfo.

En pocas palabras, no se debe descartar que Acción Nacional y el gobierno de Calderón entreguen al PRI, de manera deliberada, el gobierno de Yucatán, a cambio de sellar la alianza entre el gobierno de Calderón y el PRI. ¿Resulta descabellada la hipótesis? No hay duda, pero tampoco se puede dudar que, igual que Carlos Castillo Peraza en su momento, Felipe Calderón sabe bien que para alcanzar grandes logros, se deben hacer grandes apuestas. Y en esa lógica se deben sacrificar peones, alfiles o caballos. Y el de Yucatán puede ser uno de ellos.

El proceso electoral de Yucatán, como todos saben, entró a la etapa decisiva, en la que el PRI reclamó que el gobierno federal saque las manos, que no realice activismo, y que deje correr la elección sin intervenciones externas. El gobierno de Calderón respondió positivamente y canceló todo activismo del gobierno federal. Más aún, en el primer círculo del gobierno federal ven "con buenos ojos" a la candidata del PRI, Ivonne Ortega Pacheco, a pesar de que el aspirante del PAN, Xavier Abreu, es uno de los políticos más cercanos al presidente Calderón.

¿Qué pasaría, si como parece, en Yucatán se produce una elección muy cerrada entre el PRI y el PAN, con ligera ventaja para el segundo? Estaría de vuelta el fantasma de julio de 2006, el grito de fraude y sus secuelas. Pero si el PRI gana, aunque sea con una ligera ventaja, el PAN no tendrá cara para reclamar. En Yucatán, la derrota del PAN podría ser un triunfo para Calderón.

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