ODIADO Y REPUDIADO EL CARNICERO DE IRAK
Alfredo Velarde
El periplo latinoamericano que Georges Bush junior desarrolla por Latinoamérica, ha permitido que propios y extraños adviertan que los habitantes de la región, al menos en los grandes agregados sociales que luchan, controviertan al poder y se movilizan organizados por mejores condiciones de vida, son perfectamente conscientes de lo que representa el impopular mandatario estadounidense, tanto dentro, como fuera de los Estados Unidos de Norteamérica.
Así lo ha dejado ver el amplio movimiento de protesta por toda el área, con motivo de la non grata visita del carnicero de Irak. Bush hijo, sin margen alguno para la duda, representa todo lo peor de la larga historia de agravios que América Latina ha tenido que padecer a manos de sus orgullosos y prepotentes vecinos norteños, argumentación que quedara sólidamente fundamentada como una postura de rechazo en trabajos ya referenciales de la memoria histórica y el pensamiento y crítico de esta zona del mundo, como Las Venas Abiertas de América Latina, texto fundamental de Eduardo Galeano, para referir el desangramiento colonialista primero, capitalista e imperialista después, en esa parte del mundo que algunos han dado en llamar como La patria grande.
México no es la excepción y probablemente sea, también, entre las nacionalidades latinoamericanas que más elementos tenga, en favor suyo y con fundamento histórico, para repudiar la lógica política involucrada en la visita de un presidente norteamericano que empieza a percibir cómo, su era como gobernante, empieza a declinar. Su propio partido, el republicano, trabaja ya a marchas forzadas para revertir el handicap en contra que representa la figura del autoritario mandatario norteamericano que hoy vive una precipitación en caída libre de su ya precaria popularidad, como no se veía en los EUA desde el estruendoso caso Watergate, que le costara el puesto al entonces presidente Kissinger en aquella nación. Y sin embargo, no deja de incomodar el hecho de que, el novísimo presidente de facto, impuesto por un fraude electoral, Felipe Calderón Hinojosa, habrá de ser uno de los presidentes de las naciones visitadas por el chacal yanqui, que mejor lo tratará y con quien la alianza política iniciará un significativo tiempo de reconstrucción, después de la afectuosa pero anodina política foxista referida a la relación diplomática con nuestros vecinos del norte.
Sobre todo, en el momento del inicio de la guerra contra Irak. Calderón es consciente de tal hecho, y el conservadurismo de su insana política para la nación, entiende muy bien que 100 días después de su atropellada toma de posesión tras bambalinas, aquel pasado 1 de Diciembre en San Lázaro, la mejor manera de afianzarse en un poder que no merece, es una sumisa alianza con los norteamericanos en el exterior. Y si ello sonará como música celestial a los oídos de la Casa Blanca y su Departamento de Estado, justo cuando su vieja hegemonía subcontinental se reblandece y que empieza a percibir los síntomas de un creciente aislamiento diplomático en muchos de los principales países del Cono Sur, Calderón indudablemente perderá más de que podría ganar con los desplantes de servilismo hacia Baby Bush.
Incluso aceptando a pie juntillas que los motivos para la reunión de los conservadores políticos estadounidense y mexicano son múltiples en materia de su agenda, lo cierto es que más obtendrá a favor suyo el mandatario norteamericano que el mexicano empeñado en legitimarse a como dé lugar. ¿Alguien cree, que de esa reunión saldrá un acuerdo en materia migratoria o que se quitará el muro fronterizo? Por supuesto que no. Y ello implicará que Felipe Calderón, al lado del mandatario colombiano Álvaro Uribe, sean los arietes de una eventual contraofensiva diplomática yanqui en el Área, a pedido expreso de Baby Bush. ¿Pero con qué autoridad moral y bajo que propósitos? Ya Calderón, dio una muestra inequívoca de su voluntad por desempeñar un papel de camorrista en el suizo Foro de Davos, al servicio del libre mercado y la globalización excluyente que ha hecho de América Latina, por ejemplo, la región más desigual del planeta. Pero Calderón minimiza el hecho de que tanto más cercana sea la administración del actual gobierno federal, con la oficina oval de la Casa Blanca, mayores serán los obstáculos que encontrará en el área para construir un trato de empatía con los gobiernos que llevan la batuta en materia de protagonismo subcontinental, como en el caso de Venezuela, Cuba, Bolivia o Brasil.
De manera que justamente ayer, cuando el mandatario norteamericano arribó al país, no debe sorprenderle a nadie, que la misma tónica de repudio a la indeseada visita del yanqui que ya vimos la semana que pasó, en naciones hermanas como Uruguay y Colombia, también se repita en México. Y es que una cosa es que los gobiernos títeres inviten y reciban a un presidente tan impopular y lesivo a los amplios intereses de los latinoamericanos, como Bush, y otra cosa, muy distinta, es que sean los pueblos de esas mismas naciones acepten sin más lo que creen sus gobernantes a espaldas de la voluntad sentida de las amplias masas explotadas y oprimidas por esos mandatarios.
La lucha por un cambio radical para ésta parte del mundo, por fuerza democrático radical y de miras y alcances anticapitalistas, obliga a pronunciarse contra el chacal de la Casa Blanca y, desde luego, también al advenedizo que despacha en Los Pinos, sin siquiera haber ganado la contienda electiva que se robó, de la mano de los sectores más conservadores de quien es, solamente, un mero palafrenero.